ADN del crimen: a 10 años del asesinato de Candela, el caso sigue abierto y rodeado de misterio
Tres hombres fueron condenados por el homicidio de la menor de 11 años, pero el fiscal Ferrario solicitó que sean sometidos a juicio Miguel “Mameluco” Villalba y otros tres sospechosos
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A Candela Sol Rodríguez la buscaron mal. Ninguno de los responsables del comité de crisis de la policía bonaerense, que reunió a 1600 efectivos para realizar rastrillajes y buscar a la niña, de 11 años, desaparecida el 22 de agosto de 2011, a las 15.30, revisó en la zona donde se había registrado la última señal del celular de la menor: en el asentamiento Costa Esperanza, en el partido de San Martín. Esa investigación que comenzó mal, terminó, nueve días después de forma trágica, cuando Rosa, una mujer que juntaba cartones al costado de la colectora de la autopista del Oeste abrió una bolsa de consorcio negra y encontró una mano. Carola Labrador, acompañada por el entonces gobernador Daniel Scioli y el ministro de Justicia y Seguridad, Ricardo Casal, reconoció que el cuerpo que estaba dentro de la bolsa correspondía a su hija.
La autopsia determinó que Candela fue asesinada entre las 20.30 del 29 de agosto y las 8.30 del día siguiente. Esto significa que los secuestradores que la tomaron cautiva en la esquina de su casa, situada en Coraceros y Bustamante, de Villa Tesei, la tuvieron con vida durante casi ocho días, lapso en el cual la cambiaron de casas. Dichos traslados se concretaron en el área comprendida por el Camino de Cintura o Ruta 4, el Camino del Buen Ayre, la Autopista del Oeste y la avenida Debenedetti, una zona que estaba saturada de policías y que era sobrevolada con helicópteros.
Aunque pasaron diez años del secuestro de la niña, de 11 años, y que la Justicia condenó a los autores materiales del asesinato y a uno de los partícipes, el caso que conmocionó a la Argentina en los nueve días que pasaron entre la desaparición de la menor y el hallazgo del cuerpo, sigue abierto.
Si bien el fiscal Mario Ferrario solicitó que sean sometidos a juicio Miguel Ángel Villalba, alias Mameluco; Néstor Altamirano; el policía Sergio Chazarreta y el informante policial Héctor “Topo” Moreyra, el tribunal que debe juzgarlos, todavía no fijó la fecha para el inicio del debate.
Villalba, el narcotraficante que durante quince años dominó la venta de drogas en la zona de San Martín, es el único preso entre los cuatro acusados que todavía no fueron juzgados por el homicidio de Candela. El resto de los imputados espera en libertad la realización del juicio.
Hugo Elbio Bermúdez y Leonardo Jara fueron condenados a prisión perpetua como autores materiales del secuestro coactivo y asesinato de la niña. En tanto que Gabriel Gómez recibió una pena de cuatro años de cárcel por su participación secundaria.
Las condenas, dictadas en septiembre de 2017 por el Tribunal Oral N° 3, de Morón, formado por los jueces Diego Bonanno, Raquel Lafourcade y Mariela Moralejo, fue confirmada hace un año por la Sala IV de la Cámara de Casación penal bonaerense.
En la resolución, de más de 200 páginas, los magistrados cuestionaron la investigación policial y remarcaron la existencia de 28 denuncias que derivaron en la formación de una misma cantidad de expedientes en diversas fiscalías de Morón por falsos testimonios y plantar pistas para desviar la pesquisa.
Desvíos en la investigación
Uno de esos expedientes se inició a partir de la desaparición de un inhibidor de señal que había sido secuestrado durante el allanamiento a la casa situada en Avellaneda 290, de Morón, que pertenecía al condenado Bermúdez. En el acta de allanamiento figura el hallazgo del aparato utilizado por las bandas de piratas del asfalto para bloquear las señales de los localizadores satelitales de los camiones que asaltan, pero el inhibidor desapareció del listado de efectos secuestrados. La principal sospecha apuntó a que el dispositivo fue robado por un comisario, debido a que lo vinculaba con la venta de protección a organizaciones de piratas del asfalto.
También se inició una investigación porque los policías que debían buscar a Candela no tomaron en cuenta los dichos de María Luisa Díaz y Jorge Luis González, vecinos del barrio donde vivía Candela.
La pareja afirmó que, la tarde que secuestraron a la niña, se cruzó con una camioneta Ford Ecosport negra, con la patente tapada con un trapo. Ambos testigos coincidieron en que escucharon el grito de una mujer que era apagado por uno de los hombres que ocupaba el vehículo. La policía demoró un mes en seguir la pista aportada por los testigos. La pareja afirmó que al día siguiente que Candela fue secuestrada se acercaron a la casa de la niña y le dijeron a un policía lo que habían visto y escuchado.
Pero, el uniformado les respondió que ya habían revisado las adyacencias de la esquina de Villarruel y Rodríguez y que no encontraron ninguna cámara de seguridad. El policía mentía. Existían cámaras de seguridad que grabaron el paso de la camioneta y el momento en el que los testigos la cruzaron, entre las 15.35 y las 15.40, circunstancia que coincide con el momento en el que Candela fue secuestrada.
Otros seis testigos, vecinos de la esquina de Coraceros y Bustamante escucharon, minutos antes e las 15.30, el grito de una mujer y el chirrido provocado por las ruedas de un automóvil que arranca a toda velocidad.
Los jefes de la policía bonaerense, a cargo de la búsqueda de Candela, descartaron los testimonios que apuntaban a la Ecosport negra.
Procedieron de la misma forma con otra prueba clave que hubiera permitido encontrar con vida a Candela. Según consta en el expediente el informe de la compañía de telefonía celular indicó que el aparato con la línea 6390-1232 fue captado por última vez el 22 de agosto a las 17 por la antena llamada “La Finita”, instalada en el Camino de Cintura o Brigadier Juan Manuel de Rosas 5381 de Loma Hermosa partido de Tres de Febrero. El sector de la antena que habría tomado la señal del celular de la niña habría sido el N°3 que abarca la zona del asentamiento Costa Esperanza, en el partido de San Martín.
“Se omitió indagar sobre aquellos mencionados por el padre de Candela, Alfredo Rodríguez. Desde ya que refuerza esta línea investigativa la última señal que emitiera el celular que llevara la niña al momento de su desaparición, esto es en el territorio sospechosamente ignorado por aquellos que debieron haber realizado las mismas diligencias que hicieran en el último lugar donde la misma fuera vista. Debo resaltar que dentro del paraguas que cubre la órbita de la antena ‘La Finita’ se encuentran los domicilios de Héctor Horacio Moreyra y Leonardo Daniel Jara, entre otros”, expresó la jueza Lafourcade en uno de los fundamentos de la sentencia.
Cuando Candela fue secuestrada, su padre, Alfredo Rodríguez estaba preso por una causa de piratería del asfalto. Por tal motivo los investigadores lo interrogaron para que dijera si podría aportar los nombres de sospechosos que tuvieran la intención de vengarse.
Entonces, el padre de Candela mencionó a Héctor “Topo” Moreyra. Dijo que lo había ensuciado acusándolo de marcar “ranchos” donde se vendía droga, en sobrevuelos realizados en un helicóptero de la Policía Federal. También señaló al policía Chazarreta.
La acción del narcomenudeo
Según la hipótesis planteada por la fiscalía, esos “ranchos” correspondían a puestos de venta de droga de Mameluco Villalba, el narcotraficante más importante de la zona de San Martín, que había sido detenido dos semanas antes del secuestro de Candela. Los investigadores judiciales abonaron la sospecha que indicaría que Mameluco, condenado a 22 años de prisión por tráfico de drogas, habría recibido el informe falso de parte de Moreyra, quien señaló al padre de la niña como el responsable de aportar el dato que derivó en la captura del narcotraficante por parte de la Policía Federal.
Al fundar la sentencia contra Bermúdez y Jara, los jueces del Tribunal Oral N° 3 de Morón tuvieron en cuenta los resultados de los estudios de ADN realizados en un bowl con restos de comida y en un frasco vidrio, denominados pruebas C 1 y G 4, respectivamente y que fueron hallados en la casa de Kiernan 992, de Hurlingham. Los análisis indicaron que ese perfil genético correspondía a Candela, lo que abonó la presunción que los secuestradores la tuvieron cautiva en esa vivienda.
Los estudios de ADN también revelaron que en la camioneta Ecosport negra hallada cerca del lugar donde se perdió la señal del celular de la niña, había perfil genético del acusado Bermúdez. Los cruces telefónicos también pusieron al descubierto la vinculación entre Bermúdez, Jara y Moreyra y una serie de interlocutores comunes.
Los investigadores judiciales no tienen dudas de que Candela estuvo con vida durante al menos ocho de los nueve días que la mantuvieron cautiva. Pero, el 29 de agosto todo cambió. A las 22.42, sonó el teléfono fijo en la casa de la niña. Betiana, la tía de Candela atendió la comunicación, al mismo tiempo un policía tomó un auricular para escuchar, en paralelo, la llamada.
“Ahora si que no la vas a encontrar nunca a tu hija. Jamás la vas a encontrar”, expresó una voz masculina del otro lado de la línea.
“Vos, como. Hola. No!”, exclamó la tía de Candela.
“Te lo aseguro hasta que no devuelva la guita no la va a ver nunca más. Que le pregunten al marido donde dejó la guita”, sentenció el delincuente. Entre esa noche y el día siguiente, Candela fue asesinada. Dos peritajes de voz concluyeron que autor de la llamada fue el condenado Jara.
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