Mostrar en nuestro cuerpo el paso del tiempo en forma natural nos aleja de estereotipos inalcanzables, nos quita presión y conecta con nuestra identidad, a la vez que refuerza nuestra autoestima y resulta sanador en muchos sentidos
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Cada vez más personas tienden a dejar de lado los tratamientos “antiedad”, se cuidan sí, pero de una manera simple, no “combaten” las arrugas, se “dejan” las canas y se olvidan de la presión acerca de cómo hay que verse a determinada edad, muestran el paso del tiempo que viven con total naturalidad. Recientemente, la reconocida actriz norteamericana Cameron Díaz aseguró que no sigue ninguna rutina de belleza y que está en un momento personal en el que prefiere poner la energía en otro lado. Aseguró también que en los últimos años viene rechazando los estándares de belleza poco realistas que impone la industria a las mujeres.
Según advierte, Mara Fernández, psicóloga (M.N. 36031) en la sociedad actual envejecer suele ser visto como algo negativo, y “sobre todo en el género femenino, pareciera que ser joven y sin arrugas es una obligación. Por esta presión cultural es que muchas personas se someten a procedimientos quirúrgicos intentando negar su realidad”, sostiene. Tratamientos estéticos, cirugías, tinturas, todo es válido para aquellos que se dejan llevar por las imposiciones de una sociedad estereotipada.
Sin embargo, no todas las personas viven de la misma manera esta presión social. Según Fernández, en la actualidad algunos prefieren mantener su imagen, aún con todo lo que eso significa, y mostrarse tal cual son. “Si bien para muchos, sobre todo famosos y celebridades, es un riesgo, ya que su decisión podría repercutir en sus trabajos, también saben que envejecer de forma natural mejora su calidad de vida, no sólo a nivel físico sino además mental, ya que disminuirían los pensamientos obsesivos entorno al cuerpo e imagen perfecta”, aclara.
Cabelleras en libertad
Valeria Dussich tiene 46 años y durante su adolescencia, cuando cursaba la escuela secundaria, empezó a notar canas en su pelo y recuerda “empecé muy chica con un mechón blanco en la sien que era imperceptible y, estéticamente, súper agradable. Con el tiempo ese mechón blanco se extendió, cubrió la frente y después todo el cuero cabelludo. Pero nunca me quise teñir porque ese color de pelo diferente me pareció atractivo, quizás era también la necesidad que tenía de ser diferente en algún aspecto. Hoy siento que es parte de mí presentarme con el pelo blanco. En ningún momento traté de ocultarlo, creo que me amigué estéticamente con eso como alguien que se amiga con una cicatriz o con alguna parte de su cuerpo”, cuenta. “No sé lo que es ser esclavo de la peluquería, pero sí me doy cuenta que la gente que se dejó de teñir lo vive como una liberación”, advierte.
Así también lo considera Marina Bois, médica dermatóloga (MN 151413), quien asegura que las canas son una expresión de libertad. Las personas que las dejan son aquellas que han podido liberarse del estereotipo impuesto de teñirse el pelo. “Sienten que pueden mostrar su naturalidad que antes quedaba tapada con la tintura y están bien con ello”, asegura.
Para la especialista en dermatología, dejarse las canas o las arrugas, se trata de una decisión de aceptación, ya que estas personas prefieren vivir aceptando los procesos naturales de su cuerpo. “En la consulta diaria, hay un grupo de mujeres que decide aceptar el proceso de envejecimiento, las canas, las arrugas y llevarlo con total naturalidad. Siguen rutinas de cuidados de la piel básicas, como una limpieza, alguna crema con algún ácido y suman otra que les aporte hidratación. En estos casos, estas rutinas promueven una piel radiante, hidratada, pero que mantiene su estructura natural”, asegura Bois. “Le escapan o rechazan los tratamientos invasivos, buscan aquello que no modifique la arquitectura de la cara, solo mejorar la calidad de piel, pero no generar grandes cambios”, sostiene.
En efecto, esta tendencia hacia lo natural vino para quedarse y es por eso que cada vez más personas, tanto hombres como mujeres se inclinan por un envejecimiento auténtico. “Principalmente, las personas más jóvenes son quienes alzan la bandera de la autenticidad con más fuerza, y nos alientan a mostrar cuerpos reales, caras sin maquillaje, pero no escapa tampoco al resto de las personas. Es algo que puede llegar a visibilizarse más en mujeres, ya que son las que consumen más productos de belleza, aunque es un movimiento que se puede observar en todos los géneros y edades”, asegura Romina De los Santos, psicóloga y docente de la cátedra de Psicología de la Fundación Barceló.
Un estilo de vida
Pero no solo se trata del cuidado de la piel, quienes se inclinan por un envejecimiento natural también adoptan hábitos saludables relacionados con una alimentación variada y equilibrada, una buena hidratación, realizan actividad física regular, buscan reducir el estrés de manera que pueden realizar prácticas como la meditación, se conectan con la naturaleza y se apuntan a distintas actividades que promuevan la sociabilización.
Para Fernández, este movimiento se intensificó o comenzó a hacerse visible a partir de la pandemia, “en ese momento, muchas mujeres a causa del cierre de las peluquerías, dejaron de teñirse el pelo, y dejaron su blanca cabellera en libertad. Como así también al no poder asistir a centros de estética se permitieron mostrar sus rostros al natural. Pudieron despojarse de los prejuicios, las críticas, y los comentarios y sentirse bien con simplemente ser como son”, sostiene. Y afirma que esto no sólo les trajo bienestar, sino que aceptar el paso del tiempo de manera natural también ayuda al desarrollo de una mejor calidad de vida, “básicamente porque al aceptarse se dejan de lado pensamientos obsesivos relacionados con la estética, se dejan de incurrir a procedimientos dolorosos, costosos y que pueden provocar alteraciones físicas en algunas personas y, lo mejor es que la comparación con los otros deja de ser una preocupación”, finaliza.
Para De los Santos, sucede que desde niños aprendemos una serie de normas implícitas acerca de cómo debe ser el mundo y una de ellas dice que hay que verse siempre feliz, joven y bello y que la vejez es la peor etapa de la vida. “Esto hace que veamos la juventud como la norma y el envejecer como algo que hay que corregir. Esta es la sociedad que habitamos, una que nos bombardea con publicidades de fórmulas mágicas para verse joven y feliz y contrarrestar los signos de la vejez. Muchos nos compramos la idea de la belleza y la juventud eterna, pero ¿qué pasa cuando llega el momento en el que nos damos cuenta de que no se puede sostener, o de que intentar sostenerlo comienza a ser una presión enorme?”, reflexiona. Desde el punto de vista de la psicología, pelearnos con lo inevitable genera mucho más malestar y el camino ideal sería el de la aceptación. La docente de Fundación Barceló propone: “Hagamos un ejercicio: tratemos de olvidar lo que desayunamos hoy. Es imposible, ¿no? Lo mismo sucede cuando quiero sacarme de encima algo que forma parte de mi realidad, es como tratar de olvidar un recuerdo. Entonces, creo que aceptar el paso del tiempo nos aportaría más bienestar y una mejor calidad de vida, ya que nos permitiría poner el foco en las fortalezas y virtudes para construir la vida que queremos tener hoy, en lugar de poner la energía en una lucha que me genera más malestar que otra cosa”, concluye.
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