Avanza la segunda investigación por el crimen de las mendocinas en Montañita: la clave, una toalla roja
Tras la condena de los dos asesinos de María José Coni y Marina Menegazzo, buscan dar finalmente con todos los responsables del doble femicidio
Pasó el primer juicio y hubo una condena histórica contra los dos asesinos de las mendocinas en Montañita, Ecuador. Pero, para la familia de María José Coni (22) y Marina Menegazzo (21) sólo se trata del primer paso, por lo que apuestan ahora a la segunda investigación, que avanza a paso firme, con muchos puntos oscuros por develar, para dar finalmente con todos los responsables del doble femicidio que conmovió al mundo.
Según contó a LA NACION la mamá de Majo, Gladys Steffani, han comenzado a realizarse pericias sobre una toalla roja que reportó un patrón genético diferente al de los autores del hecho, sin embargo pide que la lupa se pose también sobre las jornadas posteriores al 22 de febrero, el último día que vieron con vida a las chicas, para dar con todos los partícipes de los asesinatos, sobre todo durante el traslado de los cuerpos al descampado donde fueron encontrados y evitar que haya encubrimiento.
"Hay muchas cosas que no cierran y que necesitamos que se investiguen. Esto tiene muchos puntos oscuros. Lo de la toalla es un elemento importante que puede conducir a más personas involucradas, lo que avala nuestra hipótesis incial, de que hay alguien más en todo esto", expresó Steffani, a días de haber llegado de Ecuador, donde presenció junto con un grupo de familiares el juicio que concluyó con la pena máxima de ese país: 40 años de cárcel para Segundo Mina Ponce, de 34 años, como autor material, y para Aurelio Eduardo "el Rojo" Rodríguez, de 39, como coautor.
"El juicio lo único que me dejó claro es que ellos son los autores del crimen pero yo quiero todo lo ocurrido desde el 22 hasta el 28 febrero", agregó.
La investigación
Según fuentes allegadas al caso, ya han sido pedidas las pruebas de ADN a más de seis personas de Montañita que podrían estar relacionadas a los homicidios, y no se descarta que haya "gente de más arriba" como creen los familiares de las víctimas, por lo que podrían estar implicados incluso funcionarios policiales.
Asimismo, en una entrevista al diario ecuatoriano El Telégrafo, la fiscal del caso, Maria Coloma Pazmiño, ratificó el avance de las pesquisas y que se ha puesto el foco en ese elemento de prueba para intentar llegar a los demás involucrados. Coloma, miembro de Fiscalía Especializada en Delincuencia Organizada Transnacional e Internacional (Fedoti), fue confirmada en el cargo para seguir con el caso, luego de la resolución de la primera parte.
"Entre las evidencias del crimen, hay una toalla roja -de una de las víctimas- donde se encontraron manchas de color marrón en la que no está el perfil genético de ninguno de los dos condenados ni de ‘El Chamo’ (venezolano implicado por Segundo). Hay un gen puro, si Marina se defendió, alguien salió herido y esa sangre es de uno de los agresores", explicó la funcionaria judicial, quien además de dejar en claro las contradicciones que se registraron en las declaraciones de los condenados, reveló que, tras estudios de personalidad y psicosociales, se descubrió que ‘El Rojo’ obligaba a drogarse a ‘El Negro’.
"Vamos a esperar los resultados de ADN, para ver qué arrojan, pero tenemos muchas expectativas de que se va a avanzar y que va a ser rápido", confió Steffani.
Durante el primer juicio, que se desarrolló durante la primera quincena de agosto y en el que declararon unos 50 testigos, se conocieron detalles escalofriantes de la muerte de ambas chicas. Coni sufrió un fuerte golpe en el cráneo así como lesiones de intento de abuso en la casa de Mina Ponce, mientras que su amiga fue apuñalada seis veces en el cuello, incluso hasta en la médula, además de haber sido maniatada, aunque no violada.
El 22 de febrero, las jóvenes estudiantes universitarias, muy solidarias y amantes de los viajes, habían sido vistas por última vez. La investigación determinó que fueron drogadas, golpeadas, una de ellas abusada y la otra tajeada, hasta morir en Montañita, ubicada a unos 200 kilómetros de Guayaquil mientras terminaban sus vacaciones de verano, que habían compartido con otras amigas, quienes se volvieron a la provincia un par de jornadas antes. Sus cuerpos fueron hallados días después envueltos en bolsas plásticas en un descampado. Desde ese momento comenzó la desesperación y la lucha por justicia. Las contradicciones e irregularidades en las pesquisas oficiales hicieron que las familias se convirtieran en las propias investigadoras del crimen de sus hijas
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