ADN del crimen: Mandioca, el adolescente que no podía dejar de matar en el conurbano
En la cuarentena aumentaron los casos de menores no punibles acusados de asesinatos; algunos son reclutados por narcos y se convierten en sicarios
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Primero disparan, después preguntan. Tienen fácil acceso a las armas y no dudan en tirar a matar. No integran superbandas dedicadas a asaltar bancos y blindados como Luis “el Gordo” Valor o Héctor “la Garza” Sosa Aguirre. Los grupos delictivos de los que forman parte son desorganizados y efímeros, pero violentos. Algunos de ellos apenas pasan los 15 años y cargan con varios homicidios en sus espaldas. Estas son las características principales de los menores que cometen delitos en el área metropolitana.
En Dock Sud, Uriel M. tenía 15 años y era conocido como Mandioca. Tenía pedido de captura por un doble homicidio ocurrido en Lomas de Zamora. El 24 de marzo pasado se había escapado del Instituto de Menores de Glew. La policía también lo buscaba por el asesinato de Jair Benítez, de 16 años, ocurrido el 15 de abril pasado en el cruce de Gutiérrez y Laprida, en Villa Tranquila, el asentamiento situado entre Dock Sud y la Isla Maciel, a un costado de la avenida Nicolás Avellaneda.
Por su edad, Mandioca era considerado no punible para la ley. Debido a que su familia no podía contenerlo porque algunos de los parientes fueron abatidos en enfrentamientos con la policía y otros estaban presos, entonces un juez de Garantías le impuso una medida de seguridad. No resultó difícil para Mandioca huir del instituto de menores, situado en Glew, y volvió rápidamente a la calle.
Pero el 16 de mayo pasado fue detenido nuevamente. Efectivos de la comisaría 1a. de Avellaneda lo apresaron con tres cómplices. Todos llevaban armas, desde una escopeta hasta una pistola 9 mm.
Mandioca apenas pasó unos días preso. Volvió a escaparse. Aunque en esta oportunidad fue la última. Hace una semana lo mataron de tres balazos en la esquina de Manuel Ocantos y Larroque. Según fuentes policiales, el móvil del homicidio fue una venganza por el asesinato de Benítez.
Los cuatro homicidios ocurrieron en la misma zona en la que, el 31 de octubre de 2018, otro menor, pero de 14 años, conocido como Bodoque, asesinó al policía Leonardo Sarmiento, en la esquina Ricardo Gutiérrez y French, en Villa Tranquila. Sarmiento, de 40 años, se desempeñaba en la Dirección Departamental de Investigaciones (DDI) de Lanús, estaba de civil junto a una compañera. Ambos uniformados habían sido asignados para realizar una vigilancia encubierta en un caso de abuso sexual.
Bodoque y otros cuatro menores emboscaron a Sarmiento para robarle el celular. En ese momento, Sarmiento se identificó como efectivo de una fuerza seguridad y Bodoque lo asesinó.
Hace un mes, Richard M., de 15 años, se cruzó con dos parejas que volvían a su casa, después de cenar. El menor se conocía con una de las parejas. Eran vecinos, vivían en edificios tomados en Bartolomé Mitre al 2400, en la zona de Once.
Al pasar frente al santuario de San Expedito, sin mediar palabra, Richard M. disparó cinco balazos y asesinó a Francisco Junior Mayhua Fitzmaurice, de 26 años. Después de balear a sangre fría a la víctima, el menor asesino tomó un taxi y se escapó. Efectivos de la Policía de la Ciudad lo apresaron doce horas después en la casa de un familiar, en Tapiales.
Richard M. tiene nacionalidad argentina, pero su familia era peruana. Su hermano mayor, Fidel, tenía una causa por una serie de robos cometidos cuando era menor, mientras que su madre había sido acusada en un caso de usurpación de un edificio, en Once.
Soldaditos inimputables
El 4 de abril pasado, Ramiro Hergnian estaba con un grupo de conocidos en la esquina de Santiago del Estero y Boyd, en José León Suárez. En ese momento, dos menores pasaron en una moto por el lugar y abrieron fuego contra los jóvenes. Huyeron después de disparar una ráfaga con una pistola calibre 9.
Según fuentes policiales y judiciales, Ramiro estaba en el momento equivocado en el lugar equivocado. Los agresores confundieron al grupo con supuestos integrantes de una banda de narcotraficantes local y dispararon.
Un mes después, efectivos de la comisaría de José León Suárez detuvieron a dos menores, de 14 y 16 años, acusados de ser los presuntos sicarios. Los investigadores determinaron que ambos menores eran “soldaditos” de una banda de narcotraficantes que opera en la zona y habría querido cobrar venganza de alguno de los jóvenes que estaba con Ramiro.
La familia de la víctima realizó una serie de manifestaciones frente a la comisaría situada en la avenida Márquez para reclamar por el esclarecimiento del homicidio y para aclarar que el joven asesinado no tenía ninguna vinculación con el narcotráfico.
A partir de las declaraciones de los testigos que estaban junto a la víctima, los policías allanaron dos viviendas situadas a cinco cuadras de la escena del homicidio y detuvieron a dos primos, de 14 y 16 años. Debido a que uno de ellos es menor no punible, había sido reclutado como sicario por una banda narco, que se aprovechó de su edad porque no puede ser condenado, en caso de una eventual detención.
Casos como los de los primos Paz, de José León Suárez; Uriel M., un chico identificado como Bodoque, y otro menor conocido como Cara de Vieja, en Avellaneda; Aaron, en Ingeniero Budge, que cuentan con varios homicidios en sus espaldas a pesar de no llegar a los 14 o 15 años, se han vuelto más comunes en los últimos meses.
Por ser menores no punibles no pueden ser sometidos a un proceso penal. Al haber cometido hechos de sangre como asesinatos, a los jueces de la Justicia Nacional de Menores en la Ciudad de Buenos Aires o los magistrados del Fuero de Responsabilidad Penal Juvenil, en el territorio bonaerense, solamente les queda dictar una medida de seguridad.
Pero esa medida de seguridad no puede ser para siempre. Según la ley, al cumplir la mayoría de edad, el acusado recupera la libertad. También puede hacerlo antes. Este fue el caso de Brian, el menor que integraba una banda de motochorros que, el 24 de diciembre de 2016, en Rivera Indarte y Asamblea, mató a Brian Aguinaco, de la misma edad, cuando su abuelo intentó impedir que los delincuentes le arrebataran la mochila a una madre y a su hija.
La madre del menor asesino tenía prisión domiciliaria en su casa del barrio 1-11-14, el padre había sido expulsado de la Argentina. Ambos estaban procesados en una causa por narcotráfico. Mientras que el primo había sido abatido en un tiroteo con la policía. Un juez de Menores porteño dispuso que el menor homicida abandone el país para quedar en custodia de su abuelo paterno, en Lima, Perú. Según vecinos del barrio, el menor asesino regresó al mismo lugar cercano a un santuario del Gauchito Gil donde se reunía con el resto de los motochorros que lo acompañaban cuando mató a Brian. Nadie controló que el asesino cumpliera con la orden judicial.
Si la medida de seguridad para un menor homicida debiera cumplirse en territorio bonaerense, la situación aparece más descontrolada. Dichos centros de detención dependen del Organismo Provincial de la Niñez y Adolescencia. Si bien cuentan con calabozos, la vigilancia es ejercida por celadores. El personal uniformado solamente custodia el perímetro exterior, cuando la comisaría con jurisdicción en la zona dispone de algún efectivo para recorrer la adyacencias del Instituto. Esto significa que no se escapa solo el menor que no quiere.
El final de Torrejita
Los adolescentes no punibles que no cumplen las medidas de encierro y vuelven en la calle pueden correr el destino de Mandioca o Torrejita, el ladrón de 15 años que el 23 de junio pasado irrumpió a balazos en una casa del barrio La Loma, en La Plata. A Torrejita, que había sido detenido en dos oportunidades en seis meses, lo mató el vecino del dueño de la vivienda en la que entró con un niño como escudo.
En otros hechos, las bandas narco recurrieron a menores, 13 años, como sicarios o mulas, para transportar drogas. Este fue el caso de una banda desbaratada a mediados de junio pasado en el cruce de Calderón de la Barca y Tafi, en Laferrere. Allí, efectivos de la Subestación Sur de La Matanza, apresaron a siete integrantes de un organización delictiva que traficaba drogas. Los estupefacientes eran comprados con el dinero obtenido con asaltos y extorsiones a comerciantes. Entre los siete detenidos figuraban cuatro menores, uno de ellos, de 13 años. Todos estaban armados.
También estaban armados los cinco miembros de una banda de ladrones de automóviles que fue apresada por efectivos de la Policía de la Ciudad, luego de una persecución y tiroteo que comenzó en Larrazábal y José Barros Pazos, en Lugano y terminó en Fernández de la Cruz y Lacarra, en Villa Soldati. Dos de los detenidos tenían 18 años. Mientras que los otros tres sospechosos eran menores, de 15, 16 y 17 años.
Aunque la ley dispone que un menor no punible detenido por cometer un delito debe ser restituido a los padres, hubo casos donde eso fue imposible porque alguno de los progenitores usaba al menor para robar. Eso quedó expuesto a principios de agosto pasado, cuando la policía apresó a un hombre, de 45 años que salía a robar con sus hijos de 19 y 11, ambos armados, en Munro.
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