Asesinos en serie. Cuando matar se convierte en un estilo de vida
Qué necesidad psicológica intentan saciar y qué los motiva a cometer los homicidios
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Se denomina “asesino en serie” a aquel que mata a tres personas en tres distintos eventos con un período de enfriamiento emocional o de “latencia” entre ellos. También se lo puede llamar “asesino múltiple’', porque se cumple el criterio de al menos tres víctimas. Hoy en día, para algunos especialistas en criminología basta con matar de este modo a dos personas para entrar en esa categoría, aunque, por ejemplo, no es así para la Ley en los Estados Unidos.
Tres eventos -homicidios- nos hablan ya de un estilo de vida, de un modo de resolver la frustración a través de la violencia extrema. Pero hasta acá podríamos también estar refiriéndonos a un sicario o un asesino a sangre fría. Lo que diferencia de estos a un asesino en serie es la necesidad psicológica que experimentan y que los motiva a salir a matar.
La elección de las víctimas, cuando los ataques no son espontáneos, lleva mucho tiempo de planificación, de fantasías previas que es necesario recrear, una y otra vez, hasta llevar a la realidad, aunque para muchos la realidad no llegue a esa perfección que ensayan en su cabeza. Finalmente, la satisfacción emocional que obtienen con cada ataque eleva su autoestima y los hace sentir “compensados”, pudiendo reintegrarse socialmente con un modus vivendi que no suele levantar sospechas.
No es raro que quienes los conocen refieran que la violencia fue ejercida con diversos matices, pero no con todo el mundo.
Una de las características de los agresores seriales es la ambición de ir por más a través de la impunidad, el escape, del uso y abuso ejercen con cada víctima.
En el caso del presunto asesino en serie de Ramallo, el criterio de elección estaría orientado a las relaciones o, mejor dicho, a personas conocidas o cercanas (la propia familia). Y esto no es raro: varios tienen imposibilidad de establecer nuevas relaciones o ganarse la confianza de distintas personas y prefieren pasar desapercibidos. No todos son carismáticos y grandilocuentes: eso es un mito.
En este caso, quizás eliminar al primer miembro de la familia-el hermano-, si el objetivo era exterminar al resto, era una decisión que le permitiría deshacerse de alguien que sí sospecharía o notaría algo extraño en la muerte de su sobrina o de su madre, no dudaría en pedir que la justicia investigue y sería el más difícil de manipular, porque según lo que trascendió, incluso para el personal sanitario no eran personas que presentaban riesgo de muerte.
En esas hipotéticas circunstancias, el modus operandi o método necesario para cometer el delito lo habría favorecido al ser el amo y señor de la escena luego de que las muertes ocurrían, porque como hijo, y al igual que con el personal sanitario, e incluso los asesinos en serie disfrazados de médicos o enfermeros, lo raro es que no estén allí luego de los fallecimientos. Y como hermano, padre o hijo ¿quién dudaría de sus buenas intenciones?
La aserción de poder suele ser una de las motivaciones habituales de los agresores seriales. Optar por la posibilidad de recurrir siempre al mismo establecimiento hospitalario, aunque no sea lo más práctico, podría haber servido para revivir los presuntos crímenes anteriores, porque este es uno de los pocos aspectos en que la ficción no miente: la mayoría de los asesinos en serie vuelve a la escena del crimen cada vez que se sienten “poca cosa”; así reavivan el momento en que pudieron salirse con la suya y seguir adelante con el modus vivendi que los reintegra socialmente, respetando las mismas normas que todos, hasta que aparezca una nueva víctima.
El tercer hecho en un agresor serial es decisivo: al consumarlo, ya ha decidido que esto es también parte de su estilo de vida. Con la impunidad de los ataques van generando un nivel de autoconfianza y arrogancia al lograr salir caminando y sin sospechas, como en los dos anteriores crímenes. Pero esta sensación de omnipotencia suele llevarlos a cometer errores.
No sería casual que sea su madre, con quien quizás haya tenido un vínculo afectivo, sin dejar de ser una víctima necesaria, la que lo llevó al olvido de ocultar el envase con la sustancia con la que habría envenenado a la tercera víctima, dejando la impronta de huellas dactilares que procesarán los criminalistas y que podrían conducir la pesquisa hacia él.
Porque otra de las características de los agresores seriales es la ambición, que a veces lleva al agresor serial a un punto de saturación y caída.
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