Alarmas que suenan y que nadie atiende
Carlos Lehder Rivas tiene el raro privilegio de haber sido el primer colombiano extraditado a los Estados Unidos, en los años de Pablo Escobar Gaviria . Lehder Rivas tenía una meta: comprarse una isla en el Caribe para fundar allí un narco-Estado que le sirviera para facilitar el vuelo de las avionetas que llevaban cocaína desde los laboratorios colombianos hasta Miami. Lehder Rivas tenía el dinero para hacerlo. Y la certeza de que con esos dólares corrompía cualquier voluntad.
Virginia Vallejo también es colombiana. Era figura de la TV. Se enamoró de Pablo Escobar Gaviria. Fue su pareja. En un libro escrito después de la muerte del meganarco, contó que en la casa en la que se encontraban había armarios repletos de billetes. Era tanto el dinero que entraba, que no había forma de guardarlo.
Hoy, en la Argentina, el dinero que no se puede contar, se pesa. En Rosario, los billetes se guardan en cajas de cartón y se transportan a granel en los baúles de los autos. Aquí, mientras el Gobierno se toma seis meses para decidir si nombra un responsable al frente de la Sedronar, en Rosario balean la casa del gobernador de la provincia de Santa Fe.
Aquí, en Buenos Aires, dirigentes políticos con responsabilidad ejecutiva en temas de seguridad y asistencia social reconocen -off the record- que en muchas villas porteñas y del conurbano perdieron el control de la situación a manos de los narcos.
Hace tiempo que suenan las alarmas. Lo advierte la Iglesia; lo advierten las madres que ven cómo sus hijos caen en el paco. Lo advierten los pocos que se atreven a denunciar la connivencia narco con el poder. Faltan jueces, faltan radares, faltan aviones. Daría la impresión de que, por sobre todo, falta decisión política para combatirlo.
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