A 13 años del femicidio de Rosana Galliano: cómo están hoy sus hijos
Mónica, su hermana, estaba con ella la noche en que la asesinaron; en diálogo con LA NACION, contó el largo camino que vivió para tener la tutela legal; “Mi objetivo siempre fue contenerlos”, asegura
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“Sentí un ruido como que se reventaba una lámpara y el grito desgarrador de ella ¡'Ay, ay’!, que había salido a hablar por teléfono. Corrí a la puerta, le estaban disparando y la violencia de los proyectiles hicieron que cayera dentro de la casa. Ahí comenzó la locura, la desesperación, no sabía qué hacer mientras veía a mi hermana desangrándose a mis pies”. Mónica Galliano rompe en llanto cuando recuerda la trágica noche del 16 de enero de 2008 cuando ambas esperaban que José Arce, el marido de Rosana, su hermana, de quien se había separado ya en tres oportunidades, trajera a los hijos de ambos a la quinta del barrio El Remanso en Exaltación de la Cruz.
Eran las 22.50 cuando sonó el teléfono celular de Rosana. Del otro lado de la línea estaba su esposo y aquel diálogo entre ambos terminó convirtiéndose en una trampa mortal. Arce sabía que dentro de la vivienda había tan baja señal que, para poder hablar su mujer, ella debía salir al parque. Entonces, según se comprobó luego, provocó esa situación para asesinarla.
Rosana esperaba a sus hijos, Nehuén y Gerónimo, de tres y cuatro años. La idea era recibirlos por la tarde, pero su marido postergó todo con excusas para que anocheciera y de esa manera concretar su nefasto objetivo.
Entonces, una sombra apareció detrás de la tupida arboleda y le efectuó cuatro disparos con un arma calibre 11.25.
En el banquillo
En abril de 2013 se realizó el juicio oral en el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 1 de Campana. Además del viudo, se sentaron en el banquillo de los acusados su madre, Elsa Aguilar, y los hermanos Paulo y Gabriel Leguizamón, empleados de Arce en un establecimiento rural e investigados por entonces como presuntos autores materiales del crimen.
Con respecto a estos últimos, el tribunal interviniente resolvió dictar una “absolución anticipada” luego de que previo al inicio de la jornada de alegatos el fiscal José Luis Castaño dijera que no había pruebas suficientes como para acusarlos.
La Justicia sí pudo demostrar que se trató de un crimen por encargo de Arce, con quien la víctima enfrentaba un divorcio conflictivo. Por eso el viudo y su madre fueron condenados en 2014 a prisión perpetua por hallarlos culpables de “homicidio triplemente calificado por el vínculo, por alevosía y por haberse cometido con el concurso premeditado de dos o más personas”. Cuando la Cámara de Casación confirmó ambas condenas hizo hincapié en las amenazas del viudo, los episodios de violencia de género que soportó su esposa, y la influencia preponderante que ejercía sobre él Elsa Aguilar, su madre y suegra de Rosana. “Tenían sólidos motivos para matar a la víctima”, detalló el fallo.
En 2015, les otorgaron a ambos el beneficio de la prisión domiciliaria y desde entonces los hijos que tuvo la pareja volvieron a vivir con ellos. Nunca se determinó quién o quiénes fueron los ejecutores del homicidio.
El 24 de noviembre de 2018, José Arce murió en el Hospital Sanguinetti de Pilar, luego de sufrir otro ACV. Un año después murió su madre, y la prioridad pasaron a ser definitivamente los menores Nehuén y Gerónimo, hijos del matrimonio y víctimas de tanta violencia.
Víctimas por donde se los mire
Cuando continúa hablando con LA NACION, Mónica vuelve a emocionarse mientras brinda más detalles acerca del dolor que debieron soportar sus sobrinos: “A partir de la muerte de mi hermana, los chicos quedaron con el padre y la abuela, no los pudimos ver por mucho tiempo. Mi mamá después logró un régimen de visita; y si bien ella pidió automáticamente la tutela, pero nunca se la dieron. Sí los podía ver, pero los tíos no. Ellos querían visitarme porque estaban acostumbrados a estar conmigo. Gerónimo le dijo al papá que quería encontrarse conmigo y los autorizó a venir al cumpleaños de mi nieta. Yo los llevaba al psicólogo a través del Sennaf (Secretaría Nacional de Familia). Así fue hasta que murió el papá”.
Mónica relata la situación que ocurrió mientras José Arce permaneció detenido, acusado de mandar a matar a la madre de sus hijos: “Durante ese período no los vimos, se quedaron con la abuela. Después a Arce lo soltaron. Cuando la abuela estuvo presa ellos estuvieron con gente conocida del padre que nosotros ni sabíamos quiénes eran. Nehuén hace poco me contó que cuando la abuela cayó, ellos se habían ido con una familia amiga del papá, después a la casa de otros, y así anduvieron deambulando de acá para allá. Hasta que les dieron el arresto domiciliario y volvieron con él”.
Cuando José Arce murió, Nehuén y Gerónimo llamaron aparte a Mónica le consultaron más que preocupados: ‘¿Tía, qué va a ser de nosotros ahora?’. “Les contesté que lo que ellos quisieran, que yo estaba incondicional para acompañarlos. Los dos me dijeron que querían venir a vivir conmigo, entonces les pedí que le avisaran a la abuela. Y ella les preguntó que ‘cómo la iban a dejar’, que viniera conmigo Nehuén y Gerónimo no, porque era su preferido. Pero igual se mudaron conmigo. Yo tenía que hablar con la abuela pese a todo lo que pasó. Para mí era muy difícil. Tuve que dejar de lado lo tremendo que hicieron con mi hermana para preservar a los chicos. Por eso seguro ellos se aferraron tanto a mí, porque no los molestaba ni les preguntaba si tenían ganas de hablar; los escuchaba. Mi objetivo siempre fue contenerlos y darles tranquilidad”.
Otro momento duro sucedió cuando los chicos fueron al velatorio del padre, luego al cementerio y volvieron a la casa de Mónica en Boulogne. Cuenta Mónica: “Yo los acompañé a despedirlo, fue terrible para ellos y para mí. Estaban terminando las clases. En marzo de 2019, Gerónimo no se quería cambiar de colegio porque en Pilar tenía a toda su gente, sus amigos, y le quedaban dos años por cursar. Entonces volvió a vivir con su abuela. Los viernes yo lo iba a buscar y se quedaba el fin de semana con nosotros”.
Los cambios se siguieron dando en sus vidas. “Después falleció la abuela. Yo había pedido la tutela de Nehuén en el Juzgado N°5 de San Isidro, la inicié en marzo y en diciembre de 2019 me la dieron. A fines de ese año, Gero se fue a vivir a la casa de una amiga de la abuela, estuvo hasta principios de marzo de 2020, y un día me llamó y se vino con nosotros porque lo habían echado. Otro golpe para él. Se quedó hasta octubre. En noviembre vuelve a Pilar a vivir con Ignacio, una persona que puso la abuela como una especie de administrador. Eso fue hasta marzo, en que Gero cumplió los 18, alquiló un departamentito y se fue a vivir solo. Se mantenía con los alquileres de las casas que le quedaron del padre y de la madre. Yo inicié la sucesión para que nadie les quitara nada: ese también era mi miedo, que alguien los despojara de sus bienes”, rememora sobre tantos idas y vueltas.
La depresión, el otro enemigo
Los hijos de Sandra también necesitaron ayuda psicológica para sobrellevar todo lo que les pasó. “Cuando Gerónimo estuvo viviendo con esta amiga de la abuela enfrentó algunos problemas de depresión, no supera las pérdidas. La psicóloga me dijo que le sucedieron muchas ausencias seguidas, no se termina de recuperar de una y le viene otra, además de estar al tanto de que la justicia falló que el papá y la abuela mandaron a matar a la mamá, había caído en un pozo depresivo, que con mucha terapia lo fue superando. Los dos recibieron asistencia psicológica, a Nehuén la profesional lo veía contenido. Le dijeron que fuera cuando lo necesitara –explica Mónica a LA NACIÓN y agrega-: Gero todavía continúa porque es como que le cuesta aceptar su propia realidad. Nehuén cuando llegó era muy para adentro y ahora tiene una vida social muy linda. A Gero le cuesta un poco más, pero siempre lo estamos apoyando, sabe que puede contar siempre conmigo, con mi familia”.
-Mónica, ¿preguntan o hablan del tema de la muerte de su mamá?
-No me preguntan nada sobre el día del hecho ni qué pasó, sí hay cosas que se acuerdan. Nehuén tiene 16 años y Gero 18. El más chico se acuerda de los dibujitos que veía con la madre. Nunca me preguntó qué pasó y yo tampoco se lo mencioné. La psicóloga me dijo que el día que me consulten es porque ellos van a estar preparados para escuchar. ‘Mientras no te consulten, no los fuerces’, me recomendó de manera muy simple, y así hago. La relación entre ellos es buena, se quieren, se celaban un poco cuando estaban la abuela y el padre. Según Nehuén la abuela lo corría y le pegaba y el único que lo defendía era el padre. Mi familia y yo siempre estamos para ellos. Soy madrina de Gero, pero obviamente los quiero por igual. Todos extrañamos a mi hermana, su madre, el dolor no se va a ir nunca y lo enfrentamos como podemos, con mucha angustia pero con responsabilidad, porque está la salud de mis sobrinos en juego, y eso para mí es un tema serio.
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