Apuestan a aprender un oficio que les permita ganarse la vida en libertad
Ramón Páez Méndez no duda: "Mi oficio me salvó la vida". No lo dice por el dinero que pudo haber ganado a lo largo de su vida con el trabajo. Para él, a los 57 años, haber aprendido los secretos de la tapicería desde la adolescencia tiene otro sentido: ser tapicero le permitió tener la cabeza ocupada en la cárcel, donde cumple una condena de 11 años y cuatro meses por un homicidio.
Él es uno de los 2847 internos de la Unidad 1 Lisandro Olmos, del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB). Y el de tapicería es uno de los 15 "talleres productivos" en los que trabajan 169 presos.
"Hay muchos internos que no tienen un oficio. A mí, el mío me salvó. En la cárcel tenés todo el tiempo del mundo y es importante mantener la mente ocupada. Tener un oficio es un 'zafe' para pensar en otras cosas. Es muy importante el trabajo porque afuera hay otra vida", cuenta Páez Méndez, que aguarda con ansiedad que la Justicia le dé la libertad. Siente que la cárcel no es su lugar en el mundo: por ahora, según los informes de los psicólogos del SPB, no está "apto para la sociedad".
Páez Méndez capacita hoy a sus compañeros de prisión, en La Plata. Conoce el oficio a la perfección: comenzó a los 14 años, con las enseñanzas de uno de sus ocho hermanos. "Después fui a trabajar a un taller grande. Este oficio lo amo, lo mamé de chico y siento un gran orgullo de poder transmitirles mis conocimientos a otros internos, porque es muy importante el trabajo", relata.
En Olmos hay 15 talleres: confección de colchones para todas las unidades del SPB; elaboración de fideos, carpintería, herrería, tapicería, tornería, bobinados, panadería, lustre, premoldeado de cemento y chapa, pintura y electricidad de vehículos, entre otros.
"Frente a una cárcel tan emblemática como es Olmos, "la gobernadora María Eugenia Vidal tomó una doble determinación. Por un lado, poner a una mujer al frente de todo el complejo por primera vez en la historia [Norma Puccia, que asumió en octubre pasado como jefa de las unidades 1, 22, 25 y 26, con 3445 detenidos] y, por otro, destinar recursos para reacondicionar y activar los talleres que no estaban operativos, todo para sustentar aún más el cambio profundo en el sistema penitenciario provincial y, a la vez, aumentar los medios y las herramientas para la reinserción de los internos", explica a LA NACION el ministro de Justicia bonaerense, Gustavo Ferrari.
En el taller de colchones trabajan 29 detenidos y, desde octubre de 2016, sacaron 16.102 unidades. El espacio con más trabajadores es el de "disposición de tecnología en desuso", donde intervienen 44 presos.
Las historias
Emmanuel Smit tiene 34 años. Hace tres que está detenido. A diferencia de otros presos que juran ser inocentes, él no lo niega: fue condenado por un robo en Glew, partido de Almirante Brown. Dice que su adicción a las drogas lo llevó a la cárcel. Trabajo no le faltaba: tenía un taller de herrería y se dedicaba a la construcción general de viviendas y a la instalaciones de equipos de aire acondicionado.
"No delinquí por falta de dinero o de trabajo, sino por culpa de la droga", afirma. Pero ahora está convencido de que en la cárcel se perfeccionó como herrero y no quiere volver nunca más a una prisión. Pasa sus días en un pabellón colectivo con otros 40 reclusos del quinto piso de la unidad. Fuera de Olmos lo esperan su mujer y sus tres hijos.
De lunes a viernes, a las 7.30, sale del pabellón para dirigirse al taller de herrería. Es la hora del "desengome" [la apertura de las celdas]. Trabajaba hasta las 18. Lo que más le gusta del trabajo en el taller es cuando tiene la oportunidad de reparar sillas de ruedas, porque sabe que de esa manera ayuda a otra persona. "Lo hacemos con cariño", sostiene.
Smit está en tratamiento por su vieja adicción a la cocaína. No consume más, pero sabe que una vez que salga de la cárcel debe continuar con la ayuda psicológica y psiquiátrica para no tener una recaída. "Tengo una familia que me necesita y yo la necesito", afirma.
Wilfrido Sosa nació hace 34 años en Paraguay, donde fue detenido, a pedido de la Justicia argentina, por un intento de homicidio en José C. Paz, en 2007. Desde su extradición pasa sus días en Olmos. Como en Encarnación, la ciudad donde vivía en su país natal, tenía una carpintería, no dudó en pedir una entrevista para el taller de la prisión. "Sirve para despejar la mente", dice, en vos baja.
También hay aulas
En la Unidad 1 no solo hay talleres donde los presos trabajan. Los internos también pueden estudiar. Este año empezaron la primaria, la secundaria y el nivel universitario 1279 detenidos, el 79% de los reclusos. Además hay cursos de formación profesional en los que 84 presos se forman como gasistas, ebanistas y electricistas.
Hernán Minguez tiene 35 años. Está en la cárcel desde el 22 de febrero de 2013, con una condena de 12 años por un robo en González Catán. Hasta que fue detenido trabajaba en una empresa que fabricaba estructuras metálicas y en su casa tenía un taller mecánico. Pero en la cárcel quiso aprender otro oficio: ahora se capacita en trabajos de bobinado y refrigeración de motores.
"Me interesó saber otro oficio. Aprendí rápido. Le agarré la mano. El bobinado y la refrigeración ya no tienen secretos para mí", relata con una sonrisa. También estudia en el anexo que la escuela técnica Albert Thomas tiene en el penal. Se inscribió en la carrera de maestro mayor de obras. "Jamás pensé que iba terminar acá. Siempre me dediqué a trabajar", afirma. Cuenta que en la empresa de Villa Urquiza en la que estaba empleado entraba a las 7 y salía a las 17. Hasta ese día de diciembre de 2012, cuando cometió el error de embriagarse y estar con la gente equivocada. Hubo un robo en el que participó un policía. Él y los otros tres fueron condenados.
"Es lindo poder participar de estos talleres. Hoy en día todo te sirve. Uno aprende de los errores", dice Minguez, y el rostro se le ilumina cuando cuenta que todos los fines de semana recibe la visita de su madre, su mujer y su hermano. Entre el estudio y el trabajo, los días de semana los tiene ocupados casi al ciento por ciento.