ADN del crimen: algo oscuro ocurre en Florencio Varela, y la policía no es la solución, sino parte del problema
La espiral de homicidios de Rosario se replica en la zona sur del conurbano, con guerras entre bandas narco y uniformados involucrados en homicidios
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Durante la madrugada del martes último el barrio villa Hudson, en Florencio Varela, se convirtió en territorio del miedo. En el tiroteo entre la banda de narcotraficantes conocida como Los Paisa y un grupo rival que intentó disputar el territorio para vender droga hubo más de treinta balazos.
A raíz del enfrentamiento, ocurrido en la esquina de Oliden y Pino Hachado, tres jóvenes fueron baleados y tuvieron que ser internados en grave estado en el Hospital Mi Pueblo. Los heridos, de 32, 23 y 21 años, dijeron ante la policía que llegaron al barrio para comprar droga y les dispararon.
No se trató de un hecho aislado. Desde hace diez años un grupo de bandas intenta copar el territorio varelense, dominado hasta ahora por Los Paisa.
La denominada masacre del barrio San Rudecindo o del “puente amarillo” sumada a la balacera de villa Hudson constituyen una réplica del fenómeno Rosario en el conurbano.
De la misma forma que ocurre en Rosario, en el caso de Florencio Varela se registraron una serie de episodios que confirmarían que un sector de la policía no es la solución a semejante ola de violencia, sino que se convirtió en parte del problema. El último tiroteo ocurrió pocas horas después de la detención del comisario inspector Sergio Argañaraz, que había sido designado como interventor en la comisaría de Bosques, después de la masacre del barrio San Rudecindo, a raíz de las denuncias de los vecinos que acusaban a los anteriores jefes de dicha seccional de proteger a la banda de Los Paisa.
Argañaraz, exjefe de la comisaría 1a de Avellaneda, fue apresado porque el fiscal de Berazategui, Daniel Ichazo, lo acusó del supuesto encubrimiento de los autores del homicidio de Lautaro Morello, de 18 años y de la desaparición de Lucas Escalante, de 23, ocurridas el 9 de diciembre pasado.
A partir de la investigación encarada por el Ministerio Público, se habría logrado establecer que el jefe policial se negó el 10 de diciembre de 2022 a recibir la denuncia por “averiguación de paradero” a la madre de Escalante, quien en ese momento era buscado junto a Morello.
Además, el fiscal lo acusó de haber ayudado a Cristian y Maximiliano Centurión, los dos detenidos con prisión preventiva por el crimen de Morello, al eludir la investigación del homicidio, debido a que la familia le aseguró ese mismo día que uno de ellos había estado el día anterior con ambos jóvenes. Sin embargo, Argañaraz no tomó ninguna medida con esa información aportada, hasta que el 12 de diciembre les recibió la declaración testimonial.
Según las fuentes, el comisario también obstaculizó la tarea de la Justicia para encubrir a los imputados debido a que entre los días 14 y 15 de diciembre hubo un allanamiento en la casa del comisario mayor Francisco Centurión, padre y tío de Cristian y Maximiliano, pero no se cumplió con ninguna de las directivas dispuestas por la fiscalía.
Antes de desempeñarse como jefe del Departamento Enlace con Interpol, Centurión había estado al frente de la División Narcotráfico Zona Sur. Hace un mes, el fiscal Ichazo ordenó el allanamiento del despacho de Centurión, que funciona en la planta alta de la comisaría 1a de Quilmes, donde se secuestraron documentación y dispositivos electrónicos de almacenamiento.
Además, el fiscal también ordenó que el automóvil que la policía bonaerense asignó para el uso oficial del comisario mayor sea sometido a una serie de peritajes para tratar de establecer si se encuentran rastros de sangre. El oficial Ramiro Forchinito, ayudante del comisario mayor Francisco Centurión se convirtió en el cuarto sospechoso apresado. El fiscal Daniel Ichazo lo acusó de encubrimiento y falso testimonio. Había sido convocado a declarar como testigo y quedó preso.
Más allá de ese expediente, la sombra de la policía que protege al narcotráfico o supuestamente encubre a los autores de homicidios se instaló en Florencio Varela muchos antes que la balacera del martes pasado en Villa Hudson.
Una masacre
En agosto de 2021, Milagros Paola Saavedra, de 18 años, fue otra víctima inocente de la sucesión de enfrentamientos entre narcos. La adolescente estaba en su casa, del barrio San Rudecindo, cuando uno de los 54 balazos que dispararon dos grupos de vendedores de droga que se enfrentaron del otro lado de un arroyo atravesó la pared de la precaria vivienda de sus padres y la mató en el acto.
Durante el enfrentamiento también fueron asesinados Matías Larrosa y Guillermo Aguirre, señalados por sus familiares como soldados de la banda narco que maneja la venta de droga en ese barrio. Cinco meses antes, la misma banda que provocó la masacre de San Rudecindo, en marzo pasado, asesinó de tres balazos en la cara a Alejandro Ledesma, de 32 años. El grupo de Los Paisa opera hace siete años en la zona de La Carolina, barrio Pepsi, Bosques e Ingeniero Allan.
En esa área hubo un homicidio por mes a raíz de ajuste de cuentas narco.
Hasta el momento, no hay detenidos por el asesinato de Ledesma. La única consecuencia de ese homicidio fue el desplazamiento del titular de la seccional Bosques de la policía bonaerense, acusado de presunta connivencia con la banda de Los Paisa.
El martes pasado, Argañaraz, el jefe policial designado para normalizar la comisaría de Bosques, fue detenido por su presunta vinculación con los homicidas de Lautaro y la desaparición de Lucas.
Tres días después de que los vieran con vida por última vez, ante el reclamo de los familiares de Lautaro y Lucas, en la puerta de la seccional, debido a que los policías no intensificaban la búsqueda de ambos jóvenes, un policía salió a la puerta de la comisaría y dijo que los cuerpos habían sido hallados calcinados. Era falso.
Esos cadáveres correspondían, en realidad, a dos mecánicos que habían desaparecido el mismo día que Lucas y Lautaro. Ambos cuerpos fueron hallados calcinados en una camioneta Citroën Berlingo patente OBL-040, que tenía pedido de secuestro porque había sido robada el 16 de abril de 2022, en jurisdicción de Villa Luzuriaga, partido de La Matanza.
Los policías de la comisaría de Bosques llevaron a los familiares de Lucas y Lautaro a la morgue de Lomas de Zamora y les mostraron los cuerpos encontrados en la Citroën Berlingo. Desde antes que comenzara ese reconocimiento se sabía que los cadáveres no correspondían a los jóvenes desaparecidos en Florencio Varela.
Un amigo de Lucas le entregó a la familia una prueba clave: el último mensaje de audio que le mandó la noche que desapareció. Esta prueba fue presentada ante el mencionado jefe policial, pero, según la hipótesis de la fiscalía, este demoró dos días en convocar a la persona que se mencionaba en ese mensaje de audio. Esa actitud del jefe policial derivó en uno de los fundamentos de la acusación por presunto encubrimiento.
“Pero, qué onda, ¿cómo es la movida, que es nafta gratis? ¿Por qué tiene eso? ¿Porque compró mucha nafta o porque le dieron vales de cortesía?”, le preguntó por mensaje el amigo al que Lucas le pidió que lo acompañara.
“No, no. El padre trabaja en la policía, pero en un cargo muy alto y le dan nafta. A mí me pasa siempre $15.000 en vales. Bueno, con eso zafo. Ahí me acordé, el padre trabaja en el lugar ese que persiguen a los narcos y eso tiene un nombre en la policía. Seguro que vos sabés”, respondió Lucas. Debido a que el amigo al que le mandó esos mensajes no lo acompañó, Lucas se comunicó con Lautaro y lo pasó a buscar a dos cuadras de su casa.
El hijo del policía mencionado por Lucas era Cristian Centurión, actualmente detenido. Francisco, su padre, todavía no fue acusado, pero está en la mira de los investigadores. Dos días después, fue allanada la casa de Centurión, situada en la localidad de La Capilla. Esa vivienda está a metros de la ruta 53. Allí vieron por última vez a Lucas y Lautaro. Un testigo reconoció al primero de ellos cuando, a bordo del BMW azul le preguntó por la casa del comisario.
El vehículo de Lucas fue grabado por las cámaras de seguridad de la estación de servicio en el cruce de Cacheuta y la colectora de la ruta 53 y de un country de la zona.
A las 48 horas fue hallado incendiado a siete kilómetros de la casa del comisario. El hijo y el sobrino del jefe policial quedaron detenidos porque mintieron en sus declaraciones al haber negado que estuvieron con Lucas y Lautaro la noche que desaparecieron.
Al revisar el BMW incendiado, los policías no hallaron ningún cuerpo.
Pasó una semana hasta que encontraran el cadáver calcinado de Lautaro, a varios kilómetros del lugar donde apareció el BMW. Hasta el momento no hay rastros de Lucas. Sin embargo, fueron hallados más cuerpos. El 15 de diciembre pasado, entre la basura del predio de la Ceamse, en José León Suárez, fue encontrado el cuerpo de José Alexis Bordón, de 27 años, vecino de Maximiliano Centurión, en el barrio Villa Vatteone, de Florencio Varela.
El rastro de cadáveres se completó el 24 de diciembre pasado con la aparición de un cuerpo al costado del cementerio de Brandsen. A pesar del tiempo transcurrido, todavía no se determinó la identidad de dicho cadáver. Aunque los estudios de ADN confirmaron que no corresponde al joven desaparecido en Florencio Varela.
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