Su producción empezó durante la pandemia, en un pequeño departamento en El Bolsón, en la Provincia de Río Negro, con un éxito inmediato entre amigos y familiares que, poco después, se extendió a todo el país
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El secreto, el corazón de sus alfajores, son los frutos rojos que cosechan a mano y que convierten en dulce en la chacra familiar en El Hoyo, localidad muy cercana -a solo 14 kilómetros de El Bolsón-, ubicada al noroeste de la provincia de Chubut. Almendra Guillier Riquelme, de 34 años, es cocinera y recuerda que para el 2020 trabajaba en administración porque hacía un tiempo que estaba un poco peleada con su profesión.
Había trabajado durante siete años en el rubro gastronómico en distintos hoteles y restaurantes de Bariloche pero se cansó y decidió probar otra cosa. Así fue que consiguió otro trabajo relacionado con tareas administrativas y dejó el mundo de la cocina por tres años. Pero, reconoce que, durante los primeros meses de la pandemia, cuando hacía su trabajo por medio del home office se sintió también aburrida de la rutina laboral.
“Estaba con ganas de hacer algo propio, algo independiente, quería cocinar pero no quería volver a un restaurante, quería otra cosa pero no sabía muy bien qué. Estaba en una búsqueda interna”, asegura. Y reconoce que como es “re dulcera” y con tanto tiempo en casa durante los meses de confinamiento, se puso a probar distintas recetas hasta que un día hizo alfajores. “Quería probar porque no había hecho nunca. Hice una tanda y salieron un montón y le dije a mi hermana, a mi cuñado, a mis amigas que cuando salieran a hacer las compras pasaran a buscar y resultó que les encantaron”, recuerda.
Probó diferentes recetas de masa y de rellenos, distintos tipos de chocolate y, como salían en cantidad decidió publicar una foto de su producción en su estado de WhatsApp. “La gente me escribió de inmediato porque los quería probar y comprar pero yo no quería venderlos porque para mí no era un producto todavía”, confiesa. Así que decidió regalarlos, pero como todos le decían que querían comprarlos y mandárselos a sus familias, se puso a hacer más. “A partir de ahí, nunca pude dejar de hacer alfajores”, admite.
Esto le dio un giro a su vida, porque si bien al principio los cocinaba durante el fin de semana -ya que hacía home office de lunes a viernes-, ante la demanda tuvo que empezar a hacerlos los días de semana, después de las cinco. “Llegó un momento en que no me alcanzaba el tiempo y dos meses después renuncié a mi trabajo porque no llegaba a hacer todos los alfajores que me pedían”, asegura.
Corazón patagónico
La familia de Almendra tiene una chacra en El Hoyo y cuando comenzó a elaborar alfajores no dudó que tenían que llevar el sabor de su tierra. “No importa el lugar donde estés, si estás en Jujuy y comés un alfajor nuestro vas a sentir la frambuesa de la Patagonia y el sabor genuino de esta tierra. Esa es la idea que yo tengo de comercializar un producto lejos de donde fue hecho”, asegura.
Sus padres, hoy jubilados, siempre trabajaron la chacra con un fin familiar, Almendra recuerda que la huerta, los árboles frutales, las plantaciones de frutas finas como frambuesas, frutillas y arándanos, siempre se utilizaron para consumo de la familia. “Mi mamá hace dulces con la fruta porque en verano un poco comemos fresca y con otro tanto se hace dulce para que no se eche a perder. Toda la vida comimos los dulces hechos en casa, por eso cuando empecé con los alfajores, lo primero que hice fue ponerle el dulce de frambuesa de mi mamá.”, cuenta.
Actualmente, toda la producción de fruta fina de la chacra se utiliza para los alfajores, “mi mamá sigue haciendo los dulces y hago un producto que es súper artesanal, con frutas orgánicas; eso es algo que no quiero tener que cambiar nunca”, sostiene.
Almendra eligió reflejar el espíritu familiar de su emprendimiento y, por eso, le puso Chacra Los Retamos. Se trata de un arbusto típico que abunda en la zona, tanto que tuvieron que abrir camino entre los bosques de retamos para hacer la casa y también la fábrica donde hoy produce sus alfajores. “Es un árbol muy hermoso, muy autóctono, tiene flores color lila con mucho aroma, y florece en primavera”, señala.
En el logo está representada la chacra y toda su vida familiar: se ve la casa original de sus padres, el ciprés que da sombra en la puerta; las frutas y flores características. “Mi mamá es fanática del jardín y del cuidado de las flores y por eso quise ponerlas en mi marca. Mi papá es apicultory así se explica la presencia de abejas en el logo ya que también somos productores de miel. Y, no podía faltar, un racimo de flores de retamos, unas campanitas color lila que se ven por todos lados”, cuenta.
Un alfajor mundial
Con su proyecto en marcha, al principio cocinaba tandas y tandas de alfajores sola en su departamento de El Bolsón, luego empezó a ayudarla su hermana y más tarde una amiga. “Todo fue de a poco porque incorporar una persona no es fácil, es mucha responsabilidad. Al principio fue algo familiar y fuimos creciendo. Al año, más o menos, ya necesitaba espacio en mi departamento, porque estaba lleno de alfajores por todos lados, lo que me generaba una incomodidad y entonces, modifiqué un quincho que tienen mis papás en la chacra y lo hice fábrica. Lo azulejamos todo, le incorporé un vestuario, un baño y realicé varias remodelaciones para tener un espacio conveniente donde solo se elaboraran alfajores porque bromatológicamente es importante”, asegura.
Hoy la fábrica produce unos 2000 alfajores por semana, “si hiciera más, vendería más, pero hay aspectos que me gusta mantener como el dulce de frambuesa que no quiero cambiar. Hay que tener en cuenta que para elaborar este producto, para hacerlo con este dulce, solo podemos hacer esta cantidad y a este ritmo porque todo es trabajo artesanal. No es una mega fábrica, no estoy industrializada para nada, todo se hace a mano, todo lleva su tiempo, por eso tengo una producción limitada”, explica.
Los sabores son diversos desde el clásico dulce de leche, dulce de leche con las nueces de los nogales que recogen en la chacra, dulce de leche con corazón de frambuesa y mousse de chocolate y avellanas de la zona -que produce en ediciones especiales. Todas las variedades tienen un baño de chocolate blanco o negro. Entre todos se destaca el alfajor triple de frambuesa y dulce de leche que se llevó el oro en la categoría alfajores triples en el Mundial del Alfajor que se hizo en agosto del año pasado en Buenos Aires.
“Ya llevaba dos años de emprendimiento, por momentos me iba bien y en otros me costaba mucho porque ya lo había convertido en un negocio, empecé a vivir de eso y en temporada baja, cuando no hay nada de turismo en la zona, a veces se me hacía difícil vivir solamente de la venta de alfajores”, cuenta Almendra.
Entonces, alentada por amigos y su familia, decidió presentarse en el Mundial del Alfajor, “para mi sorpresa nos dieron medalla de oro en el único alfajor que presentamos”, dice y reconoce que después tuvo un boom de ventas. “Fue un impulso a nivel país increíble, tuve un desabastecimiento total, tuve que tomar empleadas nuevas y trabajar a otro ritmo porque me superó”, admite. Este año también formó parte de Caminos y Sabores, que se realizó el mes pasado en La Rural, en el barrio porteño de Palermo.
Convocada por la Provincia de Chubut, Chacra Los Retamos participó de la muestra junto con otros emprendedores de la zona en un stand exclusivo. “Mucha gente se acercó a preguntar de dónde éramos, cómo hacíamos los alfajores, también se interesaron mucho porque habíamos ganado el mundial. También tuvimos mucha repercusión”, cuenta Almendra que hoy vende sus alfajores con gusto a Patagonia en todo el país a través de su tienda online. Además, su producto también está presente en distintos locales de Bariloche, Esquel, Comodoro Rivadavia, Trelew y ahora también en el barrio de Palermo. Reconoce que está permanentemente buscando la manera de no cambiar el producto, de no bajar la calidad pero, a la vez, llegar a más lugares para poder abastecer la demanda que surge constantemente. “Es encontrarle la vuelta, tengo la idea de crecer, pero sin cambiar el producto”, advierte.
“Hoy hacemos una producción por semana, que sale los viernes, suele venderse toda, el sábado hacemos los envíos. Y, hasta el otro viernes no hay producción, pero la gente entiende que es un producto artesanal y que le llega un producto fresco. Que te llegue un alfajor hecho hace dos días, es lo mejor que te puede pasar”, concluye.
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