ADN del crimen: ladrones de celulares recorren las calles en busca del tesoro de las billeteras virtuales
Delincuentes utilizan viejas variantes de robos violentos para acceder a los datos almacenados en los equipos de telefonía celular
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En los últimos doce meses el robo de celulares se convirtió en el punto de partida para una serie de delitos que incluyen los saqueos de billeteras virtuales y de las cajas de ahorros, robo de identidad y estafas. Ahora, los asaltantes no solamente arrebatan los teléfonos para reducirlos en las cuevas, sino que también tienen como objetivo apoderarse de los datos de las redes sociales del dueño del dispositivo para cometer estafas.
Con el cambio de metodología, los malvivientes esperan el momento en que el propietario del aparato realiza una llamada telefónica o manda mensajes para robar el dispositivo. Con este método, los delincuentes obtienen el celular desbloqueado y pueden acceder a las billeteras virtuales de los dueños. Al saquear las aplicaciones de pago digital desde el teléfono, los delincuentes multiplican el monto del dinero que conseguirían por la venta del celular que, en ese caso, pasó a segundo plano.
Si el usuario no utiliza el celular en el momento del robo, el asaltante no duda en recurrir a un arma para amenazar a la víctima y obtener la clave para desbloquear el dispositivo, con lo que aumenta el riesgo de la víctima durante el robo.
Una situación como esta vivió, anteayer, un vecino de Rosario que esperaba que le abrieran la puerta en un edificio situado en Belgrano y Tucumán, a tres cuadras de la delegación de la Prefectura. Según quedó registrado en dos cámaras de seguridad del inmueble situado frente al río Paraná, uno de los delincuentes le exigió a la víctima que le dijera la clave para desbloquear el celular. Ante la amenaza del ladrón, cuyo rostro no se podía ver porque tenía un casco, la víctima aportó la contraseña. Pero, nervioso, el dueño de celular entregó un código incorrecto. Este error enfureció al asaltante que comenzó a gritarle a la víctima.
“No va. No va. Dame bien el código o te mato”, gritó el ladrón, entre insultos. Ante el segundo intento por marcar la clave, el teléfono se activó y el asaltante huyó a bordo de la moto en la que lo esperaba un cómplice.
Segundos antes, el asaltante se había metido una mano en su pantalón, para simular que sacaba un arma. Al mismo tiempo invocaba que era integrante de la banda de narcotraficantes conocida como Los Monos, comandada por el clan Cantero.
“Martínez ¿ Vos sos el comisario de segunda? Soy de los Cantero, así que quedate tranquilo y dame todo lo que tenés. Sacate los anillos, las cadenas, el celular”, gritó el asaltante para atemorizar al sorprendido vecino que quedó inmovilizado por el miedo.
Con el cambio de modalidad, luego de arrebatar el celular, el delincuente toca la pantalla continuamente para evitar que el dispositivo quede bloqueado. Uno robo de esas características ocurrió a principios de abril, cuando un arrebatador aprovechó el descuido de una mujer que, mientras esperaba la cena en un restaurante de Recoleta, mandaba mensajes. El ladrón advirtió la distracción y robó el celular.
Con el dispositivo activado, en menos de media hora, el delincuente saqueó el dinero que la dueña tenía en cuatro billeteras virtuales. Luego, el asaltante y su cómplice se dirigieron a una cueva donde desencriptan las barreras de protección que tienen las criptomonedas y le robaron las cuatro bitcoins y media que la víctima llevaba en su celular.
Esta maniobra permitió que los asaltantes obtuvieran US$225.000 por las bitcoins y $600.000 por el saqueo de las billeteras virtuales, según consignó la víctima en la denuncia policial.
Las estafas por WhatsApp
“Primero, apuntan a las aplicaciones de pago electrónico y, eventualmente a las criptomonedas que algún usuario pueda llevar en su celular; después, los asaltantes se encargan de hacer una copia de los contactos de WhatsApp y de redes sociales. Con esos datos, esos mismos ladrones u otros malvivientes a los que les venden la información comienzan a mandar mensajes a las personas que figuran en la agenda del dueño del celular en los que se expresa, por ejemplo: ‘Tengo una urgencia debo liquidar mil dólares’. La oferta es tentadora porque el precio que se pide está por debajo del valor de mercado y como el perfil es de alguien conocido, la persona que recibe el mensaje, transfiere el dinero al CBU que figura en el mensaje”, explicó un investigador policial.
La estafa se completa cuando la persona que recibió el mensaje transfiere el dinero. El impostor promete llevar los dólares a la brevedad. Pero el receptor del mensaje ignora que, en realidad, quien hacía la oferta no era un amigo, sino un ladrón. El dinero nunca aparece.
Para consumar la maniobra, los delincuentes saben que juegan contra el tiempo que le lleva al dueño del celular dar de baja a su WhatsApp o comunicarle a todas las personas que figuran en su agenda que le robaron el dispositivo.
Otros estafadores que reciben los datos vendidos por los arrebatadores de celulares, se dedican a hacer las denominadas copias espejos de las páginas de home banking y ofrecen préstamos personales a un solo click.
Cuando el receptor de ese mensaje presiona el botón virtual que aparece en el mail o en la página, se consuma otra estafa. El préstamo no termina en la cuenta del dueño del titular, sino en una caja de ahorro de los ciberladrones.
Entonces, el titular de la cuenta deberá hacer frente a las cuotas de un préstamo que nunca llegó a su poder debido a que el estafador transfirió los fondos a cuentas de terceros.
Tan importante resulta el perjuicio económico causado por esta clase de estafas que, hace diez meses, el Banco Central dictó una disposición en la que ordenó a todas las entidades financieras que refuercen los controles para el otorgamiento de préstamos preaprobados a través de los canales electrónicos.
Debido a que la mayoría de los robos de celulares no se denuncian porque las empresas prestadoras del servicio no exigen la entrega de la exposición policial para reponer el artículo sustraído, no existe una estadística oficial sobre la cantidad exacta de los teléfonos robados en nuestro país.
Algunas estimaciones realizadas por la cámara que agrupa a las empresas de telefonía celular indica que en la Argentina se roban más de 5000 equipos por día.
El destino del celular robado cambia según la clase de aparato, el lugar en el que fue arrebatado y el estado del equipo.
Por ejemplo, Leandro Bazán, un motochorro solitario que se dedicaba a robar celulares, fue detenido en septiembre de 2018 con nueve aparatos en su poder. Esos teléfonos podrían haber terminado en una cueva, donde un técnico los hubiera desbloqueado y cambiado el número de IMEI (International Mobile Station Equipment Identity), el código de quince dígitos pregrabado por el fabricante para identificar cada equipo móvil.
Pero dicha barrera también fue derrumbada por algunos técnicos que encontraron en la actividad delictiva una forma de multiplicar sus ganancias. En una sola cueva allanada en Rafael Castillo, los efectivos de la Subdelegación de Investigaciones de José C. Paz encontraron 200 celulares robados.
Locales como esos también funcionan en galerías situadas sobre la avenida Corrientes, en la zona de Once, Liniers, Constitución y Retiro y las cercanías de las estaciones de trenes del conurbano.
El valor de los repuestos
Arrebatadores como el mencionado Bazán sacan provecho de los amontonamientos de gente para robar los celulares, que los entregan a un intermediario que les pagará entre $ 10.000 y $ 6000 por aparato, según el estado y la marca.
Después, el intermediario, que nunca se expone, le pasa el celular al técnico que conecta el aparato a una computadora que posee un programa para desbloquear el equipo. Una vez liberado el celular, el intermediario lo entrega a algún comerciante que lo ofrece casi al mismo precio que el valor de mercado y con un envoltorio similar al que tendría un teléfono nuevo.
En cambio, los celulares de alta gama, más difíciles de desbloquear, se venden como repuestos. El precio de una pantalla de un teléfono de primera línea supera los $ 40.000.
El 7 de septiembre de 2018, el mencionado Bazán comenzó un raid delictivo comenzó a las 19 en Palermo y terminó a las 21.50 en Flores. En esas casi tres horas, Bazán cometió nueve robos en Agronomía, Parque Chacabuco, Caballito, Palermo, Montserrat, Floresta y Flores donde se quedó con teléfonos de diversas marcas.
Todos los teléfonos móviles robados fueron descubiertos cuando la Policía de la Ciudad secuestró un bolso que Bazán llevaba al chocar la moto que conducía contra un automóvil en Villa Urquiza.
En principio, Bazán fue considerado una víctima y fue llevado al hospital, desde donde huyó. En abril de 2021, la Cámara del Crimen aceptó un pedido del fiscal José María Campagnoli para Bazán sea detenido y se le dicte la prisión preventiva.
El caso tuvo repercusión porque en la misma época, la psicóloga social María Rosa Daglio fue asesinada por Alejandro Ochoa, un motochorro que la arrastró para robarle el celular en Ramos Mejía.
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