ADN del crimen. La más oscura sombra de la policía bonaerense rodea una ejecución con 53 disparos contra un paredón
Ever Alarcón fue asesinado en Florencio Varela y uniformados de la Unidad Táctica de Operaciones Inmediatas aparecen como sospechosos de un fusilamiento
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Ever Alarcón salió de su casa para comprar analgésicos para su madre. Nunca regresó. Su cuerpo fue encontrado por un vecino del barrio Paraná, en Florencio Varela. La cantidad de balazos que le dispararon le destrozó la cara. Al lado del cadáver hallado en la esquina de las calles 1335 y 1328, frente a un paredón blanco, los peritos en Criminalística de la Gendarmería encontraron 53 vainas servidas. Una semana después del homicidio de Ever, los efectivos de esa fuerza federal allanaron la sede de la Unidad Táctica de Operaciones Inmediatas (UTOI) de la policía bonaerense, en Florencio Varela y secuestraron las armas reglamentarias de seis integrantes de ese grupo especial.
Aunque no hay detenidos, la fiscalía sospecha que un grupo de policías asesinó a Ever, de 20 años, que trabajaba como pintor de obra, al confundirlo con supuesto soldadito narco, rival de la banda de traficantes de droga que instaló sus puestos de venta de estupefacientes a lo largo de la calle 1335, en los pasillos que chocan contra el mencionado paredón.
Debido a que existen indicios que vinculan al grupo de uniformados con el homicidio de Ever, el fiscal Darío Provisionato decidió que la investigación quedara a cargo de los detectives de la Gendarmería.
El homicidio de Ever no se trató de un hecho aislado. Desde hace seis años un grupo de bandas narco intenta copar el territorio varelense para vender droga.
La denominada masacre del barrio San Rudecindo o del “puente amarillo”, ocurrida en 2022; sumada a la balacera de villa Hudson, registrada en abril de este año, constituyen una réplica del fenómeno Rosario en ese sector del conurbano.
De la misma forma que ocurre en Rosario, en el caso de Florencio Varela con los homicidios de Ever Alarcón y de Lautaro Morello, la masacre del barrio San Rudecindo y los asesinatos de dos jóvenes que esperaban el colectivo después de salir de un boliche, se registraron una serie de asesinatos y ataques a balazos que confirmarían que un sector de la policía no es la solución a semejante ola de violencia, sino que se convirtió en parte del problema.
Según fuentes judiciales, los seis efectivos de la UTOI no son los únicos uniformados investigados por los vínculos con las bandas narco. Hasta el momento, suman diez los efectivos de la policía bonaerense acusados por ataques a balazos que tuvieron como móviles venganzas entre bandas que luchan por el territorio para vender droga.
Al revisar la escena del homicidio de Ever, ocurrido el 29 de septiembre pasado, minutos después de las 23, en una zona donde no se hallaron cámaras de seguridad, los efectivos de la mencionada fuerza federal de seguridad hallaron dos testigos clave: se trata del hombre que encontró el cuerpo de la víctima y de otro vecino que alertó al número de emergencias 911.
“Llegué a mi casa a las 22.15 aproximadamente. En el camino me había cruzado con dos móviles policiales que se quedaron a unos metros de dónde vivo y en el mismo lugar donde ocurrió el homicidio. Uno de los móviles era nuevo, pero tenía una chapa gris que tapaba la luneta porque se la habían destruido. El otro móvil también era nuevo, estaba pintado de blanco. De esos patrulleros descendieron varios policías. Todos llevaban uniformes negros”, recordó el testigo en una declaración, de dos páginas que figura en el expediente que se instruye el fiscal Darío Provisionato.
Los uniformes negros detallados por el testigo coinciden con la vestimenta que utilizan los policías del grupo especial UTOI, que se diferencian de los efectivos de comisarías y cuerpos como Infantería o GEO. El 12 de octubre pasado, los efectivos de la Sección Varela del Escuadrón de Seguridad Ciudadana Sur de la Gendarmería realizaron un operativo en la sede la UTOI en Florencio Varela y secuestraron el libro de guardia de la mencionada dependencia policial, que tenía 196 páginas y el libro de presentismo en el que se deja constancia de la asistencia de los policías. Son considerados documentos públicos y cualquier intento por modificar algunos de los datos consignados en esas actas, es calificado como un delito.
Además de los libros de guardia y de asistencia, los efectivos de la Gendarmería secuestraron las seis pistolas reglamentarias asignadas a los policías que se desempeñaban a bordo de los móviles 31324 y 31291 que, la noche que asesinaron a Ever, estaban en la zona donde ocurrió el homicidio. Dichas armas serán sometidas a peritajes balísticos con el objetivo de determinar si se utilizaron para matar a Ever.
“Minutos después de entrar en mi casa escuché los disparos. Fueron más de veinte balazos. Cuando salí de mi casa pasaron varios móviles. Iban a toda velocidad por la calle poceada calle de tierra. No se dirigían al lugar en el que se escucharon los tiros, al contrario, huían de la zona. Poco después, llegaron otros móviles. No eran los mismos que huyeron”, expresó el testigo.
Mientras que el vecino que vive a quinientos metros de la esquina en la que fue hallado el cuerpo de Ever también señaló a un grupo de uniformados como presuntos homicidas: “en el lugar de los hechos había a móviles policiales pertenecientes a UTOI que desde los que se habrían efectuado disparos de arma de fuego contra la víctima”.
La familia de Ever, que designó como abogado a Carlos Dieguez, afirmó que la víctima no consumía drogas y no tenía ninguna vinculación con bandas de narcos. También ignoran cuál pudo haber sido el móvil del homicidio.
“Tenía casi toda la cara destrozada. Esto hace suponer que la mayoría de los balazos fueron dirigidos a la cabeza. Cuando lo encontraron, el cuerpo estaba boca abajo. Mi hermano no tenía antecedentes penales. Trabajaba como pintor de obra en un country de la zona de La Plata. La semana que lo mataron, habría terminado un trabajo en la casa de un juez federal”, recordó Belén, la hermana de la víctima.
Ever no tenía hijos. La noche que fue asesinado había salido de su casa para comprar analgésicos para su madre. Se dirigía a un kiosco situado a ocho cuadras del lugar en el que vivía cuando le dispararon 53 balazos.
“Por el sistema de geolocalización de los móviles policiales se pudo saber que la noche que mataron a mi hermano había dos patrulleros en la zona, no dos camionetas como habían visto los testigos. El tercer móvil no tenía nada que hacer en ese lugar, porque tiene asignada el área de Esteban Echeverría como zona de operaciones”, expresó la hermana del joven asesinado.
Una banda fantasma
Durante los últimos seis años los policías señalaron a la banda de los Paisa, integrada en su mayoría por narcos de nacionalidad paraguaya, como la organización criminal que dominaba el tráfico de drogas en el sector sur de Florencio Varela. Sin embargo, la fuerza de seguridad bonaerense nunca apresó a ninguno de los miembros de la mencionada banda narco.
Esta circunstancia avalaría la hipótesis que indicaría que la banda de los Paisa sería, en realidad, una pantalla para encubrir la vinculación de un grupo importante de policías bonaerenses con los traficantes. Los Paisa serían el equivalente de Keizer Söze, un personaje omnipresente de la película “Los sospechosos de siempre”, al que todos los delincuentes le temían, pero nadie nunca había visto.
La base del poder radicaba en que su rostro era un misterio y nunca había sido detenido. Lejos de la ficción, en Florencio Varela, los Paisa sería el nombre de la banda creada por un grupo de policías bonaerenses para desviar la atención sobre sus vínculos con los narcos.
En 2017 hubo otro hecho en el que un grupo de policías bonaerenses que se desempeñaban en Florencio Varela desviaron la investigación de una masacre que tenía la sombra narco. Sabrina Barrientos y Denise Juárez tenían 16 y 17 años respectivamente cuando las asesinaron en febrero de 2017 en Florencio Varela. El asesino disparó 17 balazos.
La policía responsabilizó a un menor, de 14 años, como autor de los disparos. Al ser inimputable, por su edad, nunca fue detenido y la denominada masacre de Florencio Varela quedó impune.
A pesar que había indicios que las víctimas eran usadas por una banda narco de la zona para transportar dinero. Uno de los elementos que apoya esta hipótesis es una fotografía que Sabrina se tomó con su celular tres días antes del ataque en la comisaría 3a. de Florencio Varela. En esa imagen aparecía con Magalí dentro de la seccional.
Más de seis años después, los policías aparecieron en otro homicidio como presuntos autores y encubridores. “Uno de mis hermanos llegó al lugar del homicidio y se quedó al lado del cuerpo toda la madrugada. Así, evitó que alguno de los policías pusiera un arma junto al cadáver para simular que lo mataron en un enfrentamiento”, concluyó Belén Alarcón.
Los efectivos de la Gendarmería llegaron a la escena del crimen, durante la madrugada. Debido a que los investigadores de la fuerza de seguridad federal se hicieron cargo de la pesquisa, los uniformados abandonaron el lugar. Nadie los detuvo. Tampoco, ninguno de los efectivos de la Gendarmería pidió las armas de los policías bonaerenses, que tuvieron tiempo para cambiar sus pistolas y modificar las pruebas que los vincularían con el homicidio del joven pintor de obra.ß
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