Boxeadora engañada. Aceptó un contrato para viajar a pelear en Londres y vivió una pesadilla
A los 41 años, la pugilista cordobesa Cristina Pacheco denuncia que la empresa que la contactó no cumplió el acuerdo; terminó viviendo en un tráiler con personas en su misma situación; logró escapar gracias a la ayuda de una compatriota y de la Sociedad Anglo Argentina
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CÓRDOBA. Cristina Pacheco es boxeadora profesional. A punto de retirarse de su carrera -peleó dos veces por el título del Mundo en la categoría súper gallo- esta cordobesa de 41 años se entusiasmó con una propuesta que le llegó desde una empresa de boxeo radicada en el Reino Unido para viajar, hacer varias peleas allá y retirarse “bien”. Pero su sueño se convirtió en una pesadilla. Nada fue como le habían prometido y ahora está preparando una denuncia penal por supuesta trata de personas, basada en lo que vivió, las cosas que vio allí y las dolorosas experiencias que compartió con otros extranjeros en su misma situación.
“Lo cuento no solo por mí, sino para evitar que a otros les pasé lo mismo -dice Pacheco a LA NACION-. Yo me fui pensando que podía volver con ‘gloria’; con todo, tengo algunas herramientas más que muchos otros que viajan y quedan presos del desastre. Me pude ir, casi escapando, y conseguí regresar a la Argentina con la ayuda y la solidaridad de la gente”.
La empresa que la contactó en sus redes sociales -a donde sube material de su actividad- se llamaba, en agosto pasado, British & Irish Boxing Authority; después fue cambiando de nombres y el último es Round Cuatro. Pacheco se encontró con boxeadores de Ghana, Nicaragua y México. Ella, con algunos viajes afuera para pelear, nunca les quiso dar el pasaporte y registró las situaciones anómalas con las que se encontraba.
El contrato que firmó -y que según descubrió más tarde, ya en el Reino Unido, no tenía validez- establecía que la empresa le garantizaba un departamento, gimnasio para entrenar, cobertura de salud, alimentación, pasaje de regreso a la Argentina y la realización de peleas, por las que cobraría. También, una visa de trabajo. “No me fui de un día para el otro. Traté de averiguar, mandé el acuerdo a la Federación Argentina de Boxeo y a la Cordobesa, que lo leyeron”, aclara.
Desde la Argentina viajó directo a Frankfurt, Alemania, donde iba a pelear, pero como el vuelo se retrasó, el combate se suspendió y al día siguiente volaron hacia Londres. En la capital británica empezaron los problemas. En vez de a un departamento, la mandaron a un tráiler “en malas condiciones, nada que ver con lo que decían”. Aunque vivía sola, las chicas de Ghana solían pedirle el baño prestado porque el que tenían ellas no andaba. A veces aparecía el entrenador a quedarse en el comedor porque lo habían “echado” de su casa.
“Iban pasando los días y la situación era mala; una vez fuimos a un buen gimnasio, pero después nunca más. Las peleas no aparecían, veía cosas complicadas -insiste-. Nunca les quise dar el pasaporte y como se me vencía fui a la embajada argentina, de donde me mandaron al Consulado, y lo extendí por tres meses”. Añade que contó en el Consulado lo que le pasaba y le indicaron que no era el primer caso, que sabían de “otros que vienen a cuidar caballos y terminan parecido”.
Pacheco sostiene que “daban vueltas” con todo lo que ella les pedía que cumplieran. Incluso una vez le pidieron 500 libras para inscribirla en una pelea. “Eran excusas, que después el pasaje, que después las peleas... Me empecé a desesperar”, ratifica.
El campamento de trailers está en Southend-on-Sea, a una hora y media de Londres, sobre la costa. Los de la empresa están en medio de la nada, lejos del pueblo. En el distrito, en 2017, hubo una redada policial por denuncias y encontraron a decenas de personas viviendo en condiciones de extrema vulnerabilidad, sin sus pasaportes. Se inició una investigación por tráfico de personas. De esa zona -condado de Essex- era el legislador conservador David Amess, asesinado en octubre pasado en una reunión en una iglesia con sus votantes.
Southend-on-Sea es conocido en Londres por ser zona de travellers, como se les llama a los nómades irlandeses que viven en tráileres. En el condado hace meses que se registra la llegada de “ilegales”; según reportan los medios del lugar hay al menos 18 campamentos de esas características.
Pacheco trataba con dos personas: Samuel Stokes, quien oficiaba de entrenador, y Giles Carter; jugaban a una suerte de policía “bueno” y policía “malo”. El detonante de la situación fue cuando la hicieron pelear con una joven en un suburbio -en una organización no oficial- y después de un corte en la ceja, ellos decidieron tirar la toalla.
“No tenían ni las condiciones para pegar la herida en el rincón; me enojé, era un absurdo terminar la pelea -agrega la boxeadora-. Ellos minimizaban siempre todo; yo llevaba días con los bolsos hechos para irme, y así lo hice”.
Pacheco recibió la ayuda de una argentina radicada en Londres, Fátima Nollén, quien le dio alojamiento y contención, y la ayudó a buscar asistencia legal. Mientras tanto, recibía insultos de Carter por mensajes de WhatsApp. En la búsqueda de antecedentes, en las redes de él aparecen publicidades de peleas que, en general, después son suspendidas.
“Van reclutando gente a la que al final no le pagan nada, no le cumplen -agrega la boxeadora-. Por el asesoramiento que recibí me devolvieron parte de lo que les había dado para una pelea, pero nunca el pasaje de vuelta”. Pacheco pudo regresar a Córdoba por la solidaridad de gente relacionada con la Sociedad Anglo Argentina, que la ayudaron a cubrir el pasaje y los tests de coronavirus.
Nicolás Grassi Graglia, abogado de Pacheco por el estudio Docta Sports Law experto en Derecho Deportivo, explica a LA NACION que están definiendo si la denuncia se debe presentar en la Argentina o en el Reino Unido. A su criterio, además de incumplimiento de contrato, existiría el delito de trata de personas. “Hacen captación de personas con promesas que no se cumplieron; Pacheco fue totalmente de buena fe, tenía todos los requisitos exigidos, pasaporte, autorización de la Federación, y ellos faltaron en todo”, describe.
El letrado sostiene que este tipo de situaciones es frecuente, que en algún tiempo ocurrió con jugadores de fútbol menores de edad. Por eso la FIFA terminó prohibiendo sus transferencias: “Llevaban a 100 chicos, quedaban tres y el resto la mayoría de las veces terminaba a la deriva, sin padres y sin pasaporte”.
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