El financista Hernán Quipildor cuenta cómo fue su experiencia de llevar a cabo la vieja fantasía de romper todos los moldes y “dejar todo”
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Desde Londres, donde reside hace muchos años, Hernán Quipildor habla pausado, y en su tono se percibe la levedad de una sonrisa permanente, que parece ser la marca que lo acompaña luego de su largo viaje. Cuenta su historia, que hasta cierto punto podría parecerse a la de cualquiera: nació en Argentina, en Ensenada, estudió Economía y trabajó en el sector de PyMES, hasta que en el año 98 decidió partir rumbo a Milán para hacer un posgrado en Economía Internacional y Finanzas. Eso, cuenta, le abrió las puertas a un nuevo rumbo laboral, que lo llevó a trabajar en una empresa calificadora de riesgo, primero en Milán, y luego en Londres.
“Siempre sentí una curiosidad por ver cómo eran las cosas en otros países”, dice Hernán, y cuenta que, en 2005, un banco de inversión francés con sede en Londres le propuso trabajo. Allí comenzó un nuevo capítulo que lo llevaría, lentamente, hacia su gran viaje. “El mundo de las finanzas es muy competitivo y excitante. En los doce años en este banco me consolidé en mi carrera. Pasé de ser el último en llegar, a convertirme en el jefe del grupo. Entrené y formé equipo, lo cual es muy satisfactorio a nivel profesional, porque implica tener una visión y hacer que las cosas sucedan. Sentía que estaba en un momento de mucho esplendor, mucha fuerza, hacía cosas muy buenas y tenía muy buenos clientes.”, explica. Fue justo entonces, en ese pico profesional, en el 2017, que decidió dar el gran salto y “dejar todo”.
Un viaje hacia el inconsciente
¿Qué fue lo que llevó a Hernán a tomar esta decisión? Más allá de la fantasía idealizada, más o menos presente en casi todas las personas en algún momento, es interesante buscar los indicios, las huellas que forjaron ese camino, que son tal vez las mismas (spoiler alert), que lo llevaron a volver, cuando sintió que en realidad el cambio no era tanto en lo exterior, sino en su propio camino interno y la forma en que él vivía la vida.
Cuenta, como antecedente tal vez que le abrió la mente, que, durante la gran crisis del 2008, como tenía más tiempo libre, decidió hacer un posgrado en Filosofía, algo que disparó ideas que estaban latentes en él. “Desde pequeño siempre supe que había algo de mí que no tenía que ver con lo analítico. En ese momento lo pensaba como algo relacionado al arte, al mundo creativo. Si bien disfruté mi carrera como banquero, siempre me quedó la sensación de que había como una sensibilidad que no había desarrollado. Sentía que había algo más en mí que tenía que ser expresado”, apunta, como una pista. Así fue que, durante 2015 y 2016, a la par de su trabajo como banquero, se dedicó a escribir un libro que se llamó “El gesto”. “Es un libro muy breve, que habla de la consciencia, del arte, del amor y la emoción. En el fondo, la idea es que lo más esencial que somos es nuestro gesto, esto es lo que dejamos, lo que el otro puede ver para inspirarse”, describe Hernán y dice que las ideas del libro y lo fuerte que se sentía por el gran momento laboral y personal que estaba viviendo, lo llevaron a lanzarse a la aventura.
Así fue que en el 2017 renunció a su trabajo, puso su casa de Londres en alquiler y junto con su pareja, quien lo acompañó durante todo el viaje y fue también una inspiración, se fueron a vivir a una casa en el campo. Allí, Hernán comenzó a pintar cuadros y desarrolló en base a su libro un sistema de símbolos que lo acompañan hasta hoy. En esta especie de “tiempo fuera del tiempo”, Hernán y su pareja viajaron por diversos lugares, vivieron en casas de amigos, en la de un artista en Argentina, en espacios sencillos y acogedores, donde descubrieron otras formas de vivir. La serie de símbolos se convirtió en una obra de arte que se llamó “La llave del alma”, y fue exhibida en centros de arte con muy buena repercusión. “Creo que cuando uno dice ‘dejo todo y me voy’, donde se va es al inconsciente. Yo creo que me fui, y me fui de verdad ahí. Fue un viaje hacia mí, hacia la intimidad, para desarrollar eso”, expresa Hernán.
Sin embargo, luego, con la pandemia, el viaje interior se volvió tal vez demasiado extremo, señala Hernán, quien cuenta que vivía de un modo muy austero, “casi como un monje”, grafica, y eso también lo llevó a sentir la necesidad de encontrar un balance. En abril del 2022 decidió reinsertarse en la vida laboral de un modo más formal, y desde septiembre del 2022 se encuentra trabajando en finanzas nuevamente, en un banco de inversión japonés, donde tuvo que volver a armar un equipo, algo que lo entusiasma. Confiesa que “el regreso” fue todo un desafío: al principio tenía miedo de volver a lo que era antes, al estrés y la sobreexigencia, pero pronto comprendió que el que había cambiado era él, que ya no era el mismo y ahora veía el mundo con ojos renovados. “Si hay algo que aprendí de esto es la importancia del balance y confiar en nuestras intuiciones, y esto lo aplico ahora en mi vida en el banco. Hoy creo que lo fundamental es ser conscientes de que lo que sucede lo estamos haciendo entre todos desde el alma. La empatía, o como uno quiera llamarlo, es el alma de la humanidad, lo que hace que las cosas sucedan. Todos hacemos nuestro trabajo y contribuimos a esto. Entonces, el ego se diluye en lo colectivo”, dice, a la vez que comenta que combina su trabajo en el campo con sus pinturas.
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