ADN del crimen: la última mentira del rey de las estafas
Estuvo involucrado en la destitución de un concejal y manejó múltiples identidades para cometer toda clase de fraudes, pese a su abultado historial delictivo
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A pesar de tener varias condenas en su contra Rodrigo Chavarría seguía en libertad. Salió de la cárcel en 2019 después que lo sentenciaran a tres años y ocho meses de prisión por estafar a un grupo de comerciantes de San Nicolás y de Ramallo. Se hizo conocido por armar una causa falsa contra un concejal en Salta, tuvo procesos en esa provincia, Tucumán y en Buenos Aires. Fue detenido hace una semana, en Avellaneda, cuando se hacía pasar por médico del Hospital Austral y quiso sobornar a los policías que lo apresaron.
Su caso, con un prontuario de quince páginas, con tres condenas y dos declaraciones de reincidencia y constituye un claro ejemplo de la puerta giratoria instalada en el sistema penal argentino.
Antes que lo detuvieran en Avellaneda, una comerciante de San Nicolás lo habría denunciado porque se hizo pasar por un efectivo de Gendarmería y le transfirió $ 1.000.000 para comprar un camión. Dicha operación nunca se concretó. Chavarría fue investigado por este hecho, ocurrido en enero de 2020, pero no llegó a ser procesado por el engaño denunciado por una damnificada.
Este maestro de las estafas pasó más de la mitad de su vida vinculado al delito. Su prontuario indica que, únicamente dejó de cometer estafas cuando estuvo preso en alguna cárcel salteña o del sistema penitenciario bonaerense.
A Chavarría lo conocieron como ejecutivo de una multinacional automotriz, efectivo de la Gendarmería, médico del Hospital Austral, agente de viajes y oficial de la Brigada de Investigaciones de Salta.
Un hombre de mil identidades, elegidas según la necesidad del ardid planificado.
Durante su carrera delictiva, se hizo pasar por el gendarme Juan González, el médico de la Gendarmería Rodrigo Sokolowsky, el oficial Humberto Enrique Camejo o el analista de sistemas Walter Vilte.
Cuando lo apresaron la última vez, en la comisaría de Villa Barceló, en Avellaneda, se presentaba como Rodrigo Emanuel Phiser Sokolowzky, de profesión médico cirujano. Al comprobar que sus amenazas de denunciar a los policías que lo apresaron no tendrían efecto, el acusado los invitó a que lo llevaran a su departamento, en Puerto Madero, donde tenía guardado $ 1.000.000 y les entregaría $ 100.000 a cada uno, a cambio que lo dejaran escapar.
El falso médico fue apresado cuando llegó a la casa de su novia, quince años menor que el imputado. La mujer lo había denunciado por violencia de género. Al comprobar que no era médico y ante el intento de soborno contra los policías, Chavaría sumó más acusaciones en su contra.
Después de indagarlo, la fiscal Soledad Garibaldi solicitó al magistrado de Garantías de Avellaneda que convirtiera en detención la aprehensión de urgencia de Chavarría, quien quedó preso, acusado de lesiones leves cometidas en el contexto de violencia de género, resistencia a la autoridad, dádivas y usurpación de títulos y honores. Así, el estafador de las mil caras volvió a quedar detenido.
El primer golpe
A cada momento, Chavarría intentaba ocultar su identidad. Recurrió a cuanto ardid tenía a mano para evitar que los investigadores policiales y judiciales determinaran que el imputado de golpear a una mujer, que decía ser médico, era en realidad un estafador con antecedentes penales por delitos que habría cometido desde que tenía 16 años, en Salta.
En 2003, cuando era adolescente, fue conocido en esa provincia como José C. Así identificó la Justicia al chico que denunció ser víctima de un delito cometido por el concejal del Partido Justicialista, Guillermo Capellán. A pesar que el edil manifestó que era inocente estuvo 60 días preso y fue destituido.
Dos años después, cuando José C. dejó de ser adolescente y se convirtió en mayor, quedó al descubierto que no fue víctima de ningún delito y formó parte de una causa armada para lograr la destitución del concejal Capellán.
Tanto la denuncia contra el concejal como el proceso en su contra y la revelación de la supuesta falsa denuncia constituyó una novela en capítulos, uno más escandaloso que el anterior, rodeada de matices esotéricos.
Chavarría, nunca fue detenido por esta presunta presentación apócrifa, no obstante, ese hecho marcó el comienzo de su extenso recorrido por los tribunales. Ya como mayor, según consta en su prontuario de quince páginas, el 8 de noviembre de 2011, fue condenado a cuatro años y seis meses de prisión por la Sala II de la Cámara en lo Criminal de Salta. Esta sentencia acumuló una serie de expedientes en su contra iniciados con el sumario 16.337 de 2008, por estafas concretadas con el uso de tarjetas de crédito, obtenidas mediante hurto o fraude.
Según fuentes judiciales, Chavarría seducía a mujeres y engañaba a hombres para robarles las tarjetas de crédito para hacer compras mediante la utilización de identidades falsas y concretar importantes defraudaciones contra comerciantes.
No pasó mucho tiempo para que el rey de las estafas recuperara la libertad. Debido a su juventud y a que no tenía condenas anteriores, un juez de Ejecución penal de Salta lo benefició con la libertad condicional y Chavarría salió de la cárcel en 2012, un año después de haber sido sentenciado.
Tres años más tarde fue detenido nuevamente. La Justicia lo acusó de estafar a los vendedores del mercado central de Salta. Según consta en la causa 118752 de 2015, Chavarría se hacía pasar por un oficial de la Brigada de Investigaciones de la policía salteña y amenazaba con clausurar los locales y puestos de los comerciantes si no pagaban una coima.
A pesar de sus antecedentes, en un proceso realizado el 14 de mayo de 2015, los magistrados del Tribunal de Juicio N° 5 le impusieron una condena de diez meses de prisión efectiva y lo declararon reincidente.
Para esa época, además de ambas condenas, Chavarría sumaba un procesamiento en su contra dictado por el juzgado federal de Salta. En septiembre de 2009 lo habían detenido cuando se hacía pasar por un efectivo de Gendarmería y realizaba falsos controles a los comerciantes que circulaban con mercaderías provenientes de Aguas Blancas, en la frontera con la ciudad boliviana de Bermejo. En dicho expediente fue imputado por presunta usurpación de títulos y honores, pero nunca fue condenado.
Movimientos fuera del radar
Durante un año, Chavarría desapareció del radar de la Justicia salteña. En 2016, fue detenido nuevamente, acusado de estafas reiteradas contra comerciantes de San Nicolás. Se alojó en el hotel Igualdad de esa ciudad el 22 de junio de dicho año. Permaneció allí durante un mes. Nunca pagó la factura.
Con una audacia sin límites, Chavarría decidió no escapar de San Nicolás y, entre el 5 y 10 de agosto contrató una habitación en un conocido hotel de la ciudad. Al completar la ficha de pasajeros, se identificó como Rodrigo González, de profesión médico de Gendarmería. Cuando el encargado del hotel le reclamó el pago de la factura de $ 4000, el acusado le dijo que le permitiera acercarse a un cajero automático para retirar el importe en efectivo.
Dejó en garantía la supuesta arma reglamentaria de la fuerza federal de seguridad. Nunca regresó. Entonces, el encargado de hotel realizó la denuncia y llevó a la policía la pistola que el estafador había entregado dentro de una funda. Al revisar el arma, los investigadores comprobaron que se trataba de una réplica de utilería.
Otro nombre, otra víctima
A partir de la reconstrucción del raid delictivo protagonizado por Chavarría, los investigadores del Ministerio Público de San Nicolás determinaron que, el mismo día que huyó del hotel, Chavarría se presentó en la agencia de venta de automóviles usados situada en General Savio al 300.
Allí se hizo pasar por el gendarme Juan González y preguntó el precio de un Volkwagen Voyage que estaba en venta en la agencia. El responsable del local le dijo que el valor del auto era de $ 160.000. Entonces, acordaron que se encontrarían nuevamente a la tarde para probar el vehículo. Después de dicha reunión y luego que el falso González lo llevara a una casa que compartía con una cómplice, el vendedor regresó con el falso gendarme a la agencia para concretar la operación.
Para entonces, el estafador había encandilado al vendedor con sus historias de la frontera. Al llegar a la agencia, según consta en la denuncia, el estafador le preguntó al vendedor si tenía una computadora para hacerle la transferencia bancaria por los $ 160.000. que costaba el automóvil.
El agenciero respondió que no tenía computadora. Entonces, el acusado dijo que haría la transferencia desde su celular. Fue el punto culminante de una puesta en escena armada para concretar la estafa. Luego de realizar una serie de ademanes en el celular, el acusado le mostró un falso comprobante de la transferencia, que había armado previamente y se marchó con el automóvil.
Chavarría fue detenido esa noche después que el vendedor de automóviles hizo la denuncia. Al revisar otras presentaciones ante la comisaría de San Nicolás, los funcionarios del Ministerio Público advirtieron que el acusado había realizado distintas compras en locales de la calle Bartolomé Mitre, donde pagó con tarjetas de crédito robadas y utilizó identidades falsas.
En 2018, la jueza Correccional Luciana Díaz Bancalari condenó a Chavarría a tres años y ocho meses de prisión por estafas reiteradas. Después de pasar un año y once meses en la cárcel de San Nicolás, el estafador recuperó la libertad en 2019, antes de la pandemia.
Fue denunciado en enero de 2020 pero no llegó a ser detenido, hasta que hace una semana, en Avellaneda fue apresado nuevamente.
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