La vorágine diaria nos impide disfrutar del minuto a minuto de nuestras vidas, cuáles son los rituales que permiten recuperar la lentitud
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El ritmo de vida que llevamos es vertiginoso. El ser “multitasking” hoy es considerado un valor, y se premia la velocidad de respuesta antes que la calidad del contenido.
El concepto de “antigüedad” ha sido vaciado de contenido, ya que es tal la velocidad en la que vivimos, que las cosas no llegan a envejecer porque son reemplazadas a los pocos meses de ser estrenadas, o días, u horas, dependiendo de que objeto estemos hablando.
En un mundo tal, el tiempo ha pedido su capacidad de “durar”. Como no hay un fin, ya que todo es reemplazado por la última novedad y lo anterior es desechado y olvidado, el concepto de duración carece de significado. Buscamos la última información, el último posteo, la última publicación. Ser moderno es estar en actividad permanente, es no parar, independientemente que esa actividad o movimiento tengan un fin, una meta, un fruto.
Este frenetismo nos llena de ruido, las luces nos enceguecen y perdemos rumbo. El tiempo parece acelerarse, o acaso no nos extraña que ya estemos en mayo. ¿No parece ayer que brindábamos llenos de ilusión por el inicio de un nuevo año?
Es tiempo de parar. De mirar donde estamos y reflexionar. De recuperar el ritmo en el hacer. También es tiempo de darnos espacio para el no hacer.
En esta aventura de ir contracorriente, recuperar los rituales se nos presenta como un camino saludable para conocernos y entender dónde estamos, retomar vínculos y disfrutar la vida, cualquiera sea el momento que estemos transitando.
¿Qué es un ritual? Es una palabra que nos suena a viejo, a incienso, a ambientes oscuros.
Suena a medioevo. Sin embargo los invita a ir al rescate de esta palabra, resignificando su expresión para traerla a nuestra vida de hoy. Ritualizar nuestra vida, es un modo de ser y de vivir.
Se trata de estar atento y despierto, totalmente presente en lo que estoy haciendo. Si estoy hablando con alguien, soy escucha y acogida, si estoy comiendo, me abro con todos mis sentidos a ese momento de nutrición, si estoy caminando me conecto con la percepción, esa capacidad que tenemos todos de ser y estar, sin pensar. Este modo de vida está en nuestras raíces más profundas, pero lo hemos olvidado.
Viviendo de modo ritual entraremos en otro ritmo, y desde ese lugar conectaremos de un modo nuevo con nosotros mismos y con el otro.
Vemos así que un ritual no es algo exclusivo de una celebración religiosa. Tampoco es algo externo a nosotros, sino por el contrario es algo cotidiano, que nos conecta con lo más profundo de nuestro ser. No se trata de repetir mecánicamente gestos como robots, sino, de estar presentes a ellos y entendiéndolos escucharlos y decirnos en cada uno de ellos. En este mundo de tanta comunicación virtual, de tanto desorden manifestado en palabrerío vacío, volver a la comunicación esencial es fundamental.
Se trata de estar presente, de modo consciente, atento, despierto a lo que estoy haciendo.
Es por ello que ritualizar determinadas acciones de nuestro día nos ayudarán a conectar con nosotros mismos y desde cada uno con el otro. El silencio y la lentitud se convierten en herramientas útiles para esta ritualización de nuestra vida.
¿Cómo llevar esto a la práctica?
Recibimos decenas de mails por día, los grupos de Whatsapp saturan nuestros celulares, tenemos obligaciones sociales y compromisos laborales. ¿Cómo hacer para incorporar este modo de vida y perseverar?
Ya que se trata de estar presentes y conscientes a las distintas actividades de nuestro día, nos invito a incorporar un ritual a nuestra vida. Por ejemplo el desayuno, el lavado de los dientes a la mañana, la caminata al supermercado. Una actividad cotidiana, que nos propondremos vivir de modo atento, consciente, despierto, totalmente presente. Si un día nos dispersamos, nos olvidamos, no pudimos..., ¡no nos castigamos!¡Sino que recomenzamos al día siguiente!
Cuando ese ritual ya sea parte de nuestra vida, incorporamos otro, y así…
En definitiva, no se trata de trata de spoilear pero si bien cada uno ve los frutos de esta práctica según como es, todos coincidimos en que al incorporar modos rituales de vivir, descubrimos muchas cosas, personas, experiencias que estaban allí pero que no registrábamos. De repente empezamos a ver, oír, vivir de un modo distinto. La vida se convierte en una aventura, que nos conectará como en espiral aún mas con nuestro interior y con el otro. Es un circulo virtuoso hacia adentro y hacia afuera.
Frente a la locura del multitasking, incorporemos momentos para estar presentes con nuestras tres dimensiones (cuerpo-psique-interior) y de este modo equilibremos el afuera con el adentro, el ruido externo con el silencio interior. El ritmo frenético con la lentitud. ¿Y si hacemos la prueba? ¿Qué podemos perder?
La autora es Ing. Civil, acompañante Espiritual y autora del libro “El Silencio, historia de una búsqueda”
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