El “team verano” padece los días muy fríos y las personas que disfrutan del calor pueden abandonar actividades, salidas y sentirse decaídas y melancólicas; la clave está en la baja de estos dos neurotransmisores que afectan el estado de ánimo
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En esta época del año el frío se hace sentir y si bien muchos se alegran por dejar atrás los días de calor y de humedad que se alargaron más de lo habitual, otros comienzan a sentirse molestos y desganados ante la llegada de la estación fría.
Es un tiempo en el que los días se acortan, oscurece temprano, las madrugadas son muy frías, cuesta salir de la cama y, en general, muchos resignan actividades como cenas, salidas con amigos o incluso practicar algún deporte cuando cae el sol.
Pero además, es necesario llevar mucha ropa en capas que seguramente tengan que quitarse al ingresar a algún lugar calefaccionado; es muy común también empezar a sudar si nos abrigamos demás. “El team verano comienza a sentirse molesto al llegar los primeros días fríos. Suelen ser muy sensibles a los cambios de temperatura poniéndose irritables. Mas allá de ser un tema de preferencias a algunas personas les resulta un desafío adaptarse al cambio de estación y lo vivencian de manera negativa”, explica Lucila De Picciotto, psicóloga de Planta Servicio de Salud Mental del Hospital Alemán (M.N. 47.055).
Las razones no solo son culturales, por el hecho de asociar condiciones meteorológicas a estados de ánimo negativos -la temperatura, la falta de luz solar, la caída de las hojas de los árboles, el viento o la lluvia-, sino también se vinculan con cuestiones biológicas. “El clima frío retrasa el metabolismo y tienden a bajar la energía y el ánimo”, asegura Marisol Barreiro, neuropsicóloga del Sanatorio San Gabriel (M.N. 45.683, M.P. 73.453).
A su vez, explica que el frío tiene efectos concretos y puede afectar la rutina y la calidad de vida de algunas personas. “Como se ve afectado su estado de ánimo, consecuentemente comienzan a resignar o postergan las actividades que realizaban y que antes le generaban placer”, explica la neuropsicóloga. Admite además, que generalmente se postergan las actividades físicas, se modifica la dieta nutricional con un claro incremento de los carbohidratos y también se produce una clara tendencia al aislamiento social. En esta etapa entran en juego diversos factores como la baja de energía que les provoca la sensación del frío, pero también lo que representa dentro del imaginario social el invierno y la falta de luminosidad solar en las personas.
Menos energía, más desgano
Durante el otoño y el invierno es común que las personas reduzcan sus actividades. Para De Picciotto la razón es justamente el frío. “Y aunque esto pareciera una obviedad, el cuerpo necesita poder defenderse de alguna forma para no perder su temperatura, y eso nos obliga a vestirnos de manera más abrigada y a quedarnos en espacios cerrados en donde estamos más calentitos. Lo que a simple vista podría tomarse como pereza es también una forma de adaptación para sobrevivir en las bajas temperaturas”, explica la psicóloga. “Tengamos presente que nuestros orígenes atávicos son en África y luego el ser humano fue adaptándose a los diferentes climas. Asimismo, el ritmo circadiano, que es nuestro reloj biológico, se ve afectado por las temperaturas más bajas y la menor cantidad de luz solar pudiendo experimentar mayor cansancio y sentimientos de fatiga”, agrega.
En efecto, para Barreiro, la falta de actividad física o la disminución de la misma se debe a la abulia, a la falta de motivación y energía, propias de estados de ánimos endebles y a la inestabilidad emocional que provoca el frío en algunas personas. Pero aclara que, además de los aspectos psicológicos, hay una parte biológica implicada en los síntomas. “Por un lado, el organismo se ve afectado por la falta de vitamina D por la escasa exposición a la luz solar, pero además las bajas temperaturas modifican el funcionamiento de algunos neurotransmisores cerebrales”, dice la neuropsicóloga.
Depresión estacional
Según José Faccioli, psiquiatra y jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Italiano de Buenos Aires (M.N. 80.302), en la Argentina, a excepción del sur donde los días se acortan y el frío es extremo, tenemos una temperatura y en un clima que no varía tanto como para decir que el frío provoca depresión. Sin embargo, hay personas que padecen lo que se denomina trastorno depresivo estacional, que es una patología recurrente descripta dentro de la depresión que hoy es muy frecuente. “Hay que tener en cuenta que, post pandemia, entre el 5% al 10% de la población mundial padece trastornos depresivos. Dentro de este porcentaje, hay algunos casos que son estacionales”, aclara.
Estas son personas depresivas con un patrón estacional, y según Faccioli, tienden a quedarse adentro, no salen, se aíslan, “se enganchan con la tele, con las series y cortan los espacios de vínculos, algo totalmente contraproducente para la evolución de su estado depresivo”.
Coincide Barreiro en que existe una depresión específica relacionada a los cambios de estaciones, “es el Trastorno Afectivo Estacional (TAE)”. Según describe, los síntomas comienzan en otoño y continúan durante los meses de invierno; se observa menor energía y cambios en los estados de ánimo. Estos pueden incluir sentirse apático, triste o decaído gran parte del día, casi todos los días; perder el interés en actividades que la persona solía disfrutar; tener poca energía y sentirse aletargado. También dormir demasiado, sentir antojos por consumir carbohidratos, comer en exceso y subir de peso; puede sumarse la dificultad para concentrarse y hasta sentirse desesperanzado, inútil o tener sentimientos de culpa. Si bien, la neuropsicóloga considera que se desconoce la causa específica del trastorno afectivo estacional, asegura que hay algunos factores que podrían explicarlo.
“Por ejemplo, la reducción de los niveles de luz solar en otoño e invierno puede alterar el reloj interno del cuerpo y provocar una sensación de depresión. Como consecuencia se produce también la caída de la serotonina, un neurotransmisor que afecta el estado de ánimo. Por último, el cambio de estación puede incidir en los niveles de melatonina en el cuerpo, que es una sustancia que interviene en los patrones de sueño y en el estado anímico”, detalla la neuropsicóloga.
Asimismo, De Picciotto advierte que justamente esta alteración en la producción de serotonina y de melatonina puede llevar a estados depresivos, aunque esto no ocurre en todas las personas. “El TAE es más común en invierno que en otras estaciones y tiene que ver con sentimientos de tristeza casi diaria y el no poder disfrutar de actividades. Se acompaña de sentimientos de desesperanza y de falta de interés”, aclara.
El tratamiento para este trastorno busca que las personas alcancen una mejor calidad de vida durante el invierno, “se recomienda acudir a un especialista y realizar terapia lumínica (fototerapia), psicoterapia, también se pueden prescribir medicamentos, pero solo con indicación del psiquiatra y bajo supervisión médica”, aclara Barreiro.
Sol y ejercicio, los grandes aliados
En todos los casos, para combatir los síntomas de apatía y decaimiento que provoca la llegada del frío se recomienda salir de casa y buscar momentos de exposición a la luz solar. También seguir adelante con las actividades físicas; si una persona realizaba ejercicio al aire libre puede modificar el horario para aprovechar las horas de temperatura más elevada o buscar realizarlo en un lugar cerrado como un club o un gimnasio; lo principal es no dejar de hacer deporte por el cambio de clima.
En ese sentido, De Picciotto subraya la importancia de salir del hogar, exponerse al sol, encarar estas estaciones del año de manera positiva. Y agrega: que “obtener una buena higiene del sueño es clave, intentando acostarse temprano para poder aprovechar mejor el día. El mantener buenos vínculos, compartir momentos con familia y amigos también nos permite poder sobrellevar mejor esta etapa”.
Para Barreiro hay determinados consejos que pueden ayudar: como procurar que los ambientes sean soleados y luminosos, también recomienda exponerse al sol unos 20 minutos diarios, abrir la ventanas, sentarse más cerca de aquellas que den más luz. “Es bueno salir, dar paseos largos en algún parque cercano o simplemente sentarse en un banco para asolearse un rato. Incluso en días fríos o nublados, la luz exterior puede ayudar”, dice. También aconseja no abandonar la actividad física. “El ejercicio y otros tipos de actividad física ayudan a aliviar el estrés y la ansiedad. Mantenerse en forma colabora para sentirse mejor y puede levantarte el ánimo”, aclara.
Para aquellos pacientes depresivos -cuyo trastorno se profundiza en esta etapa del año-, Faccioli, quien también se desempeña como director de la carrera de especialización en Psiquiatría en el Instituto Universitario Hospital Italiano, considera que más allá del tratamiento terapéutico que realicen, ya sea psicológico o farmacológico, siempre hay medidas higiénico terapéuticas que pueden ayudar. “Cuando tenés un estado depresivo la falta de actividad y el aislamiento te juegan en contra, entonces, si alguien tiene una tendencia depresiva, es importante que sus familiares y amigos estén atentos para evitar ese efecto invernadero que tiene el invierno”, explica Faccioli. Recomienda así no cortar con las actividades fuera de casa, tratar de tener momentos de exposición al sol, no abandonar los tratamientos que la persona realice para su depresión, afianzar los vínculos familiares y de amistades.
Por otra parte, asegura que estar adentro de casa, hace a la persona más propensa a las adicciones de cualquier tipo. “A la comida, al alcohol, a psicofármacos, entre otros. Aunque haga frío hay que salir, continuar con las actividades y aprovechar las horas de sol”, finaliza.
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