El cuerpo de la biologa que llegó a la Argentina para recorrer la ruta 40 en bicicleta, nunca apareció; el cuerpo de Annagreth Würgler también fue buscado en la casa del magistrado; actualmente detenido por el asesinato de un empresario
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Annagreth Würgler llegó a la Argentina en julio de 2004 y comenzó a recorrer en bicicleta la ruta 40 desde Jujuy. El 29 de agosto, después de pasar la noche en un camping cercano a Pagancillo, La Rioja, se dirigió al Parque Nacional Talampaya. Fue la última vez que la vieron.
Su cuerpo nunca apareció. Para la Justicia, la turista suiza fue secuestrada y asesinada. Aunque hubo un hombre condenado a 18 años de prisión, el móvil del crimen y el destino del cuerpo son uno de los misterios más importantes de la historia penal argentina.
Alcides Cuevas, dueño de la camioneta en la que Annagreth realizaría la excursión al Parque Nacional Talampaya, fue detenido ese año y sentenciado en 2007 por el homicidio de la bióloga suiza. Pero en 2016 recuperó la libertad porque la Justicia riojana consideró que había cumplido las dos terceras partes del cómputo de la pena.
Desde el momento en que Cuevas puso un pie fuera de la prisión, la investigación por el homicidio de Annagreth quedó archivada. Los allegados a la víctima están convencidos de que hubo más partícipes del crimen. Mientras, el juez que tuvo a cargo el caso, Walter Sinesio Moreno, fue condenado por el asesinato de un empresario que era amigo suyo.
El juez Moreno apareció en el radar de los investigadores del homicidio de la turista suiza debido una serie de indicios que apuntaban a que en la casa del magistrado que dirigió la instrucción del caso Annagreth, podrían estar los restos de la víctima. Sin embargo, esta pista quedó descartada.
Otro elemento sumó más sospechas sobre el juez Moreno. El día que el magistrado fue detenido en el hotel Imperio de La Rioja, apareció una bicicleta similar a la que usaba Annagreth. No obstante, el caso nunca se reabrió. En el momento del hallazgo de la bicicleta de la turista desaparecida, el 20 de abril de 2008, el acusado Cuevas estaba preso. Este detalle abonó la sospecha que apuntaba a supuesta inocencia de Cuevas. También avalaba la presunción de que tuvo al menos un cómplice.
El viaje final
Annagreth fue vista con vida por última vez el 29 de agosto de 2004. A partir de la reconstrucción realizada durante el juicio oral, se determinó que la turista suiza había llegado a la zona de Villa Unión el 27 de agosto. Pasó por la comisaría de Patquía, donde pidió permiso para alojarse por una noche, en el patio trasero, con su carpa.
Al día siguiente, Annagreth partió hacia el paraje El Chiflón, donde armó la carpa al lado de la casa de un comerciante. En su camino al Parque Nacional Talampaya, en el kilómetro 114 de la ruta 76, se cruzó con una camioneta Chevrolet 4x4, que conducía Walter Narváez y pertenecía al mencionado Cuevas. Cansada por el trayecto en bicicleta, Annagreth le pidió a Nárváez que la llevara hasta el camping de Pagancillo.
Al llegar al camping, la bióloga suiza bajó de la camioneta y se alojó en el predio administrado por Amanda Gordillo y Mario Machuca. Al mismo tiempo, Narváez se dirigió al hotel de Cuevas con los turistas a los que había llevado a una excursión. El chofer le comentó a Cuevas sobre la llegada de Annagreth y su intención de conocer el Parque Nacional Talampaya.
A partir de las declaraciones de los testigos, los magistrados establecieron que Annagreth abordó la camioneta Chevrolet de Cuevas y junto a Narváez se dirigieron desde Pagancillo hacia Villa Unión. Según figura en el expediente, el testigo Nicolás Antonio Díaz dijo que había visto a Cuevas y Annagreth en la plaza de Villa Unión, mientras Narváez, permanecía en la camioneta.
Después, según las pruebas analizadas por los jueces, en el trayecto de regreso a Pagancillo, Cuevas le ordenó a Narváez que descendiera del vehículo y siguió con Annagreth. Fue la última vez que vieron con vida a la turista suiza.
Los testigos Rolando Mario García e Italo Lucas Gordillo, que habían atendido a Annagreth en la comisaría de Patquía y en el parque “El Chiflón”, afirmaron que la turista suiza vestía una calza negra. Una prenda de vestir similar fue encontrada por los policías de Villa Unión escondida en la camioneta de Cuevas.
“Por las particularidades del hecho que se debía juzgar –tales como la falta del cadáver de la víctima, el prolongado lapso que transcurriera entre la fecha del suceso y la denuncia de la desaparición de Annagreth Würgler–, si bien no se disponía de pruebas directas de la existencia del crimen, no hay dudas de que las pruebas de carácter indiciario con que se contaba resultarían bastantes para arribar a una decisión condenatoria sobre Cuevas”, sostuvieron los jueces que revisaron la sentencia contra el dueño del hospedaje de Villa Unión.
El veredicto condenatorio contra Cuevas resaltó dos conclusiones centrales expuestas por los magistrados: “La desaparición de Annagreth Würgler no se debió a que hubiere decidido ausentarse o alejarse por su propia voluntad, sino que fue muerta por un tercero, y el autor de su muerte fue Cuevas”.
Ambas conclusiones se fundaron en las declaraciones de los policías que atendieron a Annagreth en la comisaría Patquía, de los guías turísticos del parque El Chiflón y de Severo Fonzalida, que indicaron que la turista suiza “era una persona muy seria, amable y que estaba muy contenta con su viaje”.
Estas declaraciones se completaron con los correos electrónicos aportados por el hermano de Annagreth y por su novio, Mathias Villiger, en los que la víctima les dijo que “disfrutaba intensamente del viaje y que se sentía muy feliz”.
Además, los jueces tuvieron en cuenta los dichos de los testigos Dámaso, Alberto y Walter Vera, que afirmaron que la esposa de Cuevas les había pedido que declararan que la noche del 29 de agosto, cuando Annagreth fue vista con vida por última vez, habían comido un asado con el sospechoso, aunque ese encuentro se concretó, en realidad, veinte días después.
Más sospechosos en el camino
José Vega Aciar, abogado de Cuevas, cuestionó la sentencia dictada por el tribunal de Villa Unión, integrado por los jueces Sofía Nader, Mario Pagotto y Rubén Rejal, que habían concluido que Cuevas mató a la bióloga suiza entre las 23 del 29 de agosto de 2004 y las 5.30 del día siguiente, en circunstancias y lugar que no precisaron y que luego, escondió el cadáver.
Jurg Würgler, padre de Annagreth, presenció la lectura del veredicto que, además de la condena de Cuevas, incluyó la absolución de Amanda Gordillo, Mario Machuca y el chofer Walter Narváez. El abogado Nicolás Azcurra representó a Gordillo y a Machuca, y logró convencer al tribunal de que los administradores del camping no habían tenido ninguna vinculación con el homicidio de la turista suiza.
En 2016, luego de pasar 12 años preso y al cumplir las dos terceras partes de la condena, Cuevas recuperó la libertad. Actualmente no quedan detenidos por el homicidio de Annagreth, aunque existe la firme sospecha que indicaría que hubo más responsables.
Esta presunción fue avalada con un curioso episodio. Hace tres años, un empresario se presentó en la comisaría de Villa Unión y puso a disposición de la policía 300.000 pesos en concepto de recompensa para que se pague a la persona que aporte datos que permitan encontrar el cuerpo de Annagreth y que posibiliten identificar a otros sospechosos del homicidio.
El acusador, acusado
La hipótesis que indicaría la existencia de otros partícipes en el homicidio de Annagreth se fundó en supuestas irregularidades registradas durante la instrucción del caso que estuvo a cargo del juez Walter Sinesio Moreno, que cuatro años después pasó de acusador a acusado.
El magistrado Moreno fue condenado a prisión perpetua por el asesinato del empresario Jorge Ormeño, dueño de la agencia de venta de autos de Villa Unión. Según, la reconstrucción del crimen, ocurrido en abril de 2008, el juez habría urdido un engaño para que el agenciero concurriese a su juzgado. Allí, los cómplices del magistrado lo sorprendieron y lo golpearon en la cabeza.
Después, lo subieron en la camioneta Ford Ranger que pertenecía al empresario y, seguidos por Moreno en una Toyota Hilux, lo llevaron al paraje Zanja de la Viuda, donde arrojaron barranca abajo el vehículo con el cuerpo de la víctima.
“Tres de los acusados ataron el cuerpo de Ormeño, ya sin vida, en el asiento del conductor. Encintaron una mano al volante y otra, sobre la palanca de cambios, con el cuerpo inclinado y la pierna derecha sobre el lugar del acompañante; lo impregnaron con nafta. Luego cruzaron la camioneta sobre la ruta e intentaron prenderle fuego. Pero no pudieron. Debido a la inclinación del terreno y al propio peso del vehículo, la camioneta se desplazó por la ladera y no lograron detenerla. El rodado con el cuerpo del empresario quedó en una zona intermedia del precipicio, sin llegar a caer al fondo”, describieron los magistrados en la sentencia condenatoria contra el juez Moreno.
Al día siguiente, el conductor de un colectivo en el que viajaba un grupo de docentes, al pasar por el kilómetro 3734 de la ruta 40, encontró la camioneta Ford Ranger en el barranco. Ante la presunción de que se tratara de un accidente de tránsito, el chofer alertó a la policía.
Además de los efectivos de Villa Unión, uno de los primeros funcionarios en llegar al lugar fue el juez Moreno, quien, en contra de lo que marcan los protocolos, ordenó que fuese retirado el cuerpo del conductor. En ese momento, el fiscal Alberto Ocampo se opuso a la medida dictada por el magistrado porque afirmaba que debía excusarse del caso debido a que era amigo y deudor de la víctima.
En la investigación del homicidio de Ormeño se determinó que el juez Moreno había convocado al empresario a su despacho para ofrecerle un negocio con la venta de cinco autos para la flota del Ministerio de Hacienda de La Rioja. El plan era que cuando Ormeño llegara al juzgado, los cómplices de Moreno debían reducirlo y llevarlo a la agencia de automóviles para que entregara la combinación de la caja de seguridad, donde guardaba un millón de pesos.
Para los jueces Mario Emilio Pagotto, Nicolás Eduardo Juárez y Rodolfo Rubén Rejal, el acusado Moreno y sus cómplices, Mario Isidro Barrios y Enrique Narváez, fueron coautores materiales del asesinato del agenciero y los condenaron a prisión perpetua. En tanto que a Mario Alcídes Rodriguez le aplicaron la pena de once años y ocho meses de cárcel, debido a que lo consideraron partícipe secundario del asesinato.
El cuerpo de Annagreth nunca fue encontrado. Un monolito levantado en las proximidades del Parque Nacional Talampaya, en la ruta 40, coronado con la bandera suiza pintada en un extremo, recuerda el paso por el lugar de la bióloga nacida en Berna. El único condenado por el homicidio de la turista quedó en libertad hace cinco años. Y el juez que investigó el caso sigue preso, condenado a prisión perpetua por el asesinato del empresario que le cambiaba los cheques.
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