Bairoletto: un nombre que provocó pánico entre los hombres de campo
Entre 1920 y 1941 fue uno de los fugitivos más perseguidos por policías de al menos tres provincias; se mostraba como un justiciero que ayudaba a trabajadores humildes, pero en realidad encabezaba una sanguinaria banda que asolaba las estancias y no tenía piedad con sus víctimas
Juan Bautista Bairoletto tenía más de 40 años y estaba convencido de que nadie podría capturarlo para cobrarle sus homicidios y asaltos. Sin embargo, para estar seguro, continuó moviéndose por fincas de la provincia de Mendoza, primero en Colonia Alvear Oeste y luego, en San Rafael, junto con su compañera, Telma Ceballo, y sus dos hijas, Juana Nilda y Sofía Elsa. En 1938 se instaló en un poblado rural llamado Carmensa, donde compró un campo. Allí hablaba a diario con todos los vecinos, que obviamente no sabían que se trataba de un homicida prófugo, porque él se presentaba con los nombres Juan Fernández o Francisco Bravo.
Tenía unos cuantos caballos y muchas ampollas en las manos; se despertaba temprano y cosechaba sus papas y zapallos. También tomates, que luego su esposa vendía en una fábrica cercana. "Ya estoy cansado, quiero una vida tranquila", solía decirle a Telma, pero en su espalda Juan Bautista cargaba con un pasado que lo perseguiría sin tregua, aun en sus días de paz.
"Era muy cariñoso conmigo y con sus hijas; a ellas las lavaba, las peinaba, quería que las chicas llevaran su apellido. Él dejó esa vida andariega por nosotras. Me había contado algunas cosas. Otras no. Yo, a veces, le decía que él no me contaba porque no confiaba en mí. Y él decía que era mejor que no supiéramos", recordó su esposa en un viejo reportaje con El Alvearense.
El 14 de septiembre de 1941, guiados por un viejo compañero de Bairoletto, decenas de policías de diferentes provincias llegaron hasta la finca donde el bandido se ocultaba junto a Telma y sus hijas. El sol aún no había salido. Pero los dos peones que trabajaban para la familia escucharon ruidos extraños y salieron al patio. Allí fueron interceptados por los agentes, que -mostrando una ametralladora de grueso calibre- les ordenaron quedarse quietos y levantar las manos.
Dentro de la casa, nervioso, Bairoletto escuchaba todo. Tomó su revólver y se parapetó cerca de una ventana. Tenía también una carabina cargada y otra pistola. Ya decidido a morir, disparó con el revólver: el proyectil impactó en el estómago de un policía. Y luego, el bandido apoyó ese mismo revólver en su cabeza. Tal vez por temor al presidio, quizá para salvar a su familia: se suicidó de un tiro en la cabeza. Con la espalda apoyada contra una pared, mientras la sangre brotaba por su cara, comenzó a desmoronarse poco a poco. "Fue un disparo mortal, él había jurado que nunca lo agarrarían vivo", dijo su esposa. Los policías entraron corriendo en la casa: "¡Es el gringo!", gritaron. Para ellos, después de tantos años, matar a Bairoletto era una obligación. Pero el bandolero les arrebató el privilegio. Su tumba, en el departamento mendocino de General Alvear, es lugar de visita incluso en estos días.
Juan Bautista Bairoletto nació el 11 de noviembre de 1894 en la ciudad de Santa Fe, adonde sus padres -ambos inmigrantes italianos- se instalaron temporariamente cuando llegaron a la Argentina. Luego, con la expansión de los ferrocarriles Oeste y Sud, la familia arrendó un campo de 400 hectáreas en la localidad de Eduardo Castex, en La Pampa. Allí, Juan Bautista comenzó a cursar sus estudios en una escuela primaria, pero cuando tenía 10 años tuvo que abandonar las aulas para trabajar en duras tareas relacionadas con el cultivo de trigo. Cada verano llegaban hasta esa zona miles de trabajadores, donde los prostíbulos eran los principales puntos de reunión y los policías bravos llevaban, en muchos casos, cicatrices como herencia de los combates contra los indios ranqueles y los araucanos. Indómito jinete, rápido para desenfundar su revólver y mortalmente certero con los rifles Winchester, se curtió con habilidad en todos los oficios del campo, y también intentó abrir un pequeño mercado propio.
Cuando Bairoletto tenía 24 años, su vida cambió. Los celos desataron la ira de un cabo de la policía provincial llamado Elías "Turco" Farache; tanto el agente como el labriego intentaban enamorar a la misma mujer, que trabajaba como bailarina en uno de los tres prostíbulos del pueblo. Cegado y sin motivos, Farache encerró a Bairoletto en una celda y lo torturó durante toda una noche. Pocas horas después, volvieron a cruzarse en la puerta del prostíbulo. Fue el 4 de noviembre de 1919 cuando el joven sacó un revólver que tenía escondido en su cintura y disparó sin piedad contra el cuello del cabo.
Allí comenzó una larga sucesión de fugas y atracos que culminaría en septiembre de 1941 con la muerte del bandido. Luego de matar a Farache, Bairoletto se escapó a caballo y desapareció en el monte, pese a que era perseguido por cuatro policías a caballo y un civil con un vehículo. Sin embargo, él mismo se entregó cinco meses después, el 14 de abril de 1920 en la cárcel de Santa Rosa. Pasó un año preso y el 1° de julio de 1921 fue declarado inocente por el asesinato del cabo.
Un documento firmado por el fiscal Sixto Rodríguez, ratificado luego por el juez Rafael Allende, dejó registro del caso: "No siempre la policía es prudente al intervenir, y si estaban ambos enemistados, el ataque del que fuera objeto el procesado ha sido capaz de producir la reacción que ocurrió. No encuentro que haya exceso en la defensa si la víctima hizo ademán de sacar un arma [...] La actitud de la víctima, en consecuencia, justifica la acción del procesado. Está exento de pena en cuanto al hecho, no así por haberlo ocultado, pena que, sin embargo, ha cumplido en exceso. Corresponde sobreseer".
Enemigo público
Al salir del presidio, Bairoletto alquiló una habitación en un hotel de Castex y sin trabajo formal se dedicó a las apuestas hasta que en diciembre de 1921, seis meses después de recuperar su libertad, fue encarcelado durante 30 días por realizar disparos con un arma de fuego en la vía pública; volvió a las calles, lo acusaron por hurto, pero en esa ocasión quedó libre, y casi inmediatamente -durante una riña en un bar- se tiroteó con la policía. Volvió a su vida de prófugo.
"Es importante notar la aceptación popular que tenía entre el pueblo [...] Aunque el soporte de datos biográficos es desparejo y a veces incompleto, todos los relatos enfatizan su solidaridad con los campesinos, lo que ha hecho que Bairoletto se convierta en un símbolo de los sectores populares", destacó un informe sobre el bandido efectuado por la Universidad Nacional de La Plata.
El 14 de abril de 1922 fue capturado en el pueblo Miguel Cané y por "atentar contra la autoridad" pasó más de un año en prisión, hasta que lo liberaron el 8 de febrero de 1924. Bairoletto tenía casi 30 años y comenzó a pensar en atracos más complejos. En 1927, ya lo buscaban grupos de tres policías provinciales, creados especialmente para matarlo, según consignó una investigación de la revista Todo es historia. Sin embargo, nadie logró hallarlo.
Con distintos compañeros, bandas e incluso en soledad inició un sangriento y despiadado raid que se extendió no solo por La Pampa y San Luis, sino también hacia Río Negro y el desierto patagónico. Utilizaba un sistema sencillo: simulando ser un justiciero, sobornaba a empleados analfabetos de las fincas, que por algunas monturas, caballos y ropajes costosos entregaban a sus patrones; con fósforos, los paisanos infieles marcaban un camino en la noche para las gavillas criminales de Juan Bautista.
Cuando ingresaban en los cascos de las estancias, no tenían piedad. Aunque hubiera niños o mujeres, los archivos judiciales de la época confirman que -ante un movimiento mínimo- alguien era fusilado, como cuando el 20 de octubre de 1930 mataron al dueño de un negocio en la estancia La Cautiva, o cuando en julio de 1931 asesinaron de un balazo al empresario Lorenzo Mandrile delante de su familia, que cenaba reunida en el comedor. En último minuto tampoco tuvo contemplaciones con él mismo y el disparo final fue contra su cabeza.
El hombre más buscado
Juan Bautista Bairoletto fue detenido por primera vez en 1919 en La Pampa; allí quedaron registradas las huellas digitales tras la muerte de un policía con el que disputaba el amor de una mujer.
Primera muerte: celos mortales
Bairoletto fue torturado en prisión por un policía pampeano que estaba molesto por la relación del gaucho con una mujer; casi de inmediato llegó la venganza y el cabo murió a causa de un balazo en el cuello.
Raid delictivo: vida de forajido
La banda encabezada por Bairoletto atacó en estancias en San Luis, La Pampa y Río Negro; aseguran que en esos atracos no había piedad para el que se resistía, ni siquiera para los niños.
Último disparo: emboscado
En los últimos años de su vida, Bairoletto intentó transformarse en un pacífico agricultor en Mendoza, acompañado por su familia. Fue rodeado por policías en su casa y se suicidó.
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