“A los chicos los afanan”: denuncian una ola de robos en una zona de prestigiosos colegios porteños
A cinco cuadras del Congreso, a ocho del Obelisco y a cuatro del centro comercial de Once, alumnos de una docena de instituciones son hostigados por delincuentes
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“Con una sonrisa le dijeron ‘poné el celular entre las medias porque si no alguien que te está apuntando te va a cargar a tiros’”. Elisa, madre de dos alumnos del Colegio Del Salvador, ubicado en Callao al 500, recordó con pavor lo que tuvo que vivir uno de sus hijos en ese polígono situado entre el Congreso, el Obelisco, el Palacio del Ministerio de Educación y el corazón comercial del Once, una zona signada por la aglomeración de una docena de colegios donde los robos a la salida de clases se volvió una epidemia para la cual aún no se halla remedio.
“Marcan a los chicos de entre 12 y 14 años que empiezan a manejarse solos en la calle, que no tienen a un adulto a su lado”, explica otro padre, sobre el modus operandi de los violentos ladrones. Y completa: “Los chicos no se independizan porque los afanan”.
Tan solo diez días después de aquel robo, se produjo un segundo. “El primero fue en Callao y Sarmiento, y el siguiente ocurrió en la boca de la estación Congreso del subte, en Callao y Rivadavia. Lo arrinconaron, le pusieron algo frio en la espalda y le volvieron a robar el celular”, lamentó Elisa, que en el diálogo con LA NACION prefirió preservar su apellido, porque tiene miedo a represalias.
Es que no solo los adolescentes están en la mira: sus padres, cuando están en la zona porque dejan a sus hijos en los establecimientos educativos, también quedan a merced de los ladrones. El jueves pasado le robaron el celular a una madre en la puerta del Colegio del Salvador, diez minutos antes de la salida de los estudiantes.
Según el racconto que hizo este cronista entre decenas de padres y alumnos, muchos delincuentes se esconden como vendedores de medias o repasadores. “Al miedo a ir solos, se suma otra condición manipuladora, que es esto de ‘eh, flaco, ayudame. Eh, no me discrimines’. Juegan con eso de ‘vos sos el cheto...’ Recuerdo que mi hijo me lo apuntó especialmente porque lo sensibilizó que le dijeran eso”, remarcó uno de los padres.
El martes 25 de abril, Elisa llevaba a sus hijos al colegio por la mañana, cuando, casi en simultáneo, ocurrieron otros dos robos más a otros compañeros. “Fue a las 8 menos cuarto. Apareció en la puerta un compañerito de uno de mis hijos contando que le pidieron el celular y, como no lo llevó, les dio los 600 pesos que tenía para comer. En ese mismo momento, una madre mandó un mensaje al grupo de padres del colegio para avisar que su hijo se había vuelto a casa porque en la esquina le había afanado, también”, explica casi con importancia. “A las dos horas apareció un pibe tirado, ‘puesto’, al lado del ingreso del colegio; era el mismo que les había robado, los chicos lo reconocieron”.
La situación llegó a conocimiento de las autoridades, por denuncias y por llamados de directivos de las instituciones educativas. Ya comenzaron a realizarse algunas acciones preventivas. “A partir de las reuniones mantenidas con los padres de los colegios La Salle y Del Salvador sobre la problemática de seguridad, y sobre la base de las denuncias recibidas y el análisis del mapa del delito sobre los hechos de inseguridad en la zona, se implementó un refuerzo de personal, como así también de agentes de Prevención en lo que hace al Sendero Seguro de la zona”, explicaron a LA NACION calificadas fuentes del Ministerio de Justicia y Seguridad porteño.
Explicaron que en el lugar hay cobertura de mas de 20 Agentes de Prevención para los senderos escolares, mientras que se dispuso personal para el área que comprende a los colegios Del Salvador, todos los turnos, el Colegio La Salle, el Instituto Joaquín V González, el Instituto Madre Deus y la sede de Flacso. Este servicio se cubre desde las 7.30 de la mañana hasta la salida del turno tarde.
“Desde el Ministerio se está en constante comunicación con las comunidades educativas a fin de recibir denuncias y, al mismo tiempo, ir trabajando en la cobertura de los senderos seguros, la presencia de policías y el patrullaje en esas zonas”, se explicó.
Apuntan a los que van solos
A menos de doscientos metros del Colegio Del Salvador, sobre la calle Ayacucho, está el Colegio De La Salle Buenos Aires, otro de los históricos centros educativos de la Ciudad, con más de 130 años de actividad. A las 16, Thiago, de 16 años, alumno de 4° de la secundaria, se retira de allí con sus amigos. Moverse en grupo ha sido una de las formas que varios han usado para intentar repeler los robos.
Sin embargo, hace pocas semanas, mientras estaba solo, fue abordado por los ladrones. “Me vaciaron la mochila entera, a metros de la salida del colegio. Están afanando cuando entrás a la mañana, y a las salidas del mediodía y a la tarde”, dice. “La sensación es que en el último tiempo se puso complicado”, añade a su lado Carlos, mientras el tercero de ellos, Ignacio, asiente.
Más barata la sacó Matías, que a los 14 transita su primer trimestre de 2° años. A principios de abril, le quisieron robar a la altura del McDonald´s ubicado sobre la avenida Córdoba, a media cuadra de Callao.
“Me crucé con un grupo de pibes que estaba tirado en una esquina y uno de ellos me empezó a seguir hasta que en un momento me dijo ‘si corrés, sos pollo’. Corrí igual, sin pensar mucho, y no me alcanzó”, explica, y recomienda “nunca detenerse, porque ahí estás robado”.
Para Joaquín, su compañero de aula, “el uniforme te termina exponiendo y pasás a ser un blanco fácil si andás solo en alguna calle oscura, cerca de alguna de las plazas, o cuando hay poca luz como en las madrugadas o después de las 5 de la tarde en otoño e invierno”.
Soledad, madre de alumnos del Colegio Del Salvador, donde sus hijos asisten a cuarto grado, repite una frase que ha escuchado al llegar a las puertas de la institución o que ha leído más de una vez en un grupo de WhatsApp de padres: “Le acaban de robar a mi hijo”. Al respecto, reafirma que los blancos principales de los delincuentes “son aquellos chicos de séptimo que empiezan a salir solos en ‘plan crecer’”, pero añade que incluso los mayores han vivido situaciones de robos. “El jueves pasado le robaron el celular a una mamá a las cuatro menos cuarto de la tarde en la puerta del colegio. Yo bajé y me encontré con la situación”, expone.
A ella misma le ha tocado sufrir la inseguridad en la zona, una tarde en la que fue a retirar a sus hijos. “Fui con el auto, lo estacioné y cuando volví estaba abierto. Lograron bloquearme la alarma y lo abrieron. Hace unos días le pasó lo mismo a un padre. En mi caso, era un tipo que estaba vestido de civil, camuflado como un padre; los propios padres lo atraparon y lo obligaron a devolver las cosas, pero como no pudieron retenerlo más, se escapó”, comentó en su relato, donde apuntó a la falta de presencia policial en la zona. “No están nunca cuando pasan los hechos para evitarlos, hay agentes de tránsito, pero no tienen injerencia alguna y se les ríen”, completó.
“Escalofriante”: una encuesta arrojó el número de robos
La ruta de delitos de la zona incluye la avenida Callao desde Corrientes hasta Santa Fe, cuyo radio comprende el punto de transición entre los barrios de Balvanera, San Nicolás y Recoleta. La falta de efectivos policiales, concuerdan madres y padres, es otro de los déficits.
“No hay policía, solo ves agentes de tránsito para que nadie haga doble fila y nada más. Se hicieron un montón de denuncias”, cuentan. Pese a ello, se trata de una de las áreas más densas del tránsito porteño ya que confluyen múltiples líneas de colectivos y estaciones de subte (B y D) entre instituciones educativas, complejos de salud y rubros de comercios que van desde locales de indumentaria, almacenes, mercados y kioscos hasta restaurantes y bares tradicionales.
Frente al avance del delito y la supuesta inacción de la policía –como denuncian–, padres y autoridades escolares debieron aplicar protocolos para paliar la situación.
“Especialmente para los alumnos de 7°, 1°y 2° año de secundario, llevamos a cabo encuentros a fin de transmitirles algunas estrategias que les permitan resguardarse ante este tipo de situaciones, tales como caminar en grupos, no usar el celular en la calle, prestar atención ante hechos que consideren riesgosos, espacios de contención y escucha para la elaboración de estas experiencias que sufren”, informaron autoridades del colegio a LA NACION.
Para medir la penetración de este tipo de delitos con datos, Elisa impulsó una encuesta entre los grupos de WhatsApp de madres y padres, “donde se expresó que el número de robos es escalofriante”.
Según los resultados del sondeo, obtenido a partir de 68 respuestas, “unos 12 chicos de la secundaria del Colegio Del Salvador fueron víctimas de robos entre marzo y abril de 2023″.
“En el secundario ya se autoriza que para la salida de los chicos no es obligatorio que los retire un adulto, pero ahí surge el dilema de que están en riesgo y aumenta el pánico entre los chicos; es muy triste ver a tus hijos y sus compañeritos así de asustados y no saber qué más hacer”, manifiesta.
Una madre que envía a su hijo al colegio de la avenida Callao al 500 dijo que “el rector de la secundaria es súper comprometido” y que “constantemente eleva reclamos a las comisarías”. Precisó: “Los policías hacen presencia unos días, donde no pasa mucho, y luego desaparecen. Una vez fui yo a pedir un móvil y me respondieron ‘usted tiene que mandar al director a que venga’”.
Otra madre, que también pidió preservar su nombre, explica que la falta de cobertura policial en la zona “responde a un problema de jurisdicciones entre las comisarías situadas en la calle Tucumán, del microcentro y de Charcas y Laprida”. “Se pisan entre sí, por lo cual les es más fácil lavarse las manos”, acusa.
“Una zona complicada que se puso muy jodida”
Daniel es el encargado de uno de los edificios ubicados sobre Callao, entre Viamonte y Córdoba. Tiene 57 años y vino a la Argentina en la década de los 80, desde Uruguay. “Esta parte de la zona se está pareciendo a lo que es Retiro, por donde está la estación. La droga y el alcohol vuelan, acá. La zona ya era un poco complicada, pero en el último tiempo se puso bastante jodida”, indica, mientras apunta a la cantidad de “gente sin laburo que pasó a vivir en la calle en los últimos diez años”.
Junto a él está Graciela, una vecina que irrumpe para cuestionar “que el proyecto de cambiar las comisarías por comunas empeoró la situación”, además de hablar de “zona liberada”.
Desde 2017, el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires inició un proceso de transición profunda para modificar el sistema de las comisarías porteñas y adaptarlas a dependencias que operan dentro de los límites de cada comuna con el objetivo de “un uso más eficiente de los recursos y zonificado”.
De esa manera, se abandonó el sistema heredado de la Policía Federal Argentina, que contaba con 54 comisarías barriales porteñas, para reorganizarse en 15 comisarías comunales y 28 comisarías vecinales.
“Acá los chorros hasta se esconden detrás de estos tachos de basura gigantes que ponen en las veredas, es un descontrol”, reafirma Daniel, mientras señala la campana verde de residuos ubicada a un metro y medio de su edificio.
Del flagelo también dan cuenta los comerciantes. Natasha Herrera llegó al país con 25 años proveniente de Venezuela, a finales de 2021. A las pocas semanas, obtuvo trabajo como cajera en el kiosco de una de las esquinas de Riobamba y Paraguay. En el verano del año siguiente irrumpió en el salón del local un hombre con un martillo a pedir la recaudación del día.
“Éramos tres mujeres: la dueña del kiosco, una clienta y yo. Quiso acorralarnos en el depósito, pero pudimos defendernos rociándole la cara con un gas pimienta”, detalla. “Lo peor es que recién lo detuvieron cuando supimos que después también quiso robar en una verdulería a una cuadra de acá”, complementa.
Al recambio constante de oficinistas y comerciantes que transita de forma masiva durante el día por la zona, donde los hurtos son moneda corriente, se suma que las calles laterales de las principales avenidas son angostas y se encuentran atrapadas entre edificios altos y antiguos, por lo que la luz del sol suele ser escasa.
Sin embargo, ese paisaje se intensifica al caer la noche, cuando las persianas de los negocios se bajan, y caminar por la calle se vuelve una actividad mucho más solitaria. En ese caso, los alumnos que más sufren la inseguridad son los del turno noche del Pellegrini, el tradicional colegio público situado sobre Marcelo T. Alvear, entre Calleo y Riobamba.
Camila tienes 13 años y es amiga de Matías y Joaquín. Además de asistir al La Salle (ella va a 2°), vive “desde siempre” con su familia a dos cuadras del colegio. “A mi hermano le robaron en la puerta de casa hace poco y a mi mamá, hasta tres veces”, enumera.
Coincide con otros testimonios en que “la gente que pide o vive en la calle es muchísima” y que “la mayoría de los que roban son pibes que tienen un par de años más” que los chicos que son sus víctimas.
Al respecto, sostiene que “andar caminando de noche a veces no está muy bueno” y, consultada por alguna mala experiencia, responde: “Una vez tuve que correr con mi mamá de un borracho que nos empezó a perseguir y a decir cosas”.
Para Frida, alumna de 17 años de 5° año, “una de las partes más peligrosas” se encuentra en el playón del Palacio Pizzurno, sede del Ministerio de Educación. “Siempre fue así, es una zona de mucha gente ‘rancheando’ en la calle y que se vuelve muy oscura cuando baja el sol. Nosotros salimos del colegio a las 9.30 de la noche y tratamos de movernos en grupos cuando volvemos a nuestras casas”, indica.
A su lado, Tomás, de 18 años, hace la misma radiografía: “Se te acercan a vender medias y disimuladamente te piden el teléfono”. Y concluye: “El colegio coordinó algunas gestiones buenas con el centro de estudiantes, pero la calle no veo que vaya a cambiar”.
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