Alarmante realidad. Alumnos asesinados y escuelas cerradas en barrios donde las balas imponen su propio orden
En uno de los colegios secundarios que había suspendido las clases luego de la muerte de un adolescente pudo comprobarse el temor de la comunidad educativa: al reabrirse las puertas, solo se presentaron 12 de los 300 alumnos
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ROSARIO.- Desde hace tiempo en Rosario la muerte se transformó en un lenguaje trágico que busca aportar mensajes, dentro de un negocio que tracciona a sangre. Es una dinámica que llevó a que Rosario tenga una tasa de homicidios cuatro veces más alta que el promedio nacional. En medio de ese esquema marcado por la violencia, desde hace tiempo muchas escuelas, donde hay víctimas entre sus estudiantes, y otras instituciones, como los clubes barriales, se transformaron en lugares de luto, bajo asedio de amenazas y tiros.
Esto se debe a que los menores de edad ponen sus cuerpos en negocios criminales que desde hace 15 años crecen sin freno. El sábado de la semana pasada, Maxi y Maite, de 13 y 14 años, fueron asesinados en el barrio La Cerámica, en el norte de Rosario, un lugar donde estalló un espiral de violencia, que llevó a que colegios y clubes de la zona cierren ante el temor de sufrir atentados, como ya ocurrió después del crimen de Máximo Gerez, de 12 años, a principios de marzo en el barrio Los Pumitas. A esto se sumó un fenómeno inédito, que expandió el terror: el jueves a la noche se viralizaron mensajes por toda la ciudad, a través de mensajes de WhatsApp en los que se advertía que había “un toque de queda narco”. A partir de las 20, las calles se despoblaron. Muchos negocios, bares y restaurantes cerraron sus puertas ante la posibilidad de que esa fake news se transformara en algo real. Los mensajes iban acompañados de videos en los que se veía a grupos disparando contra personas que corrían, autos y locales.
Algo similar había ocurrido desde el fin de semana en el barrio La Cerámica, en el norte de Rosario, donde los vecinos manifestaban que los chicos habían sido asesinados al azar, según señalaron en esa zona que fue recorrida por LA NACION. La gente advirtió que no buscaban a esos menores, sino que fueron víctimas de un plan para instalar el terror en un lugar donde se alteró en los últimos días el engranaje de la venta de drogas. Hace dos semanas, en ese barrio fue asesinado Jeremías Natanael López, de 16 años, en circunstancias similares.
La cifra de menores asesinados representa el 9,8 por ciento del total de homicidios que se produjeron desde enero a abril, según un informe del Observatorio de Seguridad Pública. Los pibes aparecen en estas tramas criminales tanto como víctimas como victimarios. En lo que va de este año se produjeron 124 asesinatos. En mayo se cometieron 20 crímenes, un promedio de uno por día.
El lunes decenas de vecinos decidieron cercar ese barrio. Instalaron piquetes en un radio de diez cuadras, con ramas y cubiertas de autos encendidas para evitar –según ellos- que los narcos vuelvan a matar a más chicos. Esta situación repercutió en las escuelas de la zona.
No hubo clases en las escuelas N° 1315 “Itatí de Corrientes” y la N° 540 “Camino de los Granaderos”, donde iban Maxi y Maite. Al otro día decidieron reabrir, pero fueron muy pocos alumnos. A la escuela Itatí sólo asistieron 12 chicos de más de 300 que concurren diariamente. Los padres no mandaron a sus hijos al colegio ante el miedo de que se desaten balaceras. Algo similar ocurrió en la escuela Fontanarrosa y en otra de barrio Rucci, cerca de La Cerámica. Y luego, el efecto se amplió a otros establecimientos del sur y oeste de Rosario. El viernes cerró la escuela Estanislao López, en Montevideo 6720, barrio Belgrano. La noche anterior habían sufrido un ataque a tiros.
“No sabemos qué hacer. Debemos abrir las escuelas porque son un lugar clave para contener la violencia, pero a la vez no podemos arriesgar a los maestros, padres y alumnos”, explicó a LA NACION un directivo de una de las escuelas de la zona norte de Rosario, que pidió el resguardo de su nombre.
La fiscal de la Unidad de Balaceras, Valeria Haurigot, que se creó hace dos años cuando comenzaron los ataques indiscriminados de bandas narco, dijo que “el fenómeno está en aumento, por una razón fundamental: no se puede cortar porque los ataques se ordenan desde las cárceles, donde los grupos criminales siguen teniendo acceso a teléfonos celulares”.
Directivos, docentes, asistentes escolares y Amsafé Rosario, gremio que agrupa a los maestros estatales, se reunieron con autoridades del Ministerio de Educación, donde se acordó unificar horarios de entrada y salida, para que el movimiento sea durante las horas de luz natural, ante la difícil situación que atraviesa el barrio. También hubo compromiso de presencia policial en ingreso y egreso a los establecimientos en los que todo es angustia.
“Hay mucha preocupación porque es muy terrible la situación, sobre todo, en zona norte, donde hemos tenido tres alumnos asesinados en pocos días”, admitió el titular del gremio que agrupa a los docentes estatales Amasafé Rosario, Juan Pablo Casiello.
“Nadie tiene una receta ni una solución inmediatas. Las comunidades educativas somos víctimas de una situación que excede a las escuelas. Pero no podemos quedarnos encerrados y tampoco creemos en el camino de la militarización, que es el que se está tomando desde hace rato y, está demostrado, no es solución”, insistió el dirigente gremial.
Frente a esta situación, Amsafé Rosario convocó para el martes próximo, a las 11, a una concentración frente a la sede local de Gobernación, para reclamar medidas concretas y efectivas contra la violencia que afecta a la educación pública. Para que alumnos puedan participar de la manifestación no habrá clases en las escuelas públicas rosarinas. Esto ya sucedió el mes pasado, pero a pesar de la protesta no se vieron cambios en materia de seguridad.
Los tres crímenes que se produjeron en una semana conmovieron el barrio La Cerámica, ubicado en la zona norte de Rosario, que se gestó a partir de la década del 60 en torno a la fábrica de revestimientos. Por eso lleva ese nombre.
Los vecinos están aterrorizados porque creen que las muertes fueron al azar –las víctimas no tenían nada que ver con el negocio narco-, para demarcar con un mensaje un trasfondo teñido por la venta de drogas.
Por mensajes de Whatsapp que se empezaron a viralizar, los vecinos creen que un grupo narco irradia terror con el argumento de que seguirán matando hasta que aparezca un cargamento de diez kilos de cocaína que les habría robado otra banda. El problema para los investigadores –según revelaron- es que nadie quiere declarar ni aportar algún indicio. Por un lado, en la Justicia desconfían de esta teoría, y por otro los vecinos tienen miedo, por lo que nadie suministra datos claros. La trama navega en el territorio de los rumores, sobre la base de los asesinatos.
En la Agencia de Investigación Criminal estiman que dos familias están detrás de estos homicidios. Se trata de clanes que se disputan un terreno que quedó sin jefes de peso, luego de que fue asesinado Marcelo Coto Medrano en septiembre de 2020, un hombre de la barra de Newell’s que abastecía a los búnkeres de la zona, y tenía relación con Esteban Alvarado. La sospecha es que Medrano fue asesinado por la banda de Daniel Godoy, que tributaba para Guille Cantero, el detenido líder de Los Monos.
El lugar de Coto fue ocupado por Godoy, que fue detenido hace un mes por la Policía Federal, luego que se detectara que se había instalado en la provincia de Buenos Aires, desde donde trasladaba cocaína a la zona norte de Rosario. Desde ese momento, advierten las fuentes policiales, el lugar quedó vacante, y ahora comenzaron a sucederse homicidios. Los investigadores observan que un crimen que ocurrió en febrero pasado pudo haber desatado esta puja por el territorio. Fue el asesinato en Siripo al 1400, en barrio La Cerámica, de Marcelo Nicolás Gálvez, de 27 años, quien se encontraba en la vereda, cuando un sicario a pie se acercó y le disparó sin mediar palabra. En el mismo ataque resultó herida de bala en la boca una adolescente de 12 años que también estaba en la vereda. Las sospechas es que detrás de este asesinato estuvo la familia Duarte, que compite en ese lugar para dominar la venta al menudeo de drogas.
El problema que enfrentan los investigadores es que se introducen en las tramas criminales cuando el conflicto estalla y las víctimas murieron. “Vamos detrás, juntando cadáveres”, grafica un policía que se desempeña hace varios años en la fuerza.
Desde los homicidios surge el terror. Es que a partir de los crímenes empiezan a viralizarse mensajes que provocan un miedo mayor en la gente, muchas veces los propios grupos criminales buscan eso también y lo generan, como ocurrió en el barrio Los Pumitas, tras el homicidio de Máximo Gerez a principios de marzo pasado.
El martes a la tarde ocurrió un hecho llamativo en el club Sparta, en Parque Casas, que está ubicado también en la zona norte. Entre los socios de esa institución deportiva empezó a circular la versión de que iban a atacar la sede social. Decidieron suspender las prácticas de los chicos. “Amenazaron con balear el club Sparta de zona norte mientras conversábamos allí con vecinos. No es un hecho aislado, es lo cotidiano. Llamamos al 911, pero la policía tardó 30 minutos. Hay que pacificar Rosario y esa debe ser la prioridad de todos sin margen para ninguna diferencia”, escribió en su cuenta de Twitter el precandidato a intendente del socialismo Enrique Estévez.
Según contaron a LA NACION socios del club, no hubo una amenaza directa, pero sí empezaron a circular versiones que llevaron a que se suspendan las actividades deportivas y sociales. La misma reacción tomó el club de fútbol El Torito, donde surgió Ángel Di María, que decidieron cancelar las prácticas por temor a las balaceras.
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