A partir del hallazgo de simbología nazi, se abonó la sospecha de que la víctima era un jerarca hitleriano y que el móvil del crimen fue una venganza por su pasado en la SS, pero la pista fue descartada;
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El olor pestilente que emanaba de la casa de Independencia 75, en el barrio Parque, de Bernal, llamó la atención de uno de los vecinos. Ese 24 de abril de 1994 caminó ocho cuadras hasta la comisaría 8ª y alertó a los policías sobre la posibilidad de que en la vivienda hubiera ocurrido un crimen.
Según el vecino, en aquella casa vivían Helmut Klein, de 68 años, y su esposa Elsa, ambos alemanes. La mujer había viajado cuatro días antes a su país para visitar a la familia. A él ya no volvieron a verlo.
Cuando los efectivos de la seccional de Bernal ingresaron en la casa no encontraron ninguna evidencia que indicara que alguna puerta o ventana hubiese sido forzada. Pero a medida que se internaban en la vivienda, y en especial, al llegar al dormitorio de la planta baja, el hedor se hizo más intenso. Los policías demoraron unos segundos en descubrir el origen de ese olor pestilente.
Sobre la cama, desnudo y boca arriba, estaba el cuerpo de un hombre corpulento y canoso. El cadáver estaba lleno de gusanos. Este detalle, sumado a la gran cantidad de sangre que había empapado las sábanas y ya se había secado, indicó a los técnicos de Policía Científica que al dueño de casa lo habrían matado entre 24 y 48 horas antes.
Pero, claramente, no se trataba de un asesinato más: al buscar la fuente del sangrado, los peritos hallaron un corte quirúrgico en la entrepierna de la víctima.
A Helmut Klein le habían extirpado el pene, los testículos y la bolsa escrotal. La autopsia realizada en la Morgue Judicial que funciona en el cementerio de Ezpeleta determinó que la mutilación de Klein se produjo cuando ya estaba muerto.
Esto significa, según reveló uno de los investigadores a LA NACION, que a Klein lo mataron, posiblemente, después de sedarlo. Una vez que el sedante que le dieron hizo efecto, le apoyaron una almohada en la cara hasta segar su vida.
La mano de un especialista
La presunción de la sedación se fundó en el hecho de que el forense no encontró lesiones compatibles con lucha o pelea ni marcas de ligaduras, lo que indicaría —según dijo a LA NACION, 27 años después, uno de los investigadores— que a Klein lo sedaron para evitar que se resistiera y cuando estaba dormido lo asfixiaron con una almohada.
El autor o la autora del homicidio no dejó huellas en la escena del crimen. Se llevó el bisturí que usó para castrar a la víctima. También se llevó el miembro y los órganos viriles de Klein.
Si bien en principio se dijo que Klein había sido castrado, un psiquiatra forense definió la conducta aplicada por el asesino o la asesina como emasculación.
“A la víctima la pudo haber matado una mujer con conocimientos médicos o de enfermería. Al cortarle el pene y la bolsa escrotal para llevarse los testículos expuso su sadismo y dejó en evidencia que el móvil del asesinato fue una venganza por cuestiones personales”, explicó el psiquiatra forense.
El 24 de abril de 1994, cuando fue encontrado el cuerpo de Klein, el entonces juez en lo Criminal y Correccional N°1 de Quilmes, Carlos Altuve, concurrió a la casa, revisó la escena del crimen y supervisó el levantamiento de pruebas.
Además, el magistrado presenció la autopsia y escuchó el relato del forense ante cada incisión que hacía en el cuerpo de la víctima.
El médico legista concluyó que Klein había sido asesinado mediante asfixia por sofocación y reafirmó que las amputaciones del pene y la bolsa escrotal habían sido realizadas con cortes quirúrgicos y precisos, post mortem.
La ausencia de desorden y la falta de puertas y ventanas que hubiesen sido violentadas abonaron la sospecha de que la víctima conocía a la persona que lo mató y le franqueó el ingreso en la vivienda.
En ese momento, algunos vecinos sabían que Klein —al que recordaban como un hombre de pocas palabras— estaba solo en la casa, ya que su esposa había viajado a Alemania.
Aunque entre los investigadores se instaló la presunción de que Klein fue sedado, para la época del homicidio la Superintendencia de Policía Científica bonaerense no contaba con la tecnología y los reactivos para poder encontrar el abanico de 1200 sustancias que se pueden hallar en la actualidad durante un análisis de sangre de orina o un estudio histopatológico.
Ese listado de sustancias incluye desde sedantes hasta tóxicos y venenos. Pero el hecho de no poder encontrar un sedante no era concluyente para considerar que no lo hubiesen usado para facilitar el crimen. “Pudieron haberlo sedado con una sustancia que se metabolizaba rápidamente”, explicó uno de los investigadores.
El hallazgo de cabellos rubios en la cama apuntó la atención de los responsables de la investigación hacia la figura de una mujer que habría sido amante de Klein y a quien el hombre invitó a su casa cuando su esposa viajó a Europa.
Esa supuesta amante, según los investigadores, sería una enfermera, alguien con conocimientos suficientes como para realizar cortes como los que le hicieron en la entrepierna al ciudadano alemán.
Sin embargo, esta hipótesis chocó contra la falta de pruebas. Los vecinos afirmaron que nunca habían visto a Klein con otra mujer que no sea su esposa. Ninguna pista surgió del análisis de la agenda telefónica (de papel, por supuesto). La supuesta amante y asesina que mató a Klein por una cuestión personal y que, además, en venganza le cortó el pene y se lo llevó con los testículos, se convirtió en una pista seductora, pero sin sustento probatorio.
La pista nazi, descartada
Tampoco había pruebas que indicaran que Klein había sido un jerarca nazi que formó parte de la SS hitleriana, como se insinuó a poco de conocido el crimen
Esta presunción surgió cuando se hizo público que, en la casa de la víctima fueron halladas una cruz de hierro, típica condecoración que les entregaban a los militares alemanes por actos heroicos en batalla (tanto en la era prusiana como en la del III Reich), la foto de un hombre con uniforme militar germano y una insignia nazi.
Pero los investigadores determinaron que el hombre que aparecía en la foto no era Klein. Además, se estableció que en el legajo de la Policía Federal de cuando le hicieron la cédula de identidad constaba que había llegado a la Argentina en 1939, cuando comenzaba la Segunda Guerra Mundial.
Si la identidad y la fecha de nacimiento del documento eran las correctas —y no las de un impostor—, Helmut Klein tenía 13 años cuando llegó a la Argentina, lo que demostraría que no habría sido un oficial superior de las SS.
Klein tampoco figuraba en los archivos de Simon Wiesenthal, el “cazador de nazis”, quien descartó que el ciudadano alemán asesinado en Bernal hubiera sido un jerarca hitleriano.
En declaraciones publicadas por LA NACION en su edición del 26 de abril de 1994, dos días después del hallazgo del cuerpo Wiesenthal afirmó: “Por más que haya integrado la SS, se trataría de un ‘pequeño criminal’. Normalmente, las personas que nosotros buscamos son todos mayores de 80 años”.
No obstante, Wiesenthal consideró que “hasta el momento en que se establezca si su nombre era falso o no, no se puede sacar ninguna conclusión”.
Durante los dos años en los que el sumario estuvo abierto, los investigadores no encontraron ningún elemento que avalara la sospecha de que la identidad de Klein era falsa. Además, los responsables de la pesquisa descartaron que hubiese sido víctima de una venganza por su pasado en la SS nazi y encontraron más pruebas sobre una cuestión personal como móvil del homicidio.
En 1996, el juez Marcelo Dragui cerró la causa por falta de pruebas. Nunca hubo un sospechoso acusado o detenido por el homicidio de Klein. A 27 años del asesinato, la vieja casa de Independencia 75 ya no existe más. Fue demolida y en su lugar hoy hay un señorial chalet de dos plantas. Casi ningún vecino de esa cuadra conoció al “viejo alemán” ni saben de su trágico y macabro final.