El contacto con la naturaleza conecta con nuestra identidad más profunda, nos llena de energía y estabiliza
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No es posible tomarla en un comprimido, pero sin dudas es algo que cualquier médico recetaría. La vitamina N, mejor conocida como vitamina “Naturaleza”, no solo nos devuelve a nuestras raíces como seres humanos sino que nos llena de energía, nos estabiliza, nos permite liberar tensiones, sacarnos el estrés y nos ayuda a volver a nuestro eje.
Hay una frase de Mahatma Gandhi que dice: “olvidar cómo excavar la tierra y cuidar el suelo es olvidarnos de nosotros mismos”. No se equivocaba porque justamente somos parte de la naturaleza y de ahí la importancia que tiene acercarnos a ella para conectarnos con nuestra identidad más profunda. Sin embargo, en las grandes ciudades, esta posibilidad se ve limitada y muchas veces en el trajín diario nos olvidamos y nos alejamos demasiado de aquello que nos renueva y nos lleva a las “fuentes”.
Para la profesora María Marta Rodríguez, especialista en Enseñanza de las Ciencias Naturales y coordinadora del Posgrado en Educación Ambiental del Departamento de Educación de la Universidad Católica Argentina (UCA), cuando pensamos en nuestra conexión con la naturaleza, en primer lugar hay que considerar que somos naturaleza. “Cuando erróneamente nos disociamos de ella y la vemos como algo distinto de nosotros, corremos el peligro de pensar que podemos prescindir de ella, cosa que desde ya no es cierta, ni sana y hasta puede llevarnos a perder la identidad como seres humanos”, sostiene. Y explica que la naturaleza nos aporta todos los nutrientes que nos forman y que permiten que podamos desenvolvernos como seres humanos, tanto a nivel corporal como mental y espiritual.
De manera que, para los seres humanos existe una relación directa entre la naturaleza y el bienestar. Así también lo considera Rolando Salinas, jefe del servicio de salud mental del Hospital Alemán (MN 72241) y fundador de IPEM (Instituto de Prevención en Salud Mental), que destaca su relevancia para la salud en general. Según explica, existen múltiples estudios que muestran la asociación entre el contacto con la naturaleza, salud mental, calidad de vida y salud en general. “Estos estudios evalúan el efecto de pasar tiempo en la naturaleza, tales como los niveles de las hormonas del estrés, escalas de valoración de calidad de vida por parte de los participantes, presencia de enfermedades diversas, en especial las asociadas a lo cardiovascular como la hipertensión arterial, lo metabólico como la diabetes, o muy especialmente la salud mental, y llegan incluso a patologías insospechadas como la incidencia de cáncer, o las enfermedades autoinmunes”, explica.
En ese sentido, la especialista en Ciencias Naturales de la UCA considera que todos tenemos una identidad natural, esa que nos conecta con lo que somos, que si se pierde conlleva serias consecuencias que debieran despertar alarmas. “Dentro de estas consecuencias, me gustaría destacar una vida en aceleración permanente, con biorritmos alterados producto de haber pasado de hábitos marcados por la luz del sol (día y noche) a los hábitos marcados por las agujas del reloj o de las pantallas, provocando alteraciones del sueño y hormonales que conllevan estados de ánimos fluctuantes, muchas veces ligados a la depresión o ansiedad”, explica.
Activar las alarmas
“Estamos, por distracción, constantemente alejándonos de lo que es natural para nosotros: desde lo que comemos hasta los ciclos naturales que no seguimos. Entrar en contacto con la naturaleza, que a veces es mucho más simple de lo que imaginamos, nos permite sentirnos equilibrados, volver a eso que somos. Entonces el cuerpo se libera de tensiones acumuladas, la mente se estabiliza, se calma y las emociones tienden a ser más saludables”, enfatiza Agustín Roselli, instructor de meditación.
Rever algunos de nuestros hábitos puede ayudar a cambiar nuestro vínculo con lo natural. En este sentido, para Rodríguez, habría que repensar hábitos alimenticios, analizando cuántos productos procesados comemos y empezar de a poco a reemplazarlos por productos naturales con menor intervención humana. También mediar el consumo tecnológico y poner un límite horario al uso de dispositivos, o no más pantallas cuando estoy en familia, “porque ellos también son naturaleza y vitamina para nosotros”, dice.
Otras formas de reconexión que sugiere pueden ser hacer ejercicio al aire libre, pasear, caminar, jugar en las plazas, trabajar con la comunidad en la recuperación de espacios verdes, involucrarse y hacer. “Pensando en el impacto que tienen nuestras acciones en los entornos naturales: sería beneficioso implementar la separación de residuos, el cuidado en el consumo de agua al higienizarnos, al lavar, caminar en lugar de ir en auto a lugares cercanos. Y, en general, todo hábito ecológico que permita volver a pensarnos como parte de la naturaleza y a ella como parte constitutiva de nuestra identidad”, sostiene la coordinadora del Posgrado en Educación Ambiental de la UCA.
¿Cuánto tiempo tendríamos que dedicar a conectarnos con la naturaleza? Salinas advierte que en un estudio publicado en Scientific Reports se evaluó el tiempo de permanencia en la naturaleza que se necesita para producir efectos benéficos, concluyendo que debe ser al menos de 120 minutos semanales, reinvindicando el concepto japonés de “sumergirnos” en ella. Desde la psicología de la salud, para el jefe del servicio de salud mental del Hospital Alemán algunos consejos para vincularnos más con la naturaleza serían: tomar todo el contacto posible con espacios verdes, e intentar que sea en condiciones de tranquilidad, que permitan sumergirse psicológicamente en el mismo. “No basta con tener una casa en las afueras, o un jardín, hay que contactarse con el verde”, enfatiza. Si es posible acompañarlo de ejercicios aeróbicos e isotónicos, que puede ser simplemente caminar. “Si no vive cerca de áreas verdes pero puede implementar la jardinería en su terraza esto lo ayudara a vivir con mejor salud”, añade. “No crea que vivir en contacto con la naturaleza se reemplaza con ‘productos naturales’, esto no tiene nada que ver con el consumo, al contrario”, subraya.
Sin grandes pretensiones, para quienes viven en la ciudad estas dosis frecuentes de verde se vuelven imprescindibles y por más pequeñas que sean pueden marcar la diferencia al conectar con nuestra esencia y devolvernos el equilibrio.
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