Esta es la sexta entrega del desafío para ser más felices; puede ser tentador quedarse en casa en vez de socializar pero está comprobado que interactuar con otras personas mejora el estado de ánimo
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En psicología, el acto de intentar predecir cómo nos hará sentir un acontecimiento futuro se conoce como previsión afectiva, y la mayoría de los seres humanos somos pésimos en eso. “Las personas somos terribles para saber lo que nos conviene”, afirma Bob Waldinger, profesor de Psiquiatría de la Escuela de Medicina de Harvard, “y parece que somos especialmente malos para predecir los beneficios de las relaciones”.
Puede resultar tentador quedarse en casa en vez de socializar, dice Waldinger, autor del nuevo libro The Good Life. “Pensaremos: ‘Sé que voy a ser feliz si me quedo en casa viendo Netflix, pero no si voy a esa fiesta’”.
Pero interactuar con otras personas, dijo, a menudo “mejora nuestro estado de ánimo y nos hace más felices de lo que esperamos. Tomar la decisión de salir y estar con gente implica un riesgo, normalmente pequeño, pero ofrece la posibilidad de encuentros que son vivificantes, interesantes o simplemente divertidos”.
Día 6 del Reto de la felicidad: agenda una salida para socializar
Tu ejercicio de hoy es hacer un plan social —un paseo con el viejo amigo al que parece que nunca ves, un almuerzo con el antiguo compañero de trabajo que siempre te hacía reír— y agendarlo. Si alguna vez le has dicho a alguien que te cae bien y que deberían tomar un café “algún día”, hoy es el momento de hacerlo oficial. No lo canceles ni lo pospongas.
“Es posible que muchos no estemos en forma a la hora de socializar”, afirma Philip Gable, profesor asociado de Ciencias Psicológicas y del Cerebro en la Universidad de Delaware. Motívate para salir fijándote metas pequeñas en lugar de grandes, sugirió. En vez de comprometerte a estar tres horas en una fiesta, ponte media hora, o promete que charlarás con tres personas. Y, por supuesto, no tiene por qué ser una fiesta. Lo que buscamos hoy es una interacción humana cara a cara de cualquier tipo, especialmente una que pueda servir para tener más citas sociales en el futuro.
Hay un grupo para cada persona
Una buena forma de crear vínculos es unirse a un grupo que se reúna con regularidad, por ejemplo, un equipo de ping-pong en el gimnasio local. Los investigadores llaman propincuidad a esa proximidad regular con otros seres humanos y han demostrado que cuanta más propincuidad tengamos, más probabilidades existen de que formemos amistades.
Para producir más propincuidad, hay que ser creativo. Apúntate a una actividad comunitaria en tu barrio. Colabora como voluntario en un grupo de rescatistas de perros. Únete al grupo local de caminata.
Un estudio de 2016 descubrió que las personas que tenían lo que los investigadores definen como “identificaciones grupales múltiples” —como comunidades eclesiásticas, grupos de aficiones, grupos de apoyo o equipos deportivos— tenían mayores niveles de felicidad. Y cuantos más grupos tenían, mejor. “En general”, escriben los investigadores, “nuestros hallazgos sugieren que pensar más en la propia vida de grupo (y tal vez poner en marcha un plan para mejorarla) podría tener beneficios significativos en nuestra sensación general de bienestar”.
Los introvertidos también necesitan socializar
Un estudio realizado en 2020 durante la pandemia descubrió que el aislamiento social resultante no era, como se creía, “el paraíso de los introvertidos”. Según los autores del estudio, incluso para las personas que se consideraban introvertidas “la afiliación humana cercana sirve como un amortiguador que protege contra la desconexión social y el bajo estado de ánimo”.
Jenn Granneman, quien se describe como introvertida, es la fundadora de la comunidad en línea Introvert, Dear y es la autora del libro Sensitive: The Hidden Power of the Highly Sensitive Person in a Loud, Fast, Too-Much World, ha afirmado que los introvertidos no son antisociales, sino selectivamente sociales. Los introvertidos pueden cultivar un sentimiento de pertenencia “buscando pasiones más que amigos”, afirma Susan Cain, autora de Quiet: The Power of Introverts In A World That Can’t Stop Talking, un repudio del ideal extrovertido. Persigue algo que te interese, dice, y “los amigos con gustos parecidos vendrán”.
Los introvertidos pueden tomar la determinación de iniciar planes diciéndose a sí mismos que están “dando el regalo de tomar la iniciativa”, añadió Granneman. “Envía el mensaje, haz la pregunta o planea una cita. Es posible que te sorprenda lo mucho que la otra persona aprecia que te hayas puesto en contacto”.
Para cumplir con su recomendación, Granneman suele comprar dos entradas, con unos meses de antelación, para cualquier espectáculo o evento que le llame la atención. Cuando llega el evento, dice, “tener la entrada extra me presiona, en el buen sentido, para que me ponga en contacto con mi red, porque quiero que alguien me acompañe y no quiero desperdiciar la entrada”. La mayoría de la gente se alegra de que le ofrezcan una entrada, dice, y casi siempre acepta.
He aquí un ejercicio extra para hoy: si recibes una invitación esta semana, di que sí cuando normalmente dirías que no.
De los archivos de la amistad: Uzma, Liz, David y Scott
En cada entrega del Reto de la felicidad en siete días compartiremos historias de amistades significativas que han sido recopiladas a partir de los testimonios de lectores de todo el país.
Los tres mejores amigos de Uzma —Liz, David y Scott— han sido el centro de su vida durante dos décadas, ofreciéndose mutuamente “amor incondicional”. Su padre murió cuando ella estaba en la universidad, y está distanciada de su madre. “Esta amistad ha sido la familia que he elegido”, afirma. “Lo que le importa a uno de nosotros nos importa a todos”.
Uzma, de 37 años, conoció a Liz primero, en una secundaria de Carolina del Norte. A pesar de sus diferentes orígenes —Liz es hija de ministros cristianos; Uzma es musulmana, estadounidense de primera generación cuyos padres llegaron de India y Birmania—, ambas se hicieron inseparables. Se turnaban para quedarse a dormir en sus casas todos los fines de semana y se juntaban en las vacaciones y días festivos familiares. “Liz aprendió hindi de tanto estar con mi familia”, dice Uzma.
Ambas conocieron a Scott y David en su primer año de universidad. A lo largo de los años, han estrechado lazos gracias a los juegos de mesa y las noches de trivial. “Nos encantan los rompecabezas”, dice ella.
Vivieron juntos durante la universidad y después también. “Siempre hemos querido estar juntos”, dice Uzma. “Todos hemos aportado cosas diferentes, como que Scott es judío y yo musulmana. Liz y yo somos heterosexuales. Scott y David son gays”.
En los 20 años que han pasado desde la universidad, se han dispersado por todo el país —y, a veces, por el mundo—, así que los cuatro han recurrido a las tradiciones para mantenerse conectados. Alquilan una casa grande “en algún lugar a medio camino” casi cada Año Nuevo y también para celebrar el 4 de julio. Una vez fue en la playa de Delaware; otra vez se reunieron en Poconos. (“Cuando uno de nosotros tiene una pareja seria, sabemos que lo es de verdad cuando le invitan a los fines de semana de reunión”, dice Uzma). También tienen un grupo de texto para correr y usaban Google Chat y Skype para pasar el rato en línea mucho antes de la pandemia.
“Somos amigos en las buenas noticias y en las malas”, dice Uzma. “Aparte de los padres y las parejas de cada uno, somos las primeras llamadas de teléfono de cada uno”.
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