ADN del crimen: la impunidad sobrevuela el caso de cuatro adolescentes baleadas
El 11 de febrero de 2017 cuatro jóvenes fueron baleadas en una parada de colectivos en Florencio Varela. Dos de ellas fueron asesinadas y las otras sobrevivieron. A pesar que la Justicia apuntó a un chico, de 14 años, como único sospechoso de la masacre, la familia de una de las víctimas denunció que nunca se avanzó sobre la hipótesis que indicaba que dos de las cuatro adolescentes eran usadas como mulas de una banda de narcotraficantes que tenía protección policial.
"No hay ninguna prueba firme que indique que el menor al que acusan de haber disparado contra mi hija y sus amigas hubiera sido el autor de la masacre. Para reafirmar esto le cuento lo que me dijo uno de los investigadores judiciales, quien estaba convencido de que el chico no había disparado", expresó Ismael Barrientos, padre de Sabrina, una de las dos jóvenes asesinadas.
La aparición en escena de este menor abrió la puerta para que la masacre de Florencio Varela quede impune.
Desde que un grupo de detectives de la Policía Federal se llevó parte del expediente y los teléfonos celulares de las víctimas, en diciembre de 2017 y devolvió dichos elementos a la fiscalía en marzo de 2018, con un informe en el que se concluyó que el chico, de 14 años, había vaciado el cargador de una pistola calibre 9 mm contra las cuatro adolescentes, la causa quedó estancada.
Debido a que el presunto agresor tiene 14 años, es inimputable y no puede ser sometido a un proceso penal, por lo que no quedará preso ni será condenado. Este detalle convirtió al menor en el sospechoso perfecto para que la masacre quede impune.
Si bien al principio de la investigación hubo dos imputados, uno de ellos detenido durante casi 30 adías, hasta el momento, no hay ningún sospechoso preso por el ataque en el que fueron asesinadas Sabrina Barrientos y Denise Juárez, de 16 y 17 años, y en el que resultaron heridas dos adolescentes, de 15 y 16, respectivamente.
El 11 de febrero de 2017, a las 6.07, un tirador vació los 17 balazos del cargador de una pistola calibre 9 mm contra las cuatro chicas que habían salido de un boliche y esperaban el colectivo en la esquina de Senzabello y Los Andes, en Florencio Varela.
Grietas en la hipótesis
Los que defienden la hipótesis que avala la responsabilidad del chico, de 14 años, en la masacre, sostienen que el menor fue grabado por una cámara de seguridad instalada en la esquina de Monteagudo y Granaderos, cerca de la escena del crimen, pocos minutos después de los homicidios. Contra esa prueba existe un cuestionamiento: las imágenes tienen una mala definición.
Aunque la Justicia y la policía apuntan contra el menor, la hipótesis cuenta con varias lagunas.
Por ejemplo, el precoz asesino y las víctimas no se conocían; tampoco existe un móvil que podría haber provocado la furia homicida del menor. Aunque algunos investigadores policiales mencionaron un incidente previo protagonizado por las víctimas y el presunto agresor, ocurrido a pocos metros de una panadería situada en la avenida Senzabello. En dicho episodio, según los detectives, las víctimas se habrían cruzado con el chico y lo habrían arrojado al barro. Como móvil para una masacre, dicho incidente aparece como muy frágil y pueril. Por esta razón, al padre de Sabrina Barrientos y un grupo de investigadores judiciales no creen que se trate del homicida.
Además, los responsables de la pesquisa nunca encontraron el arma homicida. Tampoco hubo reconocimiento de parte de alguna de las sobrevivientes. Surge con escasa credibilidad para sostener esta hipótesis la extrema puntería del agresor que no falló ninguno de los 17 balazos que disparó, una situación extraña en un chico, de 14 años, de contextura enjuta, a quien le resultaría difícil de controlar la fuerza de retroceso de una pistola calibre 9 mm.
Pero existe una imagen que derrumbaría la pista que apunta al menor. En un video grabado momentos después de la masacre, cuando los cuerpos de las víctimas estaban entre la vereda y la calle, se escuchó la amenaza de un hombre que aparecía entre la gente que rodeaba a las menores malheridas. "Vos cerrá la boca. Yo estoy muy loco y te voy a matar", le decía el sospechoso a una de las chicas que gritaba de dolor y se desangraba en el piso. En la grabación, se puede escuchar la débil voz de una de las adolescentes: "No voy a decir nada". Dominada por el miedo, después haber sido madre de un niño, luego de pasar un mes en el hospital, la joven no aportó datos concretos sobre el agresor.
Actualmente, el sumario está en una fiscalía del Fuero de Responsabilidad Penal Juvenil, luego que la representante del Ministerio Público, de mayores, de Florencio Varela declinase su competencia debido a que había un menor acusado.
Un misterioso vehículo
Esa madrugada, la cámara de seguridad del boliche, situado en la avenida Calchaquí, entre la iglesia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y el Cruce Varela, grabó el momento en el que las víctimas descendieron de un vehículo frente al local bailable. Nunca se supo quién era el dueño de ese automóvil.
Tampoco se profundizó en la pista policial. Tres días antes de la masacre, Sabrina se tomó una foto en la comisaría de Florencio Varela donde había sido llevada con una de sus compañeras.
Para la familia de la joven asesinada no existen pruebas que vinculen al menor de 14 años con la masacre. En el entorno de una de las víctimas sospechan que una de las sobrevivientes y una las víctimas fatales habrían sido utilizadas como mulas de una red de narcotraficantes que operan en boliches de la zona, protegidos por un grupo de policías.
Uno de los elementos que apoya esta hipótesis es una fotografía que Sabrina se tomó con su celular el 8 de febrero en la comisaría 3a. de Florencio Varela. En esa imagen aparecía con una de sus amigas dentro de la seccional.
Tres días después, Sabrina fue asesinada y su compañera resultó gravemente herida. Esa seccional queda sobre la avenida Senzabello, en el trayecto que las cuatro chicas realizaron cuando salieron del boliche al que fueron a bailar la madrugada que les dispararon. Los policías nunca fueron investigados.
A partir de la pesquisa encarada por uno de los familiares de las víctimas, se habría determinado que antes de ir al boliche, un muchacho que se llama Brian pasó a buscarlas y las llevó en auto a Ezeiza para que entregaran un paquete. Este sospechoso, en complicidad con joven llamado Adrián y su novia se dedicarían a reclutar menores para que lleven droga a los boliches. Como son inimputables, en caso de ser apresadas no pasarían más de cuatro horas en las dependencias policiales. Por tal motivo serían elegidas por los narcos como mulas.
Esta parte de la investigación referida al narcotráfico fue derivada a un juzgado federal de Quilmes. En este caso, el expediente fue cerrado por falta de pruebas.
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