Una rara enfermedad llamada Inmunodeficiencia primaria (IDP) fue el trampolín para que Anila Rindlisbacher se volcara de lleno a la natación y se desafiara en caudalosos ríos
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Oriunda de Monte Caseros, provincia de Corrientes, Anila Rindlisbacher padeció desde los 36 años hasta los 42 una internación domiciliaria con serias complicaciones respiratorias, hasta que le diagnosticaron Inmunodeficiencia Primaria (IDP), una enfermedad autoinmune. A partir de entonces comenzó un lento camino donde la natación tuvo un papel clave en su recuperación. Hoy es nadadora en aguas abiertas, brinda charlas a empresas, equipos de trabajo y deportivos y se convirtió en embajadora de las Aguas, de Iniciativa Alas, una ONG radicada en México dirigida por Mayela García, que en alianza con organizaciones de todo Latinoamérica ayuda a pacientes con IDP, organiza y participa de diferentes congresos médicos, siempre con el fin de encontrar nuevos y mejores tratamientos.
Hasta que comenzó a sufrir los primeros síntomas de esta enfermedad, Anila llevaba una vida muy normal. Licenciada en Marketing, a los 23 años había creado una empresa propia, con una oficina que montó en el living de su casa. Tenía un teléfono fax, se compró un traje en cuotas y rumbeó a Buenos Aires en busca de clientes. Coordinaba las reuniones por teléfono y viajaba de madrugada en colectivo. Se hizo de abajo y logró tener cuentas muy importantes. Había que pelear el mercado con las agencias grandes, pero Anila era muy joven, tenía salud, ganas de “comerse el mundo”, y así lo hizo, a su manera. Hasta que la enfermedad la “sacó del juego”.
“Visité muchos especialistas que me iban derivando de un lugar a otro, pero demoraron seis años hasta darme un diagnóstico. En ese tiempo no podía hablar, tampoco tragar, me alimentaba con líquidos, porque tenía todo el tracto respiratorio inflamado, con llagas y aftas que no se me iban con nada”, recuerda Anila el padecimiento que debió soportar hasta encontrarse con la inmunóloga Liliana Bezrodnik, quien le diagnosticó IDP. A partir de ese momento inició recuperación, y luego de tres años de tratamiento, por fin que comenzó a sentirse “más o menos bien”.
“Cuando me sentí mejor fui a ver a un traumatólogo, porque de tanto sedentarismo, me dolía mucho la cintura. Me pidió unos estudios y me dijo que no tenía nada importante, solo una gran contractura por estar tanto tiempo sin moverme. Así que me recomendó empezar alguna actividad física como pilates, yoga o natación. Y yo elegí natación”, sigue Anila.
“Me sentí libre”
Arrancó a nadar de a poco, y en algunas semanas comenzó a notar grandes mejoras respiratorias. Sin embargo, después de algunos años encerrada en su casa, ansiaba un poco más de libertad, y esas ganas de salir afuera la llevaron a incursionar por primera vez en las aguas abiertas del río Uruguay.
“A los dos meses de empezar a nadar me anoté en la travesía de aguas abiertas de 2,2 kilómetros Liebig- San José, en Entre Ríos, sobre el río Uruguay. No tenía idea lo que era nadar en aguas abiertas, pero lo hice, y por primera vez en mucho tiempo me sentí libre. Esa experiencia me dio vida, recuperé la confianza, definitivamente pensé que esto era para mí. Y desde entonces nunca más paré”, asegura Anila, ya recuperada un 90 por ciento.
A partir de entonces la natación fue el camino a seguir, y se dedicó a entrenar mucho, a leer e investigar. Así llegó a sus manos Hazaña en Gibraltar, el libro de Agustín Barletti, que cuenta el camino que hizo su autor para cruzar a nado aquel estrecho bajo la tutela de Pablo Testa, head coach de natación en el Club GEBA, uno de los mejores entrenadores de aguas abiertas del país y referente para muchos nadadores interesados en ese tipo de cruces, como el Río de la Plata, Gibraltar, Malvinas, Vuelta a Manhattan, Canal de la Mancha, entre los más desafiantes de esta disciplina.
Luego de varios intentos, la correntina logró contactarse con Testa, que aceptó ir a verla nadar y enseguida comenzaron a trabajar juntos. Poco a poco fue incrementando su entrenamiento y animándose a mayores desafíos: participó en la travesía Salto-Concordía, donde unió Uruguay y la Argentina con un recorrido de 5 kilómetros; Concordia-Estancia Grande, de nuevo sobre el río Uruguay, de 10 kilómetros. Más tarde realizó la travesía Villa Urquiza - Paraná, de 21 kilómetros, que completó en poco más de 3 horas, sobre el río Paraná y participó de Concordia-Puerto Yerua, con 22 kilómetros sobre el río Uruguay, que le llevó seis horas completar. Hace unos días participó también de la Travesía Rosa: 10 kilómetros en aguas del Río de la Plata, donde debió desafiar el frío y un oleaje intenso.
“La Travesía Rosa fue una experiencia muy linda, para acompañar y juntar fondos para mamografías de mujeres que no puedan acceder a ese estudio. Desde lo deportivo fue una experiencia que me sacó de mi zona de confort, porque nunca había nadado en el Río de la Plata. Las corrientes son distintas, no corre siempre para el mismo lado, entonces hay que hacer un poco más de fuerza, te sacude un poco, pero fueron solo 10 kilómetros, y la verdad que lo hice con mucha comodidad”, cuenta Anila.
Y añade: “El principal motivo por el cual nado es para difundir y concientizar sobre los signos de alarma de las IDP. Cada travesía que hago trato de darle difusión y de esa manera llegar a personas que están en diferentes lugares de la Argentina, o países de la región, que leen o escuchan o ven una nota donde ‘una tal Anila, nadadora’, cuenta los signos de alarma que ellos están padeciendo. Entonces me buscan en redes y cuando se contactan yo les paso la información que necesiten. No se quienes son esas personas, no las conozco, pero estoy buscándolas a través de mis nados, les puede cambiar la vida. Ese es mi mayor satisfacción, mi mayor logro y mi propósito”, reflexiona.
Como embajadora de las Aguas, este año sus desafíos se desarrollarán en la Argentina, y a partir del próximo tiene como objetivo participar de travesías en otros países como Uruguay, Perú, México, Colombia, Brasil y Guatemala. Un proyecto a largo plazo que financiará con recursos propios, motivo por el cual está a la búsqueda de alguna empresa que quiera y pueda acompañarla en sus desafíos para 2024, como el Cruce del Río de la Plata, en enero; el Paso de la Patria a Corrientes, de 35 kilómetros, en marzo y el Cruce de la laguna Azul, en Perú, en mayo. Los donativos/apoyo de empresas son a través de la ONG Nadando Argentina, de la cual forma parte como una de sus nadadoras.
“Me gusta plantearme desafíos que me saquen de mi zona de confort. No soy una gran nadadora, soy una nadadora perseverante, que entreno todos los días. Llueva, haga calor o frío. Dejo muchas cosas de lado, reuniones familiares, con amigos, salidas, pero es el costo de oportunidad que tengo que pagar para llegar a mis objetivos. A mis 52 años, ya no puedo con todo, pero con las aguas abiertas por ahora vengo bien y voy por más”, concluye Anila Rindlisbacher.
Signos de alarma para estar atentos
Cuando se dan con cierta frecuencia y a repetición, se debe consultar con un inmunólogo; las señales fueron publicadas por la fundación Jeffrey Modell.
- Cuatro o más otitis por año.
- Dos sinusitis en el año.
- Dos o más meses tomando antibióticos con poca mejoría.
- Una o más neumonías en un año o año consecutivo.
- Dificultades para crecer o aumentar de peso.
- Un absceso en piel.
- Infecciones por hongos (muguet/candidiasis) persistente.
- Necesidad de antibiótico endovenoso para curar una infección.
- Una o más infecciones que requieran antibiótico endovenoso para su cura.
- Enfermedades hematológicas de causa no clara (anemia, trombocitopenia, etc.)
- Diarrea persistente o crónica.
- Manifestaciones de autoinmunidad no claras.
- Antecedentes familiares de IDP.
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