La terapeuta holística Carmen Burone asegura que el camino hacia la transformación es individual y que cada uno debe lograr la plenitud por medio de la pasión, la vocación, la profesión y la misión de vida
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Uno de los más memorables discursos de Steve Jobs se produjo en la Universidad de Stanford en 2005. Se trata de una elocución que luego de su muerte en 2011 tomó otra relevancia. En la ocasión dejó tres puntos a los alumnos que egresaban ese día y, de alguna manera, se forjaron en el éter de la eternidad para sus admiradores. Las tres claves fueron: en la vida, los puntos se conectan hacia atrás; tenés que encontrar lo que amás a toda costa y recordar que vamos a morir pronto es la herramienta necesaria para tomar las decisiones más importantes. Dijo: “Todas las mañanas me pregunto: si este fuera el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que estoy a punto de hacer?”
Hay una mística en estas palabras que parecen atravesar las ideas de Carmen Burone, que capacita en awakeners, un proceso de autotransformación para convertirnos en seres despiertos y conscientes de nuestra propia esencia sin abandonar la calma.
Segunda de cuatro hermanas mujeres, nació en Buenos Aires dentro de una familia tradicional con valores conservadores. Era una niña alegre, divertida, tremendamente curiosa y, a la vez, tenía una fuerte conexión con Dios. Pero la adolescencia la enfrentó a la ausencia de algunas respuestas. “Yo no era de las que obedecía –relata–. Necesitaba consistencia en las respuestas. Quería descubrir quién era realmente o cuáles eran mis dones. Ni el colegio, ni la religión, ni mi familia supieron guiarme. Me encontré muy sola y sin respuestas a esas grandes preguntas”.
Estudió Relaciones Internacionales e hizo un posgrado de Marketing Internacional en Viena. Ese tiempo en Europa le permitió viajar sencillo y descubrir su destino. A los 24 años, trasladándose de Viena a Venecia en tren, empezó a escribir su misión de vida en un cuaderno. La respuesta brotó y mantiene su vigencia actualmente: “Vine a conectar a las personas con su corazón”, afirma.
Para ella fue un acierto estudiar la carrera de Counselor Psicológico a la vuelta de Viena. Después fue un camino de sumar especializaciones como reiki, cábala, diseño humano, astrología, flores de Bach, registros akáshikos, tarot y talleres chamánicos.
La llegada de sus dos hijas le hizo profundizar aún más la espiritualidad que la signaba desde la infancia. Su segunda hija, Alma, le implicó un desafío. “Sentía que no estaba a la altura de amar bien a una niña con síndrome de Down y quería estar a la altura de mi hija. Trabajé mucho interiormente. El mundo espiritual me ayudó a amar más y mejor y poder abrir mi corazón a lo diferente. Borré creencias que me limitaban, solté mandatos que no me dejaban crecer, ordené mi árbol y sané heridas, entre varias cosas más”, recuerda.
Fueron diez años de intenso y profundo trabajo consigo misma y de la mano de Alma y Luna (su primogénita). “Hasta que llegó mi noche oscura: cuando mi hija Alma murió en un accidente de auto un 13 de enero del 2018 –continúa–. Fue el momento más doloroso de mi vida. Ahí realmente di examen, ya que se pusieron a prueba todas las herramientas que había trabajado a lo largo de mi vida. Fue gracias a mi fe y esas herramientas las que me hicieron de colchón para no morir con mi hija cuando toqué fondo, y poder transformarme y renacer nuevamente.”
La pregunta que la madre Teresa de Calcuta le hizo a Facundo Cabral cuando se murieron su mujer y su hija en un accidente aéreo empezó a repetirse en su cabeza: “¿Qué vas a hacer con el amor que te sobra?”
“Por muchos años los gurús estuvieron de moda –explica–. Seres evolucionados nos decían desde afuera cómo debíamos vivir y qué debíamos pensar. Todos obedecíamos sin cuestionar. Éramos un rebaño dormido que seguía a alguien más. En esta era de la humanidad, empezamos a entender que esos gurúes ya no son necesarios, (nos sirven de modelo de inspiración), pero empezamos a entender que toda la sabiduría está en nuestro interior y tenemos que aprender a conectar con nuestra esencia”.
–¿Estamos solos con nosotros mismos?
–Debemos hacer un trabajo profundo hacia nuestro ser, conocernos, como la clave para poder saber qué es lo mejor para cada uno. Se terminó el tiempo en que nos decían desde afuera lo que sí y lo que no para nuestras vidas. Es hora de despertar y empezar a pensar por sí mismos. Comenzar a sentir y conectar con nuestra sabiduría interior. Cada uno debe asumir la responsabilidad de su propio autoconocimiento, aprender a discernir y elegir lo que es mejor para sí. De la mano de buenos mentores que te alumbren tu interior y te ayuden a ordenarte en momentos turbulentos. Pero el camino es individual y propio.
–¿Cómo definirías la plenitud del ser?
–En el viejo paradigma todos íbamos detrás de la felicidad. Corríamos atrás de la casa propia, el auto, los viajes, y eso ya empezó a quedar chico. Una vez alcanzado genera un gran vacío. La vida es mucho más que eso. En este nuevo paradigma debemos conquistar nuestra plenitud del ser, que se compone de pasión, vocación, profesión y misión de vida. Debemos conocernos tanto como para poder encontrar la respuesta de cada una de ellas, y lograr un equilibrio entre las cuatro para conquistar ese estado de completitud. Es un concepto japonés, plasmado en el ikigai, al que adhiero completamente e intento vivir a diario.
–Trabajás en el concepto de awakeners. ¿Qué significa y que objetivos tiene esta experiencia?
–En el nuevo paradigma lo realmente valioso es conocernos y después ampliar conciencia. Es imprescindible entender quién soy y cuál es mi talento, para desde ahí poder ofrecerlo como moneda de intercambio en el mercado y al mundo. Es totalmente revolucionario ya que nuestro sistema educativo quedó obsoleto, aún se enseña desde la mente y eso no aporta valor. En awakeners se enseña desde la resonancia y a través de las frecuencias del ser. En cada clase se activan las neuronas del corazón en primer lugar, y el aprendizaje es por frecuencias y resonancias. Esta modalidad es totalmente nueva y apasionante. Crecemos en conciencia y sabiduría a través de la propia experiencia y fortaleciendo la autoridad interna. La diferencia entre una persona y otra es su solidez interior. Alguien trabajado interiormente es una persona muy bien plantada en la vida. Nada de lo externo la voltea. Ni una pandemia, ni una guerra, ni una separación, ni una enfermedad, ni la perdida de un trabajo, ni la muerte de un hijo. Todo tiene un sentido y un para qué. Entendemos profundamente desde el corazón que todo es perfecto.
–Son tiempos extremadamente turbulentos, ¿cómo es posible percibir esa perfección? ¿Cómo encontrar calma aún en la zozobra?
–En tiempos de caos, mi humilde consejo es habitar la soledad y conquistar el silencio, como una práctica diaria. Solo allí uno puede pensar con claridad. Esa es la cualidad que te permite discernir y de allí llegar a las buenas decisiones. Recuerdo el día del accidente de mis dos hijas, Alma murió al instante y Luna se rompió el cráneo en tres, entre varios politraumatismos. Su vida se definía en las siguientes 24 horas, decían los médicos. En ese momento, el hospital donde habían sido trasladas colapsaba de gente querida que llegaba desesperada ante la tragedia. Yo elegí permanecer en silencio y sola, sentada pegada a la puerta de terapia intensiva para poder escuchar a mi alma que con total claridad me decía “Luna va a vivir”. Yo en profunda conexión con mi ser no dejaba que nadie se acerque y me quite la certeza que me trasmitía mi alma en el mayor momento de caos de mi vida. Por eso, soledad y silencio deben ser siempre dos grandes compañeros de viaje.
–Sueles invitar a que las personas se pregunten qué quiere la vida de ellos. ¿Por qué?
–Parto de la teoría de que cada uno de los seres humanos tenemos uno o varios talentos que, si están bien trabajados, nos permiten tener algo único e irrepetible para ofrecer e intercambiar. Conocer cuál es ese talento debería ser una obligación. Trabajarlo, desarrollarlo y perfeccionarlo es nuestro entrenamiento diario. De esta manera tenemos muy claro lo que tenemos para ofrecerle al mundo y a la vida.
–Muchas de tus formaciones están dirigidas a hombres solos...
–Mis formaciones son para hombres y mujeres. Pero en mis veinte años de experiencia, ellas llegan primero al trabajo interior. Empiezan a buscar las respuestas esenciales antes que los hombres. Solo porque ellos están muy ocupados produciendo y siendo sostén, se pierden en las presiones secundarias y se olvidan de lo esencial. Entonces mis formaciones hoy tienen una composición de 90% mujeres y un 10% de hombres. Ahora empecé a trabajar retiros solo para hombres para que no se sientan abrumados por tanta mujer. Pero sueño con el día que las clases sean a partes iguales de ambos géneros. Tenemos que aprender a vivir con el corazón abierto y las energías masculinas y femeninas integradas.
–¿Cuáles considerás que son, en líneas generales, las complejidades espirituales mayores que enfrentamos en la actualidad?
–En primer lugar, la más difícil, es aceptar que Dios no está afuera. Que somos Dios. Entender eso para los que tenemos educación religiosa es una revolución ya que nos enseñaron cierta amenidad y también que era él quien nos decía lo que estaba bien y lo que estaba mal. Eso nos llevaba como consecuencia a un cielo o un infierno que está fuera de esta vida. Y la novedad es que Dios no juzga; el cielo y el infierno ya están aquí y depende de las decisiones que tomás. Vos te creás tu cielo o tu infierno porque sos responsable de tu propia vida y tu experiencia. Por otro lado, no somos limitados como nos hicieron creer, sino que somos y tenemos la capacidad de ser seres humanos completos y muy poderosos.
–Terminemos con tres herramientas para empezar el camino.
–Es posible comenzar estudiando tres aspectos. En primer lugar tu eneagrama, un sistema de clasificación de la personalidad basado en nueve arquetipos, cada uno de los cuales representa un mapa de características y patrones de pensamiento, sentimiento y comportamiento específicos. Luego el diseño humano, una síntesis de disciplinas ancestrales como la astrología oriental y occidental, el I-Ching, la cábala y el sistema de chacras. Es una herramienta que ayuda a comprender y reconocer la propia singularidad y los talentos innatos. Y, finalmente, tu carta natal. Estas tres herramientas son un buen comienzo.
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