ADN del crimen: Rápido, furioso y borracho en la Panamericana
Como en cualquiera de las películas de la saga Rápido y Furioso, Gustavo Cusato recorrió dos kilómetros, borracho y a contramano, de la Panamericana. Al menos quince conductores que se dirigían a la Capital lograron esquivarlo. Pero Nicolás Amadini, que circulaba correctamente en su Volkswagen Saveiro, no pudo eludirlo y chocó de frente contra el Ford Fiesta que conducía el ingeniero electrónico. Amadini y su amigo Leandro Zárate fallecieron. Victoria Condolucci, novia de Zárate, sobrevivió a la tragedia. Las ocho operaciones a las que fue sometida a raíz de las fracturas que sufrió por el violento impacto reconstruyeron su cadera y sus piernas, pero no podrá ejercer más como profesora de danzas.
En una sentencia sin antecedentes en un hecho de tránsito, el Tribunal Oral Nº 1 de San Isidro, integrado por María Elena Márquez, Alberto Ortolani y Gonzalo Aquino, condenó en 2017 a Cusato adoce años y medio de prisión por los homicidios de Amadini y Zárate y por el intento de asesinato de Condolucci.
El ingeniero electrónico está preso desde el momento de la tragedia en la cárcel de José León Suárez. Hace tres días pidió ser beneficiado con la prisión domiciliaria a raíz del riesgo de contagio del virus Covid-19. La Cámara de Apelaciones y Garantías de San Isidro rechazó la solicitud.
A partir de la reconstrucción de la colisión, realizada por los fiscales Cosme Iribarren y Federico González, se determinó que Cusato pasó por el sector del telepeaje cerca de Pilar a las 4.21 del 17 de enero de 2016. Cuando conducía en dirección a la ciudad de Buenos Aires, al llegar al cruce con la ruta 202, giró en "U" y comenzó a circular a contramano por el carril rápido a 100 kilómetros por hora. A pesar de las señales de luces que le hicieron los quince conductores que lograron eludirlo, y que tuvo la posibilidad de salir de la autopista o detenerse, el ingeniero electrónico siguió su recorrido en contra del tránsito.
Durante casi un minuto, Cusato recorrió la Panamericana a contramano, desde el puente de la ruta 202 hasta el denominado puente Belgrano. A las 4.29 el Ford Fiesta conducido por Cusato, a 100 kilómetros por hora, chocó frontalmente contra la camioneta que manejaba Amadini, a casi 120 kilómetros por hora.
Una tragedia evitable
"Me llamaron la atención las luces blancas que se aproximaban de frente. Estaba con mi señora y le dije que venía un auto, a contramano. Le hice luces y pisé un poco el freno para avisarles a los conductores que venían atrás de mí. Pude esquivarlo, a pesar que nos acercamos rápido. La explosión fue fuerte. Pude ver el choque por el espejo", describió Diego Rodríguez, amigo de las víctimas, que ocupaba el primer lugar en la caravana de vehículos que regresaba después de festejar un cumpleaños en la zona de Tortuguitas. Otro amigo de Amadini y el conductor de una camioneta Chevrolet Spin, también lograron eludir al Ford Fiesta que venía de frente.
Pero Nicolás no tuvo margen de reacción y murió en el acto. Victoria salió despedida por el parabrisas y cayó entre el tercer y cuarto carril de la Panamericana. De milagro no fue arrollada por otros automovilistas. Tenía el rostro cubierto por astillas de vidrio y las piernas fracturadas. Zárate fue llevado al hospital, pero falleció cinco horas después.
"Veníamos charlando con Amadini de hacer un viaje todos juntos y de repente abrió los ojos muy grandes, con cara de susto. No llegué a ver nada más. Me desperté en el asfalto. No me podía sentar, tenía fracturas expuestas de piernas y de cadera ", recordó Victoria durante el juicio.
A diferencia de los ocupantes del vehículo que chocó, Cusato pudo salir del Ford Fiesta por sus propios medios. Antes de abandonar su automóvil, el personal de seguridad de la concesionaria de la autopista alcanzó a colocarle un collar ortopédico. Les dijo a los auxiliares cómo se llamaba, que vivía en San Miguel y aportó su número de documento. Esta circunstancia que describió uno de los operarios de la autopista y que fue corroborada por otros testigos constituyó un elemento clave para determinar que el ingeniero tenía pleno dominio de sus actos.
Cinco horas después del sangriento episodio, se concretó la extracción de sangre de Cusato. El análisis determinó que tenía 1,32 gramos por litro de sangre. Durante el juicio oral, la defensa del ingeniero intentó demostrar que debido a la cantidad de alcohol que había tomado, Cusato perdió la conciencia y no sabía lo que hacía cuando condujo a contramano por la autopista durante dos kilómetros, sin intentar esquivar a los vehículos que venían de frente.
"En ese estado crepuscular, el individuo no tenía facultad de comprender sus acciones, y de dirigirlas en función del automatismo, es lo que yo veo en cuanto a la conducta del individuo en cuanto a su personalidad de base y en cuanto a su trastorno con el alcohol", expresó el perito de parte presentado por la defensa.
Control del vehículo
Antes de la tragedia, Cusato había estado en un cumpleaños, que se realizó en una quinta de Tortuguitas, donde tomó alcohol. Luego, cerca de las 4, mandó mensajes con su celular, subió a su Ford Fiesta, sin perderse en el camino, a pesar de que era la primera vez que estaba en ese lugar, y se dirigió a la Panamericana. Al llegar al telepeaje, disminuyó la velocidad, antes de que se levantara la barrera. Todos esos actos del imputado avalaron la presunción de que sabía lo que hacía cuando conducía en forma imprudente.
"Les quiero pedir perdón a Victoria y a las familias de Nicolás y de Leandro. Me doy cuenta de lo difícil que debe ser perdonar, tal vez imposible. Quisiera tener una explicación, pero no la tengo", declaró el imputado.
Al contrario del condenado, Amadini no tomaba alcohol. Trabajaba en una empresa de transporte y estudiaba para convertirse en visitador médico. "Lo único que hacía era preguntar por Leandro. Me decían que estaba bien, yo sentía que no era así. Quería verlo, siempre estaba esperando que una de las visitas fuera él. Nunca imaginé lo que había pasado. Vivía con Leandro y después del accidente volví a la casa de mi mamá. Diez meses después, una de las placas que me pusieron en la cadera se partió y tuve que dejar de dar clases. Ya no lo puedo hacer más", relató Victoria durante el juicio.
En el debate, los peritos explicaron que una persona con una medida de alcohol en sangre de entre 0,50 a 1,50 se ubica dentro de la primera fase de ebriedad. Dicho estado, según los peritos oficiales, "se caracteriza por un estado de excitación y euforia que induce a imprudencias, favorecidas por un notable grado de indiferencia frente a los resultados de las propias acciones, lo que implica pérdida de inhibiciones". A partir de esa descripción, el tribunal consideró que no hubo una acción de inconsciencia, sino de indiferencia.
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