Una tarde de furia. Así atacaron el supermercado Derqui, en Moreno, y un DIA de Don Torcuato
Los hechos fueron registrados por testigos con sus celulares de testigos; en uno, como no lograron abrir, robaron cajones de cervezas y gaseosas; en Tigre, rompieron los vidrios y sustrajeron mercadería
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El foco de la opinión pública estuvo puesto en el impresionante saqueo del DIA de José C. Paz. Pero el de la avenida Croacia 1196 no fue el único supermercado atacado por las hordas en el corredor norte-noroeste del conurbano. Otra franquicia de DIA, pero de Don Torcuato, partido de Tigre, y el supermercado Derqui, situado en la avenida que divide los partidos de José C. Paz y Moreno, también sufrieron intrusiones.
Daniel, un vecino de Cuartel V en Moreno, de 30 años, dedicado a la venta y el reparto de agua, fue testigo directo del saqueo al supermercado situado sobre la avenida Derqui, que ocurrió ayer entre las 18.30 y las 20.
“Fueron los de Lamas, las casitas tomadas, unas viviendas que hizo el gobierno hace unos años y que fueron usurpadas, muchas de ellas sin estar terminadas, por tipos que no laburan. Ellos fueron los que ayer vieron la oportunidad de saquear”, dijo a LA NACION.
A eso de las 18.30 lograron forzar el portón de ingreso, pero fracasaron en su intento de subir la persiana principal. Como no consiguieron su objetivo principal, se llevaron las bebidas que estaban en el patio de descarga logística y estacionamiento, mayormente, cajones de cerveza y de gaseosas”.
“Te puedo asegurar que los que laburan o viven frente al comercio no robaron porque se conocen todos la cara, son clientes de ese supermercado. Estos malvivientes venían de las casitas tomadas que están más atrás, en Lamas, del lado de José C. Paz”, afirmó Daniel
Este cronista de LA NACION, que estuvo hoy afuera del supermercado, advirtió una importante cantidad de restos de vidrio, de botellas de cerveza rotas en la calle y en las veredas. El Derqui estaba completamente cerrado.
“No fue un robo por hambre. La gente de laburo sigue progresando. Hay trabajo, pero no quieren trabajar. Esto es por vagancia, por maldad. Si es por necesidad, trabajás. Los saqueadores viven de la asistencia social, están cómodos con lo que tienen. Los que nos jodemos somos los laburantes”, opinó.
Daniel expuso una situación que calificó como “extraña”. “A los vecinos nos bloqueaban los videos que subíamos a Twitter y a TikTok. No sabemos quién fue, pero había videos que tenían muchísimas vistas, te digo, 45.000 vistas, y de repente aparecían bloqueados. Alguien denunciaba los videos y la cuenta en la que los subía. No sé quién o quienes, ni por qué”, precisó.
Ayer también, Gustavo Montes, de 53 años, dueño del local de la franquicia DIA situado en la Ruta 202 y la calle María, vivió su peor pesadilla. “A eso de las 15, la policía nos dio aviso de que cerráramos. Bajamos las persianas. Pusimos changuitos en el lado interior de las ventanas, pallets y cajones, todo lo que ayudara a amortiguar los ataques”.
“A las 18.15 llegó una banda de 15 o 20 personas, muy agresivas, que intentaron levantar la persiana de forma salvaje. Hicieron estallar los vidrios lanzando cajones, piedras y patadas. Te hablo de vidrios de medio centímetro de espesor arruinados en cuestión de pocos segundos. Dos de ellos lograron forzar el portoncito y gritaron “¡dénnos todo!”. A las empleadas ya las había mandado a sus casas. Me quedé atrincherado con un empleado y logramos defendernos hasta que llegó la policía, pero llegaron a manotear algunos productos, me robaron el celular y me golpearon en la cara. Por suerte no me vaciaron la sucursal. Arrestaron a uno y el resto se fugó. Hicimos la denuncia. Estimo que fueron vecinos del barrio San Jorge, de Campo de Mayo. Muchos eran pibitos, adolescentes. Para mí esto no es político, es oportunismo, por un efecto de contagio a través de las redes sociales. El intendente de Tigre, Julio Zamora, hizo que me dejaran un patrullero toda la noche”.
“Todavía no sé cuánto me va a costar reponer todo lo vandalizado. No lo calculé, y con esta inflación, calcular es difícil. Tuve que comprar un candado, que me costó 10.000 pesos. Hoy mantuve el local cerrado para poder limpiar, ordenar y, más que nada, digerir el mal trago. Mañana tengo que abrir, sí o sí”, sostuvo.
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