"Tiraron a matar". Dos delincuentes se subieron a un colectivo de la línea 100 y asesinaron a un policía y a un pasajero
Esteban Nicolás Lagos viajaba, con su uniforme de la Policía Federal, en un colectivo de la línea 100 que circulaba por el barrio de Barracas. Pese a su presencia, dos delincuentes intentaron robar a los pasajeros. El agente, de 28 años, intentó intervenir, pero fue asesinado a balazos, al igual que Juan Roberto Bonifacio, de 34 años, que trabajaba en la recolección de residuos de la ciudad. El homicidio de Lagos fue el tercer caso policías federales que, en menos de un mes, mueren en cumplimiento de su deber. El inspector Juan Pablo Roldán fue acuchillado frente al Malba el 28 del mes pasado y el cabo Diego Di Giácomo fue mortalmente baleado durante el asalto en una heladería en Ramos Mejía, el 14 del actual.
El violento episodio vivido dentro de la unidad de la línea 100 es el segundo suceso de similares características registrado en la ciudad en los últimos días. El jueves pasado, una policía porteña se tiroteó dentro de un colectivo de la línea 47 en Villa Lugano. Fue abatido allí uno de los ladrones, un menor de 15 años, y atrapado el cómplice, de 32.
El homicidio de Lagos ocurrió anteanoche, a las 23.40, cuando el colectivo de la línea 100 circulaba por la calle Vieytes, entre Quinquela Martín y Suárez. En ese cruce, el transporte fue abordado por dos delincuentes armados que amenazaron al chofer y pasajeros, entre los que se encontraba el policía federal. Enseguida tuvo lugar un enfrentamiento en el que resultaron heridos gravemente Lagos, que cumplía sus funciones en la División Ferrocarril Mitre de la Policía Federal, y Bonifacio, que iba rumbo a su casa en la localidad bonaerense de Sarandí. Ambos murieron poco después del hecho. Otro pasajero fue herido en una pierna y se encuentra fuera de peligro.
La autopsia determinó que Lagos recibió cuatro tiros de frente, en el cuello, el tórax, un brazo y una pierna, en tanto que Bonifacio sufrió un único disparo que ingresó por la espalda y afectó varios órganos. "Este hombre estaba en uno de los asientos que miran hacia la luneta trasera, por eso el tiro le ingresó por la espalda", confió a Télam uno de los investigadores.
Si bien los peritajes no habían concluido, los expertos de la Policía Científica recolectaron del piso del colectivo un total de siete vainas servidas, todas calibre 9 milímetros.
"Subieron a matar por gusto"
El chofer del interno de la línea 100, Pablo Ramírez, de 45 años, en comunicación con Radio La Red, dijo que al parecer el móvil de los delincuentes no fue el robo. "Después de que se suben, recorren seis metros y comenzaron a disparar por gusto nada más. No robaron nada [...] Solo cuando cayó [por los disparos] el policía, le robaron el arma, Gracias al policía estamos todos vivos", relató el hombre, que hace 13 años trabaja en esa línea.
"Tiraron a matar. Todos dijimos que subieron a matar por gusto", señaló, en referencia a la conclusión a la que llegaron él y los ocho pasajeros que declararon en la causa. Ramírez relató que luego de los disparos y de que los delincuentes se bajaron, los pasajeros empezaron a gritar que fuera a un hospital o que pidiese una ambulancia debido a que el policía había resultado herido gravemente: "Me iba al Argerich, por el policía. Pero nos cruzamos con la comisaría y empezamos a tocar bocina y a los cinco minutos se llevaron al policía al Hospital Churruca".
En cuanto al segundo herido, que murió pocas horas más tarde, nadie se había dado cuenta de cuán grave se encontraba hasta que llegaron a la comisaría. "El otro señor bajó conmigo, bajó bien", explicó Ramírez. "Pero después se paraba y se sentaba, y pensamos que tenía convulsiones y a los cinco minutos se lo llevaron al hospital y después nos enteramos de que murió", dijo, y se lamentó: "Ojalá hubiera llegado al Argerich. Si sabía que el tipo estaba herido ni paraba, me iba directo, pero nadie sabía".
Cómo fue el asalto
De acuerdo con información aportada por fuentes de la Policía de la Ciudad a LA NACION, luego del hecho, el chofer del colectivo de la línea 100 manejó hasta la Comisaría Vecinal 4D y denunció que momentos antes dos hombres habían ascendido a la unidad en Vieytes, entre Suárez y Quinquela Martín.
Allí, el chofer declaró que uno de los delincuentes se dirigió al fondo del transporte y sacó un arma de fuego, mientras que el otro se quedó en la parte delantera. En un momento uno de ellos comenzó a disparar alcanzando los proyectiles al policía y a dos pasajeros.
Los detalles del hecho son investigados por la Fiscalía Criminal y Correccional 12, a cargo de Martín López Perrando.
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Escudo humano
Un pasajero que fue tomado como "escudo humano" aseguró que los dos asaltantes estaban "muy sacados", que efectuaron al menos cinco disparos y que el agente "no tuvo oportunidad" de desenfundar su arma reglamentaria.
"Estábamos en el colectivo cuando de repente subieron dos pasajeros, uno de ellos pasó sin pagar con la SUBE, como avisando que pagaba el segundo, y pasó saludando, diciendo ‘buenas noches, buenas noches’, ya en una actitud sospechosa", contó Cristian, de 29 años, al canal de noticias A24.
"Los dos estaban muy sacados, para hacer maldad, no respetaron nada", dijo el testigo, y siguió: "Subieron con mala actitud, a mí me trataron muy mal, cuando dijo ‘esto es un asalto’ vi la sombra del policía que se para y le disparan, no tardó nada, fue todo muy rápido", agregó sobre el momento en que balearon al agente Lagos.
Al ser consultado sobre la posibilidad de que el policía hubiese llegado a repeler la agresión con su arma reglamentaria, Cristian explicó que no lo vio con precisión porque el delincuente lo tenía agarrado, pero que no cree que haya existido un intercambio de disparos: "Creo que si el policía tiraba, me tiraba a mí, yo estaba cubriéndole la mitad del cuerpo al tipo", detalló.
De acuerdo con su relato, el policía estaba uniformado, pero "no llegó a decir nada" y tampoco alcanzó "a desenfundar el arma porque no tuvo tiempo, no tuvo oportunidad". Y comentó: "No lo podíamos creer, estábamos muy tranquilos y de repente suben dos tipos y, sin mediar palabra, le disparan a un policía; no sabíamos qué hacer".
El joven detalló que uno de los asaltantes efectuó al menos cinco disparos, tras lo cual junto a su cómplice comenzó a gritarle "abrí la puerta" al conductor, hasta que se bajaron del vehículo sin llevarse ninguna pertenencia de los pasajeros. Sí se quedaron con el arma reglamentaria del policía federal.
"El chofer lo primero que hizo fue encarar para ir a un hospital, pero como encontró la comisaría paró ahí", dijo en referencia a la seccional vecinal 4D de la Policía de la Ciudad, donde, al llegar, alertaron a los policías que estaban adentro mediante bocinazos y gritando que había heridos.
En cuanto a la segunda víctima del hecho, el empleado de higiene urbana Bonifacio, el hombre que fue usado como escudo humano por uno de los asaltantes ratificó la versión del colectivero sobre que esa víctima no se había dado cuenta de que estaba herida. "Yo bajé por la parte de adelante y él iba atrás mío, lo más bien, y me dijo: ‘Che, no me mirás la espalda a ver si me dieron, porque me duele’".
En ese momento, junto a un agente que los asistió, se dieron cuenta de que Bonifacio tenía un orificio de bala en la espalda, a la altura de los pulmones, que luego le produjo la muerte mientras era intervenido quirúrgicamente en el Hospital Argerich.
El dolor de una madre
En tanto, la madre del policía asesinado expuso su dolor y las dudas que le provoca el hecho que el chaleco antibalas no hubiese podido proteger la vida de Lagos. "Mi hijo no tiró primero porque habrá pensado que iba a ir preso y tiene una hija, pensó en eso, como el otro compañero (por el asesinado inspector Juan Pablo Roldán) que mató el loco del cuchillo", aseguró Fabiana en un diálogo con Telefé.
La mujer, madre de tres hijos policías, afirmó que Lagos "trabajaba como un loco, doce horas por días, tenía una nena de dos años para que lo agarren estos hijos de p... y lo maten". Muy conmovida por la muerte de su hijo, comentó: "En este país defienden solamente a los chorros, entran por una puerta y salen por la otra, quiero ver quién está del gobierno, no hacen una m... Quién me lo va a traer a mi hijo, quiero a mi hijo de vuelta".
Además de los tres policías federales asesinados en menos de un mes, una cuarta víctima uniformada se sumó en agosto pasado en esa mortal lista. La agente de la PFA Micaela Romero murió al ser baleada por delincuentes en Quilmes. Y sus padres se reunieron ayer con la ministra de Seguridad de la Nación, Sabina Frederic, para pedir apoyo gubernamental en la búsqueda de llevar ante la Justicia a los asesinos de su hija.
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