ADN del crimen. El espía que evitó el desembarco en la Argentina de Pablo Escobar Gaviria y el sanguinario cártel de Medellín
Carlos Savignon Belgrano, el informante de la DEA más famoso en nuestro país, falleció en abril pasado
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Para la Justicia, John Arroyave Arias fue un enviado de Pablo Escobar Gaviria a la Argentina para comenzar a mandar cocaína a Europa desde nuestro país, a fines de los años 80. Fue condenado porque se lo consideró el cabecilla de la organización delictiva desbaratada en la denominada Operación Langostino, que terminó con el secuestro de 587 kilos de cocaína.
Carlos Savignon Belgrano, un fotógrafo argentino que se había instalado en Miami a mediados de la década del ‘80, fue el informante de la Administración para el Control de Drogas (DEA, por su sigla en inglés) de los Estados Unidos, que aportó datos claves que permitieron concretar el procedimiento que puso al descubierto que la Argentina se había convertido en una base de operaciones de los carteles de la droga colombianos para traficar cocaína al resto del mundo.
El informante más famoso de la DEA falleció en abril pasado. Aunque estuvo preso y nunca se aclaró cómo comenzó su relación con el mencionado Arroyave Arias y con Jorge Alonso, el jefe de la conexión argentina de la banda, su intervención en la Operación Langostino fue recordada por funcionarios de la Aduana argentina y del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos.
Después de colaborar con la investigación que permitió secuestrar en 1988 el que, hasta ese momento, era el mayor alijo de cocaína encontrado en nuestro país, Savignon Belgrano, intentó retomar su vida normal, con los hábitos y relaciones que mantenía en Miami, antes de haber conocido a un matrimonio vinculado al gobierno de Estados Unidos que lo invitó a sumarse a la DEA, como informante.
Al contrario del bajo perfil que se recomienda mantener a aquellos que se mueven en el ambiente de la lucha contra el narcotráfico, Savignon Belgrano se exhibió. Asistió a programas de televisión y quedó expuesto el 10 de septiembre de 1990, cuando en su moto Kawasaki pasó a buscar a Gabriela Sabatini por el aeropuerto de Ezeiza, donde gran cantidad de periodistas esperaban a la tenista que regresaba a la Argentina después de ganar el US Open.
Su rostro quedó expuesto en las tapas de todos los diarios argentinos. En ese momento, pocos sabían el secreto del hombre que, con el casco en el brazo y en la moto de alta cilindrada, aparecía con la mejor tenista argentina de todos los tiempos. Hasta ese instante, se sabía que era un amigo de la familia.
Sin embargo, en la cárcel un grupo de siete presos, detenidos desde el 12 de julio de 1988, reconocieron el rostro de rasgos angulados, con llamativos lentes de sol. Entonces, el grupo alertó a los abogados que lo representaba para vengarse del hombre que, misteriosamente se había eludido a la policía durante de los allanamientos realizados en galpones con cámaras frigoríficas de Avellaneda y Mar del Plata, en los que los investigadores de la División Operaciones Federales secuestraron 587 kilos de cocaína ocultos en cajas de langostinos congelados, preparados para ser embarcados con destino a Estados Unidos.
Los abogados de los narcos detenidos alertaron a la Justicia y denunciaron que Savignon Belgrano había estado involucrado en la organización. Ante la presentación un magistrado del fuero Penal Económico, que ignoraba la relación entre Savignon Belgrano, la DEA y la División Operaciones Federales de la Policía Federal, lo detuvo y lo procesó como supuesto integrante de la banda.
Pasó un año hasta que la Justicia aceptó las pruebas aportadas por la DEA que indicaban que Savignon Belgrano había colaborado con la Agencia Antidrogas de Estados Unidos para desbaratar la organización que operaba en la Argentina como un apéndice del Cartel de Medellín.
“John Arroyave Arias fue el enviado del Cartel de Medellín a la Argentina para inaugurar una ruta que permitiera mandar cocaína a Europa en cargamentos que tenían como punto de partida un país como la Argentina, que no figuraba en el radar de los países de dicho continente como exportador y productor de cocaína. La Argentina era uno de los vértices del triángulo para evitar los controles más estrictos que realizaban los funcionarios de las aduanas europeas y de los Estados Unidos, cuando el origen de la carga era un país vinculado a los carteles de la droga colombianos”, expresó en una entrevista Savignon Belgrano.
La cocaína secuestrada durante la Operación Langostino era de máxima pureza, habría llegado a la Argentina procedente de Bolivia y los paquetes en los que estaba embalada llevaban el sello del Cartel de Medellín, de Colombia.
Jorge Alonso fue condenado a 20 años de prisión como presunto organizador de la banda. También fueron sentenciados Alberto Fagoaga y Walter Karlikowski, a 18 años de cárcel; Eduardo Ullúa, a 17; Arroyave Arias, a 13; Emilio Puerto a 12; Roberto Quesada, a 11 y Eduardo Kobylarz, a 7 años y medio.
Según fuentes judiciales: “Las condenas dictadas en Operación Langostino han sido y siguen siendo las más severas dictadas en la historia del fuero en lo penal económico”.
El 29 de agosto de 1996, la Sala B de la Cámara de Apelaciones en lo Penal Económico, integrada por los jueces Roberto Hornos, Marcos Grabivker y Carlos Pizzatelli, confirmó la sentencia de primera instancia que condenó a Alonso y al resto de los procesados.
“La razonabilidad a la que se hace referencia en el artículo 7, del Pacto de San José de Costa Rica no puede limitarse a un número fijo de días, semanas, meses o años, sino que está relacionada con las circunstancias concretas del caso sujeto a decisión de modo que tal concepto es netamente específico y particular para cada caso, y en buena medida sujeto a la valoración del Juez siendo inadmisible, en consecuencia una razonabilidad genérica, absolutamente objetiva e igual para todos los casos, sin importar las peculiaridades de cada uno de estos”, sostuvieron los magistrados al rechazar el pedido de excarcelación presentado por las defensas de los acusados que solicitaban la aplicación de los plazos razonables, en el expediente N° 33245.
Desde Joaquín Guzmán Loera, el Chapo, en México; hasta Pablo Escobar Gaviria y los hermanos Rodríguez Orejuela, en Colombia, los carteles de narcotraficantes más importantes aplicaron el mismo método: armar una empresa con fachada legal, desarrollar una actividad comercial normal de importación y exportación durante un determinado tiempo y, una vez que se confirma que la ruta elegida es segura, se comienza a enviar la cocaína –oculta en productos legales– hasta su destino en los Estados Unidos o Europa.
Savignon Belgrano, el primer informante de la DEA conocido públicamente falleció el 12 de abril pasado.
“Carlos Belgrano. Lo despide y acompaña a su familia en este triste momento. Guillermo Michel, director general de Aduanas”, expresaba un aviso publicado en ese momento.
No fue el único mensaje difundido para recordar al informante de la DEA, clave en la Operación Langostino.
“Carlos fue el corazón y el alma de nuestra oficina durante más de 15 años. Nuestras más sentidas condolencias para su hija y para su extensa lista de amigos y colegas. Sus compañeros del departamento de Seguridad Nacional, Homeland Security Investigations”, se consignó en el aviso publicado por compañeros del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos.
Cuando fue reclutado por la DEA, Savignon Belgrano recibió instrucciones para que comenzara a relacionarse con el mencionado Alonso, quien estaba vinculado con Arroyave Arias. Los agentes de Estados Unidos tenían la información que indicaba que Pablo Escobar tenía la intención de abrir una nueva ruta para la cocaína a través de Argentina. También sabían que el delegado del jefe del cartel de Medellín era Arroyave Arias. Mientras que Alonso aparecía como el encargado de organizar las empresas que funcionarían como pantallas para exportar cargamentos, en apariencia legales, con la droga oculta.
La misión que los agentes de la DEA encargaron a Savignon Belgrano consistía en descubrir el lugar de acopio del cargamento de cocaína e identificar a los integrantes de la banda narco.
Aunque se presentaba en los juzgados con una tarjeta en la que se consignaba “Carlos Savignon Belgrano - DEA”, su intervención en la Operación Langostino, constituyó la única participación como informante de la Agencia Antidrogas de Estados Unidos.
“Arroyave Arias supervisó la operación. Y conocía a Jorge Alonso. Soy un denunciante que, ante la posibilidad de estar ante un contrabando como el que se descubrió, decidí alertar a la Justicia. Trabajé en otros operativos y siempre estuve en comunicación con la DEA. No tengo miedo”, expresó Savignon Belgrano en una entrevista en un canal de televisión.
Después de una serie de recursos,los letrados que representaban a Arroyave Arias lograron su excarcelación. En esa época, se topó en la calle con Savignon Belgrano.
“Me crucé con Arroyave Arias. Me miró y sonrió. Nada más”, expresó en 1994 el informante de la DEA, recordado por el director de la Aduana argentina cuando falleció en abril pasado.
El expediente de la Operación Langostino acumuló 59 cuerpos, que fueron revisados por diez magistrados del fuero Penal Económico.
“No se olviden del poderío económico que los narcos tienen en Colombia, donde quisieron pagar la deuda externa de ese país, a cambio de obtener impunidad”, expresó el juez Julio Cruciani, uno de los magistrados que tuvo a su cargo el expediente, al opinar sobre la posibilidad de que los acusados recuperaran la libertad por supuestas nulidades procesales registradas durante la investigación.
Después de cumplir la condena por su participación en el contrabando de droga secuestrado durante la Operación Langostino, Alonso se radicó en España.
Allí fue detenido nuevamente en 2005, acusado de intentar contrabandear 28 kilos de cocaína camuflados en balizas.
Alonso había sido apresado en el aeropuerto de Barajas, cuando descendía de un avión procedente de Buenos Aires. Los 20 kilos de cocaína que se le secuestraron estaban escondidos en balizas.
Durante casi diez años, los 587 kilos de cocaína secuestrados durante la Operación Langostino formaron parte del mayor cargamento de droga encontrado en la Argentina.
Hasta que el 30 de abril de 1997, la Operación Strawberry, terminó con el decomiso de 2177 kilos del poderoso narcótico que el Cartel de Cali pretendía enviar a Alemania oculto entre una millonaria exportación de cajones de pulpa de frutas congeladas.
Strawberry se convirtió en el aún imbatido operativo de secuestro de cocaína –por delante de Bobinas Blancas, con 2000 kilos, y Águilas Blancas, con 1800–. Igual que con la operación Langostino, todos esos casos marcaron a fuego la realidad que indicaba que la Argentina se estaba convirtiendo en una plaza importante del negocio mundial de los estupefacientes.
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