La creatividad, la imaginación, la curiosidad y la capacidad de ponerse en el lugar del otro favorecen la posibilidad de amoldarse a los cambios; recomendaciones de expertos para erradicar los pensamientos rígidos que juegan en contra
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A Martín sus fracasos recurrentes en sus relaciones amorosas empezaron a pesarle y lo llevaron a cuestionarse a sí mismo. “En las relaciones de pareja soy atento y afectuoso. Yo consideraba que las cuidaba intentando decir siempre qué es lo correcto o lo incorrecto desde mi perspectiva”, cuenta.
Para “cuidar” sus relaciones, Martín revisaba las redes sociales, los estados de WhatsApp y se fijaba en qué horarios estaba conectada su novia. “No entendía por qué mis parejas terminaban la relación cuando yo ponía y dedicaba mucha atención en ellas. Hacía lo que era correcto, todo lo que me enseñaron cuando era chico”, confiesa. Siempre creyendo que su manera de encarar el noviazgo era la debida y con escasa capacidad de ponerse en el lugar del otro, tropezaba siempre con la misma piedra en sus relaciones. Una vez que decidió recurrir a terapia, en las sesiones se abordaron sus pensamientos negativos repetitivos, fruto de su inflexibilidad o patrón rígido de comportamiento.
En casos como el de Martín, “lo que se pesquisa es que no toleran sentir un alto nivel de tristeza después de una pérdida, que es lo que ocurre luego de un quiebre amoroso”, destaca Marisol Barreiro, licenciada en psicología y neuropsicóloga clínica (M.N. 45683), coordinadora del área de rehabilitación del sanatorio San Gabriel. En el contexto de la terapia de Martín, el primer paso fue aceptar sus emociones y pensamientos negativos, sin luchar contra ellos. Tuvo que encontrar la manera de manejarlos. También debió aprender a evitar controlar a los demás, tomando conciencia de que las conductas y los pensamientos ajenos están fuera de su control. “En unos tres meses noté en mí mayor flexibilidad y pude aplicar las herramientas que adquirí en situaciones cotidianas”, revela.
La rigidez en el pensamiento y la falta de capacidad de amoldarse a las situaciones cambiantes que se presentan a lo largo de la vida se traducen en comportamientos que, muchas veces, chocan contra la realidad, contra las creencias o deseos de otros. Esto puede darse en diversas personalidades y en diferentes aspectos de la vida. Cuando se piensa en los requisitos indispensables para solucionar los problemas o para ser exitoso, lo primero que se suele tener en cuenta es la inteligencia y se pone el foco, más precisamente, en el coeficiente intelectual.
Sin embargo, “en realidad, los mayores logros dependen de la creatividad, de la imaginación, de la curiosidad, de la capacidad de ponerte en el lugar del otro, de la empatía. Y todos estos rasgos están, básicamente, vinculados a la flexibilidad cognitiva”, advierte Alejandro Guillermo Andersson, neurólogo (M.N. 65.836), director del Instituto de Neurología Buenos Aires (INBA). El especialista explica que es una habilidad que permite cambiar un concepto o adaptar el comportamiento para lograr la meta en un medio ambiente nuevo, distinto, cambiante.
“Algunos dicen que se trata de aprender a aprender y ser capaz de ser flexible en la forma de aprender. Esto significa un cambio de estrategias para una toma de decisiones óptima”, añade. Según Andersson, la flexibilidad cognitiva brinda la posibilidad de reconocer que lo que se está haciendo no sirve y que se imponen cambios para lograr el objetivo buscado. “Se tiene que hacer de manera diferente, no por el camino por el que se está insistiendo”, apunta.
Indispensable para moldearse frente a los distintos desafíos, la flexibilidad aporta la plasticidad que es fundamental para acomodarse a ellos. En un estudio desarrollado por investigadores italianos, se explora el efecto moderador de la flexibilidad psicológica y la atención plena sobre la salud física y psicológica. “Los datos muestran que una actitud flexible y atenta hacia eventos psicológicos difíciles ayuda a la capacidad de respuesta a los cambios y a la capacidad de trabajar de manera más efectiva”, concluye el estudio.
La influencia genética
Según Marisol Barreiro, la flexibilidad mental –pensamiento flexible– se refiere “a la habilidad de la función ejecutiva que utilizamos todos los días, que nos ayuda a pasar de una tarea a otra, a utilizar la información de maneras diferentes y a estar abiertos a otros puntos de vista”.
A diario, la flexibilidad resulta determinante en los resultados de cada acción. El psiquiatra Ricardo Corral cuenta que es deseable que todo ser humano tenga esta habilidad. Justamente, gracias a esta capacidad consiguió evolucionar y desarrollar la cultura y la civilización actuales.
En esta aptitud, que permite resolver problemas nuevos, conviven un componente que es genético y que está presente en la personalidad, con otro que es adquirido. La genética influye en las habilidades cognitivas y éstas incluyen la flexibilidad. “El factor genético tiene que ver con la herencia de los padres, de los linajes familiares”, destaca Corral. Pero, “el entorno y las experiencias de la vida también desempeñan un papel crucial en poder mejorarla. Hay interacción entre lo que cada uno tiene, que llegó por la genética y lo ambiental”, agrega Alejandro Andersson. “Por eso son tan importantes la educación intrafamiliar y la escolar”, explica Corral.
El psiquiatra enfatiza en el valor de brindar una educación que favorezca el pensamiento, la autonomía, la decisión y el razonamiento, lejos de prejuicios o falsas creencias. También resulta conveniente “tener espíritu crítico y contar con la capacidad de reflexionar sin tantos condicionamientos. Todo eso es algo muy deseable y está muy vinculado al desarrollo de la personalidad”, destaca Corral. Otro factor que incide en el grado de flexibilidad de una persona es la edad. Esta capacidad “sigue una trayectoria en forma de U invertida, desde la infancia hasta la adultez, alcanzando su punto máximo entre la segunda y tercera década de la vida y disminuyendo en la vejez”, cuenta Andersson.
Aunque la mayor o menor rigidez puede darse en ambos sexos, si uno observa su propio entorno, podría parecer que las mujeres tienden a ser más flexibles que los hombres. “La rigidez intelectual puede mostrarse de distintas formas en hombres y mujeres. Algunos estudios sugieren que los hombres suelen ser más inflexibles en ciertos aspectos, como en la adhesión a creencias o a enfoques específicos”, menciona Andersson. En tanto, “las mujeres tienden a ser más flexibles y abiertas a diferentes perspectivas”, señala. Sin embargo, recalca que es importante tener en cuenta que estas diferencias pueden variar mucho entre una persona y otra “y no deben generalizarse”.
Ricardo Corral considera que contar con una alta flexibilidad es necesario, no solo a nivel personal, sino también para el beneficio de la sociedad. “Las personas que son flexibles tienen también una capacidad de empatizar de una manera real y saludable con los otros, permitiendo mejorar los vínculos sociales y la sociedad en general”, destaca. A su vez, las personalidades flexibles pueden ponerse en el lugar del otro y ser más tolerantes, compasivas y solidarias.
La moneda inversa es la inflexibilidad, rigidez mental o de pensamiento. Consiste, justamente, en la dificultad para enfrentar situaciones nuevas o para ver las cosas desde otro lugar. “El hecho de ver un problema, una dificultad, una incógnita, una encrucijada desde otras perspectivas implica una flexibilidad cognitiva”, describe Corral. En la vereda opuesta, la personalidad rígida tiende a tener una mirada lineal.
Se trata de “un patrón rígido de comportamiento, en el que la persona orienta sus acciones sobre la base de experiencias privadas momentáneas, en lugar de valores elegidos libremente”, detalla Barreiro. La rigidez cognitiva, desde el punto de vista neurológico, “se refiere a una dificultad para cambiar patrones de pensamiento o comportamiento”, señala Andersson. Esto está ligado a la posibilidad de adaptarse a nuevas situaciones o de modificar estrategias en función de las circunstancias.
Mariano, un estudiante universitario que le dedicaba muchas horas de su día a preparar cada materia, no lograba los resultados que deseaba. “No me sacaba más de siete y eso me generaba frustración, por el tiempo y la dedicación que siempre invertía”, confiesa. Siempre hacía lo mismo, sin cambiar nunca métodos de estudio ni hábitos, por lo que los resultados no variaban. Mariano, diagnosticado con TOC (trastorno obsesivo compulsivo), recurrió a ayuda profesional, donde obtuvo las herramientas que necesitaba para adquirir la flexibilidad que le faltaba. “Si quiero tener mejores resultados, hay que hacer las cosas de maneras diferentes”, reconoce. Así, siguiendo determinados pasos que ayudan en el proceso para volverse más flexible, su esfuerzo, finalmente, se tradujo en notas acordes a su estudio. Lo que afectaba el rendimiento de Mariano tenía que ver con una escasa flexibilidad.
Si bien esta falta o escasez de flexibilidad puede darse en cualquier persona, es común observarla en aquellos que padecen ciertos trastornos, como “las personas con TOC, trastorno de personalidad o con TEA (trastorno de espectro autista)”, asegura Barreiro. Sin embargo, aclara que la escasez de flexibilidad también puede darse en personas que no tengan ningún trastorno de base. “El hecho de ser perfeccionista, por ejemplo, o de no desprenderse de mandatos y experiencias vividas, puede llevar a conductas limitantes que no permiten resolver los problemas buscando otras alternativas”, asegura. En todos los casos, esta rigidez puede ser tratada en terapia.
Modificar patrones
La flexibilidad es un signo saludable y resulta positiva para la vida y, al igual que la rigidez, está asociada a características de la personalidad. Esta última no es un problema en sí, aunque “simplemente, la persona va a tener menos posibilidades adaptativas”, acota Corral. En un estudio llevado adelante por una investigadora de la Universidad de Miami, se afirma que los mecanismos cerebrales que permiten la flexibilidad pueden ser examinados mediante neuroimagen no invasiva y enfoques conductuales.
Se evaluó la evidencia de la mejora de la flexibilidad a través del entrenamiento cognitivo, la actividad física y la experiencia bilingüe. Alejandro Andersson explica que la flexibilidad cognitiva se puede mejorar, en cierta medida, a través de prácticas y de estrategias. “Si hay predisposiciones genéticas, el cerebro puede modificarse en respuesta a la experiencia y a la práctica”, detalla. Andersson destaca la eficacia de los entrenamientos y de las intervenciones cognitivas, así como de los juegos de rompecabezas, de resolución de problemas y de las tareas que requieren un cambio de enfoque para mejorarla.
Además, sostiene que la terapia cognitivo-conductual es útil para cambiar patrones de pensamiento y de comportamiento. Ricardo Corral asegura que, si la persona tiene conciencia sobre la situación, la reconoce “y se da cuenta de que puede limitar su desarrollo personal o profesional, es el momento de tratar de buscar algún tipo de solución”, agrega. En ese caso, indica la eficacia de recurrir a un profesional de la psicoterapia. “En este caso, la psicoterapia no es para un caso de enfermedad mental, sino para alcanzar el desarrollo personal y para mejorar los procesos de pensamiento hacia una manera más adaptativa”, añade.
Marisol Barreiro afirma que también resulta eficaz la terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) que, además, consigue resultados en breves lapsos de tiempo. “En los tres primeros meses ya se visualizan los cambios”, asegura. ¿En qué consiste la terapia? En apuntar a que el paciente separe las emociones y los sentimientos de la acción. “Nos centramos en lo que hacemos ante esas emociones y sentimientos determinados”, describe.
Está en cada uno advertir la propia limitación y buscar las herramientas que contribuirán a erradicar de la vida aquello que entorpece el crecimiento y el encuentro con el otro.
Una guía para poner en práctica
Con la adopción de ciertas conductas y actitudes es posible ganar flexibilidad.
- Evitar la autocrítica. “Ser autocrítico constantemente o de manera extrema resulta negativo. La flexibilidad empieza por uno mismo, no tener tanta rigidez al momento de autopercibirse”, señala Marisol Barreiro.
- Intentar no quejarse antes de comenzar algo. “Si antepongo la queja, no voy a encontrar allí gozo o disfrute”, explica Barreiro. La psicóloga asegura que los pensamientos y los sentimientos guían las acciones.
- Encarar nuevas rutinas y experiencias impide al cerebro actuar en piloto automático. Esto contribuye a que se vuelva más flexible.
- Encontrar un tiempo para el ocio, los viajes y el acercamiento a otras culturas. “Es beneficioso juntarse con personas con diferente pensamiento”, acota Barreiro.
- Actuar sobre los pensamientos negativos. Se pueden escribir o hacer una lista mental con ellos. “Registrarlos ayuda a reconocerlos”, afirma Barreiro. La profesional indica que es conveniente dejar que los pensamientos vengan a la mente, para luego dejarlos pasar. Para hacerlo recomienda establecer un tiempo limitado por medio de una alarma. Cuando suena, se pasa a otro pensamiento. “Se establece un tiempo determinado para que el cerebro divague con esos pensamientos rumiantes. Los dejo fluir, pero, luego paso a la acción y cambio el foco del pensamiento”, explica
- Otra técnica que aconseja la neuropsicóloga es preguntarse qué puedo hacer yo ante ese pensamiento que resulta complicado. “Cuantas más respuestas se pueden dar, más flexible se es. Es una manera de saber que hay muchas posibilidades y no solo la que aplicamos siempre”, sostiene.
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