Barrio Ludueña. El coto donde los sicarios desatan el terror a pesar de la orden del líder de los Monos de “dejar de matar”
Dos asesinatos elevaron a 175 la cifra de homicidios registrados este año en Rosario
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ROSARIO. ”¡No queremos a los pibes en un cajón!”, gritó una mujer en la plaza de Magallanes y Vélez Sarsfield, en el barrio Ludueña, del oeste de Rosario, donde vecinos se juntaron para rezar contra la violencia en una zona especialmente golpeada por los enfrentamientos entre bandas narco. En lo que va de este año, en ese sector de la ciudad se cometieron 40 de los 175 asesinatos que se registraron en esta ciudad.
Cuatro horas después de aquel ruego de los vecinos, desamparados ante los disparos que suenan todo el tiempo, los sicarios aparecieron. Cerca de las 20, en Matienzo y Tucumán, y desde un auto, dispararon cuatro tiros contra un hombre, que murió en el acto. En el sur rosarino apareció otra persona acribillada.
Esa zona es escenario de un cruento enfrentamiento entre bandas, varias de ellas, subsidiarias de Los Monos. La disputa es por fracciones pequeñas, por cuadras donde están ubicadas las bocas de expendio de venta de drogas, pero cuya recaudación es frondosa. Por eso, esta semana desde la cárcel federal de Marcos Paz, Ariel Cantero les pidió a los referentes de estas bandas que están presos en el penal de Piñero –como Mauro Gerez, entre otros–, que dejen de matarse porque está en juego el negocio de la droga, según contó a LA NACION una fuente cercana a la organización criminal.
El descontrol es tan profundo que nadie parece haber escuchado al líder de Los Monos, porque los crímenes continúan, a pesar de que también se dispuso allí un operativo de saturación policial, luego de que asumiera el nuevo ministro de Seguridad de Santa Fe, el comisario retirado Rubén Rimoldi.
Ludueña es uno de los barrios asignados al patrullaje de Gendarmería durante las 24 horas. Pero la presencia de las fuerzas federales no parece inmutar a las bandas. Nada parece calmar la furia de los soldaditos narco. Ni siquiera la voz del “jefe”, que se animan a desobedecer cada vez que apoyan el dedo en la cola de los gatillos de sus armas para resolver diferencias o ganar un palmo de territorio rival.
Estos dos nuevos crímenes impactaron en medio de una reunión que se desarrollaba en la sede de la gobernación de Rosario entre el gobernador Omar Perotti, el nuevo ministro de Seguridad y el intendente Pablo Javkin. El panorama que recibió Rimoldi fue desolador: solo 30 patrulleros cumplían funciones de seguridad preventiva en las calles. Por orden judicial, más de 50 móviles están asignados a custodias “fijas”; muchas de ellas de esas personas a las que la policía debe proteger son narcos que declararon en causas penales.
La primera consigna que ensayó Rimoldi fue “poner de vuelta la policía en la calle”. Lo extraño de esta situación es por qué los 4500 efectivos que posee la Unidad Regional II de Rosario parecen ausentes en medio de un problema de violencia cada vez más creciente. Los efectivos de Gendarmería, al mando del comandante Ricardo Castillo, están desplegados ahora en cinco de los barrios más problemáticos de Rosario. Según información del Ministerio de Seguridad de la Nación, esas patrullas están conformadas por 756 agentes. En total, en la provincia de Santa Fe hay 3143 efectivos de fuerzas federales.
Por ahora, nada basta para detener la violencia extrema que se direcciona desde las cárceles por parte de jóvenes que son nacidos y criados en los búnkeres, como el caso de Gerez, considerado uno de los jefes de los sicarios de Los Monos y apuntado como quien encendió la guerra en el barrio Ludueña, donde el fin de semana pasado, en las calles vacías, solo había soldaditos que se enfrentaban entre sí ante la mirada de los policías resguardados detrás de los patrulleros.
En ese episodio desenfrenado fue asesinado Esteban Cuenca, que junto con sus amigos quedó en medio de los disparos. Un nene de nueve años fue herido de un tiro en su pierna y otra chica de 12 también fue baleada. Los narcos lo mataron por error cuando llegaron en busca de otro hombre, según la fiscalía de Rosario. El joven formaba parte de “Los Pibes de Ludueña”, un grupo de fútbol amateur de esta zona, una de las más castigadas por el aumento de las balaceras y los crímenes. Cuenca vendía empanadas junto a otros jóvenes para juntar dinero para un viaje de los chicos que juegan al fútbol.
En esa zona donde los vecinos dicen que no pueden salir a la calle, la banda de Gerez, de 28 años, está enfrentada a otra cuyo líder también está preso: Francisco Riquelme, a quien investigadores policiales ligan con Esteban Alvarado –archienemigo de Los Monos– y que está imputado por mandar a matar a Mariana Ortigala, una testigo de la causa contra Alvarado.
En una causa que investigó el fiscal Pablo Socca se advierte que el jefe de los sicarios de Los Monos reclutaba soldaditos en los clubes de la zona. En la imputación contra Gerez, en abril pasado, el fiscal citó a un testigo de identidad reservada que el jefe de los sicarios buscaba como “mano de obra” a adolescentes que jugaban al fútbol en el Club Padre Edgardo Montaldo, nombre de un sacerdote que murió en 2016 y, justamente, daba contención a los chicos que atravesaban una situación económica vulnerable.
Causó sorpresa que el testigo contara: “Gerez jugaba en un equipo y empezó a ofrecer botines, guantes... Es la forma que tiene de convencer a los pibitos. Les regala zapatillas, cosas, para tenerlos bajo su mando. Tiene más de 15 pibitos”, dijo el testigo.
La cárcel es hoy el hogar de estos jóvenes que lideran terminales o franquicias que terminan en las bandas más grandes, como Los Monos o Alvarado. Como en los pabellones los engranajes del negocio narco no se detienen, la violencia golpea a cada momento por un mercado fraccionado. “Hay presos que ordenan crímenes y eso a todos nos consta. Están los audios diciendo a viva voz ‘¡que le peguen a un bebé!’. Lo hacen con total impunidad y no pasa nada”, señaló el intendente Javkin.
El viernes pasado, agentes de Prefectura allanaron 16 domicilios relacionados con la banda de Los Monos y detuvieron a seis personas en una causa por tráfico de drogas. Entre los investigados se encuentran familiares directos de Guille Cantero, entre ellos su padre Ariel, que distribuía alimentos en el comedor comunitario Gauchito Gil.
Al “Viejo” Cantero, como lo apodan al histórico jefe y fundador de la banda, le allanaron la celda en Piñero, desde donde con otros miembros del clan manejaban la venta de drogas en Vía Honda, uno de los barrios más pobres de Rosario, donde Los Monos distribuyen cocaína –se secuestraron 1500 dosis– y alimentos. Las cajas que se secuestraron en la casa donde tenía el cuadro de la película Scarface y jaulas con gallos de riña eran de la municipalidad de Rosario, donde después del allanamiento en mayo pasado se incendió de forma intencional la sede de la secretaría de Desarrollo Social.
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