ADN del crimen: “¡Pará loco, ya está todo terminado”, el grito después de una masacre con 64 balazos
Claudio Díaz, uno de los sobrevivientes de la la mortal emboscada en Wilde, recordó la orden que le dio un policía a otro integrante de la brigada de Lanús después de asesinar a cuatro inocentes
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Fue el hecho de brutalidad policial más sangriento de la historia penal argentina. Para la Justicia, siete policías, sin motivo alguno, persiguieron a los ocupantes de dos vehículos ante la sospecha de que se trataba de un grupo de ladrones que planeaban asaltar una financiera clandestina en Wilde.
En un tramo de la persecución abrieron fuego contra un Dodge 1500, al que confundieron con el vehículo en el que viajaban dos supuestos ladrones y le dispararon 39 balazos. Edgardo Cicutín, el vendedor de libros que ocupaba el asiento del acompañante, fue obligado a descender del automóvil que conducía su compañero Claudio Díaz y, cuando estaba indefenso le dispararon 14 balazos a quemarropa.
“Nos bajamos con Edgardo. En un momento dejé de verlo. Se había juntado mucha gente en abanico con armas en la mano. Me ordenaron que me tirara al piso cabeza abajo. Inmediatamente sentí que me pisaban la espalda y me apoyaron un arma en la cabeza. Escuché gritos. Pedían por otra persona, buscaban a alguien de colita. También pedían tres esposas más. En segundos se empezaron a escuchar tiros. Fueron bastantes balazos. Como tenía la cara contra el piso no pudo ver a las personas completas. Una de esas personas tenía un arma a la altura de la rodilla . En ese momento escuché que alguien le dijo a otro ‘pará loco ya está todo terminado’. Inmediatamente escuché el llanto de Edgardo que decía que le ardía mucho. Me levantaron, miré hacia atrás y en ese momento, pude ver la espalda de Edgardo. Me metieron en un Peugeot 504 con la cabeza entre las piernas y me llevaron a la brigada”, declaró Díaz durante el juicio.
Tanto Díaz como Raquel Gazzanego, esposa de Cicutín, tuvieron que esperar casi 29 años para que la Justicia sometiera a juicio oral a los policías que, el 10 de enero de 1994 protagonizaron la persecución que terminó con cuatro homicidios.
Después de escuchar a los testigos y de analizar las pruebas y peritajes balísticos, el Tribunal Oral N° 3 de Lomas de Zamora, integrado por los jueces Marcelo Hugo Dellature, Luis Miguel Gabián y Claudio Fernández dictó un veredicto condenatorio contra siete efectivos de la policía bonaerense a los que consideraron responsables de la denominada Masacre de Wilde.
Al dictar la sentencia los magistrados impusieron la condena de 25 años de prisión a los excomisarios Roberto Mantel y Eduardo Gómez, los exoficiales Osvaldo Lorenzón, Pablo Dudek, Julio Gatto y Marcelo Valenga, y el excabo Marcos Rodríguez como coautores de “homicidio calificado por el concurso premeditado de dos o más personas, reiterado, cuatro hechos y homicidio calificado por el concurso premeditado de dos o más personas un hecho en grado de tentativa todos en concurso real entre sí”.
Si bien uno de los peritajes concluyó que hubo 64 disparos, los querellantes sostuvieron que, en realidad, los policías dispararon 270 balazos. Debido a que tuvieron el dominio de la escena del crimen habrían borrado muchas de las improntas que los comprometían.
Una larga lucha por justicia
“Estoy conforme porque, a pesar que pasaron casi 29 años, se pudo hacer el juicio oral y condenaron a los policías. Por lo que me decía mucha gente, parecía algo impensado y contra todo pronóstico. Aunque nunca dejé de luchar. Pero estoy satisfecha de haberlo conseguido, de haber llegado. Sin embargo, no estoy de acuerdo con el monto de la pena. Siempre voy a sostener que se trató de un homicidio agravado, en conjunto. Así que insistiré con el pedido para que sean condenados a prisión perpetua. No fue un homicidio simple”, expresó Raquel, la esposa de Cicutín.
Además de Cicutín, que trabajaba como vendedor de libros junto a Díaz, fueron asesinados el remisero Norberto Corbo y sus pasajeros Enrique Bielsa y Gustavo Pedro Mendoza.
En coincidencia con el reclamo de los familiares de las víctimas, la fiscal Viviana Simón había solicitado que los policías sean condenados a prisión perpetua.
Durante su alegato la representante del Ministerio Público había expresado que “se tuvo por acreditado no solo el hecho, sino también la coautoría penalmente responsable en el mismo de todos los procesados”. Para la fiscal hubo un “acuerdo previo para matar entre todos, debido a que la prueba demostró que se organizaron con medios, vehículos, armas de fuego y cantidad de participantes para consumar la muerte y ejecutar a las víctimas, a las que emboscaron en la zona de Wilde. La acción de cada imputado no fue la de un mero partícipe, sino de los que mantienen dominio sobre el hecho”.
Hace casi 29 años cuando Gazzanego llegó a la esquina de Ramón Franco y avenida Mitre, porque le avisaron que su esposo había sufrido un accidente, fue interceptada por un comisario que se desempeñaba en la Brigada de Investigaciones de Lanús que le dijo que la muerte de su esposo: “había sido un lamentable error”. En realidad, el jefe policial omitió informar que al esposo de Gazzanego lo habían fusilado, cuando estaba indefenso en el piso. Tampoco le dijo que el Dodge 1500 en el que Edgardo viajaba con Claudio, su compañero de trabajo, tenía 39 impactos de bala.
“Ha quedado debidamente acreditado, que Corbo, era un remisero, padre de familia, que nada tuvo que ver como autor o partícipe, con hecho delictivo alguno, y que infortunadamente perdió su vida mientras realizaba su trabajo. Igual conclusión tuve con respecto de Edgardo José Cicutín y Claudio Antonio Díaz, ambos ciudadanos comunes, trabajadores, y hombres de familia, que solo se dirigían a la localidad de Berazategui a vender libros”, expresó uno de los integrantes del tribunal en los fundamentos de la sentencia, de 651 páginas.
Según la descripción del episodio, de la que se dejó constancia en la sentencia: el 10 de enero de 1994 un grupo de nueve policías persiguió al remise Peugeot 505 conducido por Corbo, en el que viajaban Bielsa y Mendoza. Al interceptarlos a pocos metros de Ramón Franco y Mitre, los policías abrieron fuego contra el vehículo. Luego, advirtieron la presencia de un Dodge 1500 al que confundieron con un supuesto vehículo de apoyo.
Entonces, los policías, que estaban de civil y sin sirenas, lo persiguieron y dispararon. Al llegar a la esquina de Moreno y Bismarck, el Dodge 1500 se detuvo, dañado por 39 balazos. Díaz y su compañero Cicutín descendieron y, entre uno y tres policías, mataron a Cicutín. Díaz, salvó su vida.
Según consta en la sentencia, los policías confundieron el Dodge 1500 en el que viajaban Díaz y Cicutín con un vehículo similar. Se trataba de un remise conducido por su propietario y dos pasajeros que como Bielsa y Mendoza tenían antecedentes penales y vínculos con varios de los policías que se desempeñaban en la Brigada de Investigaciones de Lanús.
Al revisar las declaraciones expuestas en el debate habría quedado al descubierto que, los pasajeros del remise Dodge 1500, solamente identificados por sus apellidos: Quintana y Leguizamón, junto a Bielsa y Mendoza, supuestamente planeaban asaltar una casa de cambio que también funcionaba como financiera para lavar dinero de actividades ilegales. Uno de los custodios de esa casa de cambio de divisas era un efectivo que se desempeñaba en la Brigada de Investigaciones de Lanús que le habría entregado información sobre los movimientos de dinero al fallecido Mendoza.
Para concretar el asalto, los mencionados Mendoza, Bielsa, Leguizamón y Quintana abordaron dos remises, un Peugeot 505 y un Dodge 1500, en la zona de Sáenz Peña y se dirigieron a Wilde. No lo sabían, pero, en realidad viajaban a una emboscada armada por un grupo de policías de la Brigada de Investigaciones de Lanús.
Cuando ambos remises llegaron al cruce de Ramón Franco y Mitre comenzaron a ser perseguidos por una serie de vehículos en los que viajaban los policías acusados. Entonces, los efectivos, sin dar la voz de alto, abrieron fuego contra ambos remises. En medio del caos y los balazos, los policías perdieron de vista al Dodge 1500 en el que viajaban Quintana y Leguizamón.
Una emboscada sangrienta
Mientras buscaban a ese vehículo, los policías se cruzaron con otro Dodge 1500. No sabían que no era el mismo rodado en el que viajaban los supuestos ladrones. Ese Dodge 1500 que comenzaron a perseguir era conducido por el vendedor de libros Díaz quien, para dirigirse a Berazategui dejó Mitre y tomó por Ramón Franco.
Según declaró el sobreviviente, al pasar por la sede Avellaneda de la UTN escuchó los tiros y encontró el embotellamiento. Entonces, se dio por una calle lateral para eludir esa situación de riesgo. Después de recorrer menos de cien metros comenzaron a disparar a su automóvil. Debido a la cantidad de balazos que recibió su Dodge 1500 recorrió media cuadra con las cuatro ruedas en llanta. Ahí, descendió del coche, que ya había recibido 39 balazos disparos de dos pistolas 9 mm y un subfusil UZI. Segundos antes, Díaz había escuchado el grito de su compañero Cicutín: “Gordo, nos están tirando a nosotros”.
A tres cuadras, los policías interceptaron el otro Dodge 1500 en el que viajaban los supuestos ladrones y secuestraron una caja con armas. Según los jueces, ninguna de esas armas fue usada. Nadie abrió fuego contra los policías. Nada justificaba los homicidios de Bielsa, Mendoza, Corbo y Cicutín.ß
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