En tiempos en que está de moda el glow up la pregunta clave es si hay una receta para brillar; un primer paso puede ser elegir un cambio de enfoque: “de mirada; del afuera, al adentro”.
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La expresión glow up se podría traducir como «brillar de una forma intensa». En redes sociales se usa para referirse a los cambios físicos que muestran artistas e influencers. Ahora, uno podría casualmente escuchar a dos amigas en el bondi coincidir sobre cómo tal o cual persona “brilla”.
La búsqueda de la belleza acompaña al ser humano desde tiempos inmemoriales. Podemos decir que los primeros registros sobre esta búsqueda se remontan a la Antigua Grecia. Según esta cosmovisión, la belleza es un arte. Los griegos la encontraban al conectar con la naturaleza, como protagonista de sus célebres mitos, incluso en valores y cualidades humanas, así como en diferentes y variadas expresiones o manifestaciones que evidenciaban algún talento artístico.
Quizás es hora de continuar este legado y habitar una mirada 3.0 de la belleza. Momento de concientizar que hay un brillo que ni el peeling más sofisticado del planeta puede darnos. Un brillo que no puede ser capturado en un frasco, como sucede con esas bolitas suizas de caviar blanco que cuestan fortunas. Un brillo que está más allá de lo que está de moda, que no tiene costo, por ende es accesible a todos, y que viene de otro lugar: el brillo interior.
Pues entonces, ¿hay una receta para brillar? “El verdadero glow up es de adentro hacia afuera. Arranca cuando se enciende la ventana del alma, los ojos” asegura Lourdes Galindez, guía de procesos terapéuticos. “Lo que pasa es que cuando nos nutrimos a nosotros mismos, la propia energía está en armonía.” Para la comunicadora, un primer paso puede ser elegir un cambio de enfoque: “cambiar la mirada; del afuera, al adentro”.
Lo que sucede usualmente es que cuando nos corremos de nuestro centro, cuando nos vamos del propio eje, nos abandonamos. Dejamos de “habitarnos” o estar conectados con nosotros mismos y es ahí donde arrancan los cortocircuitos. “Cuando el enfoque está en el afuera, depositamos nuestra energía ahí y por dentro, nos desconectamos”, asegura Lourdes. Si nos acomodamos por dentro, entonces, ¿el afuera fluye distinto? ¿A qué hacemos referencia cuando hablamos de adentro y afuera? “Dirigir la energía hacia adentro va de la mano de dedicar tiempo a nosotros mismos para cultivar buenos hábitos”, sostiene Lourdes. Podríamos decir que es lo opuesto a la actitud de ir tras la última tendencia para este invierno o distraernos demasiadas horas en un bar.
He escuchado decir que “sólo podemos ocuparnos de nuestro metro cuadrado”, en referencia a gestionar nuestras emociones, elevarnos para encontrar nosotros mismos una nueva perspectiva y fluir desde esta verdad, interpretando y eligiendo respuestas desde una frecuencia más elevada. Dicho en una palabra: responsabilizarnos. Entender que nuestras emociones son propias. Separarnos de culpar a los traumas del pasado. Repasar las creencias negativas sobre las que se construyen nuestros pensamientos.
“Podemos observar un salto cuando empezamos a ser conscientes de que estamos teniendo pensamientos de víctima, por ejemplo”, señala Lourdes, quien camina desde hace años el sendero del autoconocimiento y agrega: “para todo esto es clave la autodisciplina, tan básico como comprometernos con nosotros mismos. Hacer lo que nos prometimos hacer, aunque muchas veces, no sea lo que tenemos ganas de hacer en el momento” resume. Estar presentes para nosotros mismos, cumplir con aquello que nos proponemos. Elegir la meta de largo plazo por sobre la gratificación inmediata.
Ahondemos en este concepto, el de la recompensa instantánea: se trata de obtener un beneficio, placer o recompensa inmediatos y se contrapone a la fuerza de determinación. La escritora, profesora y PHD en psicología de Stanford, Kelly McGonigal, en su libro “The Willpower Instinct” ahonda en la cuestión. McGonigal lo explica a través de un estudio que realizó el psicólogo Walter Mischel en 1970, en la misma prestigiosa universidad en la que ella se formó. En el experimento, llamado “Marshmallow Studies” trabajaron con niños de entre 3 y 5 años, registrando cómo actuaban cuando estaban solos frente a un pequeño dilema. Los fueron observando, uno por uno, mientras estaban en una habitación donde había únicamente una silla, una mesa y un pretzel o malvavisco.
Se les daba dos opciones. La primera, comerse el pretzel ahí en el momento. La segunda opción era tentadora ya que podían elegir esperar 15 minutos y en ese caso, podrían comer dos pretzels, en lugar de uno.
Los que eligieron esperar para recibir el doble “beneficio” usaron diferentes métodos para distraerse y aguantar la tentación, incluso se pueden encontrar videos en Youtube en los que se ve cómo inocentemente se tapan los ojos, juegan con su cuerpo o hasta intentan quedarse dormidos con tal de poner su atención en otra cosa.
¿Los resultados? Sólo una minoría decidió comerse el pretzel en el momento. De los que decidieron esperar, algunos claudicaron justo antes, otros hicieron trampa y más de un tercio logró completar los 15 minutos de espera y comerse el segundo premio.
Varios años más tarde, en estudios sobre el mismo grupo, se observó que los que mostraron capacidad para controlar sus impulsos tuvieron menos problemas de conducta durante la adolescencia, construyeron relaciones personales duraderas y tenían al momento, en líneas generales, mayor autoestima. Incluso más tarde obtuvieron mejores notas en sus exámenes de acceso a la universidad.
Por otro lado, registraron que aquellos niños que no pudieron esperar, lamentablemente, desarrollaron comportamientos disfuncionales como el abandono temprano de la escuela hasta el abuso de sustancias, enfrentando también embarazos no deseados, condenas por crímenes, problemas financieros y sobrepeso. Lo que señala McGonigall es que si bien la fuerza de determinación es heredada o aprendida, también puede entrenarse. Gracias a esta revelación y regresando a nuestro interrogante inicial, podemos afirmar que la habilidad para mantenerse conectado a un espacio interior, puede trabajarse y hasta llegar a convertirse en un hábito.
Concretamente, ¿por dónde empezamos a brillar? Verónica Amar, instructora de Hatha Yoga y fundadora de la escuela de autoconocimiento Shanti, nos recuerda que “hay tantos caminos como corazones”. Entonces la guía para cada uno puede ser desafiante, porque son infinitas las posibilidades. “Ponerle un orden sería arbitrario, un imposible. Para algunos la entrada puede ser por el cuerpo, para otros desde la psiquis, desde la meditación, desde ejercicios de respiración o a mismo al entrar en contacto con la naturaleza”, ejemplifica Amar. Los caminos son innumerables y todos responden al anhelo de conocernos a nosotros mismos. “Quizás podemos enfocarnos en escuchar el llamado. Los maestros dicen que todos somos llamados, pero sólo algunos escuchan ese llamado. Para escuchar el llamado, la invitación de las diferentes tradiciones espirituales es a silenciarnos. El corazón habla en susurros. Por eso, para poder escucharlo, nos toca apostar al silencio, a aquietar los sentidos, a estar atentos. Y seguir ese llamado, de la manera que sea, en la forma particular que se presente para cada uno” reflexiona la maestra de yoga.
“Nadie llega tarde a su cita” enfatiza con una sonrisa la instructora de yoga y con dulzura agrega: “El camino es tan personal y el tiempo/tempo/timing es tan precioso que no tiene sentido ni apurar, ni empujar, ni siquiera ser aconsejado o aconsejar. Cuando uno se silencia y se escucha, es capaz de encontrar su propio camino”. “La persona brilla cuando escucha su llamado interior. Brilla al entrar en contacto con lo que es, con su esencia, irrepetible, intransferible, única”, sintetiza.
Una última advertencia, ante tanta oferta espiritual es caer en el consumismo espiritual. Nos toca conectar con el maravilloso sentimiento de sabernos suficientes, completos, creer y crear que no necesitamos comprar esto o consumir aquello para ser alguien. La verdad sea dicha. Ninguna receta externa se amalgama si no tiene que ver con el propio llamado. Al sentirse interpelado por estas palabras, la invitación puede ser a silenciarse en el momento presente, contemplarse, escucharse y sostener, desde ese momento, un espacio interior con compromiso.
Consejos concretos para brillar de adentro hacia afuera:
- Llevar el foco de afuera hacia adentro.
- Responsabilidad respecto a lo que estamos transitando.
- Disciplina para sostener la tentación de caer en la gratificación inmediata.
- Tomar acción cada día para mantenernos en movimiento.
- Coherencia, honestidad e integridad.
- Cumplir las promesas que nos hacemos a nosotros mismos.
- Nutrirnos permanentemente.
- Priorizar la paz mental.
- Habitar el silencio.
- Escuchar el llamado.
Buenas preguntas para responderse a uno mismo:
- ¿Qué me da paz en el largo plazo?
- ¿Por dónde se me fuga la energía?
- ¿Qué pensamientos alimento?
- ¿Qué poder tengo hoy en mi metro cuadrado?
- ¿Cuándo fue la última vez que me sentí cómodo habitándome?
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