Bagayeros: el contrabando paga su peaje con sangre
Enfrentamientos entre "pasadores" en las ciudades salteñas de Orán y Aguas Blancas se saldan hoy con atentados y ajustes de cuentas que multiplican los muertos y heridos en la ruta 50
ORÁN, Salta.- En medio de la penumbra Raúl "Coya" Martínez no tuvo tiempo para huir ni resistir. Despreocupado, comía un sándwich apoyado en su Toyota Hilux cuando toda la ciudad de Orán, en Salta, ubicada a 32 kilómetros de la frontera con Bolivia, estaba a oscuras por un extraño corte de luz.
Dos motos clavaron los frenos en la esquina de la rotisería Lela, en pleno centro, y tres sicarios, sin sacarse los cascos, comenzaron a disparar. Su esposa trató de alcanzarle a Martínez, de 37 años, una pistola Bersa de la guantera, donde había 10 cargadores de balas 9mm, pero su escasa agilidad no la hizo llegar a tiempo.
Al bagayero, como llaman a los contrabandistas de la frontera entre Argentina y Bolivia, lo ejecutaron de cinco tiros, tres de ellos en la cabeza. Unos días antes había recibido amenazas de que iba a ser blanco de la venganza por otro atentado, tramado por él, contra un colega del ramo de Orán, que fue acribillado de diez balazos.
Desde hace unos meses empezó a recrudecer en esa ciudad la guerra entre los bagayeros. Son más de 5000 en Orán y Aguas Blancas, un punto estratégico de la frontera entre Argentina y Bolivia, que desde hace décadas se transformó en un centro de acopio de todo aquello que traspone el límite geográfico: ropa, electrodomésticos, drogas y hasta personas.
Es una actividad ilícita, pero permitida, que creció de manera vertiginosa durante los últimos cinco años. "Calculamos que más de un tercio de la comunidad se dedica a esta actividad que va en ascenso", señala el fiscal José Luis Bruno.
Hasta ahora esa forma de vida era aceptada por las autoridades, pero el narcotráfico y la trata de personas hizo más oscuro y violento ese negocio ilegal, que ya dejó de ser un factor de subsistencia de parte de la comunidad de la zona para transformarse en una mafia que mueve millones.
Otro engranaje del negocio es el tráfico de ciudadanos chinos que cruzan la frontera de manera ilegal. Son "aguantados" en viviendas del barrio Caballito de Orán para después enviarlos en remises a distintas zonas del país, fundamentalmente Buenos Aires.
El tráfico es una maquinaria que no se detiene. Funciona sin feriados ni fines de semana. Y ese trajín se observa diariamente sobre todo a la tarde en la ruta 50, que es el conducto que une los dos países.
Unas horas antes de que Martínez fuera asesinado, Gendarmería secuestró 63 kilos de cocaína y una ametralladora Halcón en un auto que trasladaba bultos desde Bolivia a Orán por la ruta 50. Desde hace un año, la Justicia investigaba por narcotráfico a los dos detenidos.
"En el contrabando todo está mezclado en esta zona, pero cada vez tiene mayor peso el narcotráfico y la violencia que generan estos grupos que se enfrentan para tener el control", aseguró Bruno, fiscal de Orán, en diálogo con LA NACION.
Control de pasos ilegales
El Ministerio de Seguridad de la Nación pretende ordenar por primera vez este complejo entramado. El secretario de Fronteras Luis Green adelantó que se pretende cerrar este año 25 pasos ilegales, en un trabajo coordinado con las provincias.
Pero en Orán y Salvador Mazza, dos puntos estratégicos del arribo de droga a la Argentina, no será sencillo. Allí gran parte de la población vive del tráfico ilegal y cuando se ha querido cambiar este esquema se producen conflictos, piquetes en la ruta y enfrentamientos, como ocurrió hace tres años cuando un grupo de bagayeros tomó de rehenes a un grupo de gendarmes hasta que los efectivos de esa fuerza no les devolvieran la mercadería de contrabando secuestrada. Luego se gestó un enfrentamiento en plena ruta 50, donde murió de un balazo un bagayero que vivía en el barrio Néstor Kirchner, de Orán.
No es fácil entrar en el rubro, controlado por representantes de Manuel Barrios, presidente de la Cooperativa 15 de Abril que agrupa a los "pasadores". Tiene dos causas abiertas en la justicia federal por contrabando.
Barrios es quien cobra por el traspaso de los bultos y el que paga a los bagayeros. Este hombre maneja la cooperativa desde fin del año pasado, cuando intentaron desplazar a una mujer de unos 50 años llamada Estefanía que manejaba con exclusividad el traspaso de mercadería desde hacía una década. Entonces, comenzó una guerra que se libra en las calles de Orán y en la ruta 50.
La disputa detonó en una feroz pelea entre bagayeros a palazos y machetazos, que dejó una decena de heridos. Ni la policía ni la gendarmería, que está ubicada a menos de 500 metros del predio, intervinieron. Fuentes de la justicia federal indicaron que no se metieron porque están en inferioridad de condiciones: "Son 20 contra 500".
Rubén Pereyra, un bagayero de 35 años, dice que desde hace unos meses comenzaron a ocurrir cosas extrañas. Otros bagayeros empezaron a robar los cargamentos en la ruta 50. Se vieron obligados a hacer el trayecto hasta Orán, que son unos 20 kilómetros, con una especie de custodia informal que va armada.
Un alto funcionario de la justicia provincial explicó que el bagayero dejó de ser un rebusque, y se transformó en una mafia. Y cada vez tienen mayor peso e influencia en esta ciudad.
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