La música y el bienestar tienen una relación mucho más estrecha y fluida de lo que se piensa
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A los 75 años, Jorge Loidi prefiere no hablar de “reinvención” sino de una “vuelta al primer amor” cuando describe la transformación radical de vida que logró hacer luego de los 70, y que tiene a la música en un lugar central.
Loidi hoy vive en La Plata, pero hasta hace cinco años residió, durante las cuatro décadas anteriores, en los lugares más remotos del planeta: como geólogo trabajó en plataformas petroleras del Ártico, de la costa de África y hasta en una isla rusa al norte de Japón, con temperaturas promedio de 25 grados bajo cero.
Cuando años atrás el precio del petróleo se derrumbó, Loidi se quedó sin empleo y se volvió a La Plata. Su mujer le compró una guitarra para el cumpleaños y, poco a poco, comenzó a “reencontrarse con su primer amor”, porque en la década del 70′, antes de recibirse y de emigrar, Loidi llegó a tener un grupo y grabar un disco.
“Se pierde algo de agilidad en los dedos, pero lo principal es concentrarte en lo que sos bueno y no darle mucha importancia a tus debilidades”, recomienda. Lleva grabados 69 temas nuevos y uno de ellos trepó al primer puesto de un ranking de canciones independientes de los Estados Unidos. Lo principal, cuenta a LA NACION, es que es feliz cuando compone, cuando se encierra en su estudio, al fondo de su casa, con todos sus equipos de grabación.
La música y el bienestar tienen una relación mucho más estrecha y fluida de lo que se piensa. Lo que sigue son algunas ideas para sumarle ritmo a esta agenda de trabajo conjunta que gana cada vez más adeptos:
1) Ciencia y bienestar emocional
Los principales centros de salud mental de la Argentina, como Ineco o Fleni, tienen a equipos de musicoterapeutas como pilares de sus abordajes. “La escucha activa de música produce en nuestro cuerpo químicos relacionados con el bienestar, como la oxitocina y la dopamina. Por eso mismo, en tiempos de aislamiento obligatorio debido a la pandemia de coronavirus, la música es un recurso útil para combatir estados como la ansiedad o la angustia”, explica un informe de Fleni. Y agrega: “Está comprobado que la música produce cambios fisiológicos en nuestro sistema sensorial y está estrechamente relacionada con nuestro sistema límbico, con las emociones y la memoria episódica”.
2) Alternar con el “dulce de leche”
“Aunque hay gente que me dice: ‘Yo desafino hasta cuando toco el timbre’, yo estoy convencido de que todos pueden disfrutar de la música de calidad y hasta aprender a tocar un instrumento”, dice ahora el concertista, director de orquesta y doctor en Música, Sergio Feferovich. Su consejo: darle una chance a la música que creemos que no nos gusta para empezar a descubrir lo nuevo que nos puede gustar. “Es como ir a una heladería y dejar de pedir, por una vez, dulce de leche. Hoy somos rehenes muchas veces de los algoritmos que nos ponen lo que estamos acostumbrados a escuchar, hay que romper con esa lógica”, cuenta Feferovich en una sesión de Baikal Senior, un ciclo de charlas sobre la segunda mitad de la vida.
3) Ampliar el punto de disfrute
Está comprobado que cada tema musical tiene un punto máximo de disfrute. Por lo general en el “hit del verano” eso llega muy rápido, continúa Feferovich, pero también el placer es más efímero. En cambio, con música un poco más sofisticada ese pico de demora, pero cuando llega dura más tiempo y provoca un espacio de placer más prolongado.
4) Baños de sonido
Un reciente evento de LN Bienestar abrió con una propuesta original: un “baño de sonido” a cargo de la especialista y diseñadora de experiencias de este tipo, Belén Ortega. “Yo trabajo con diferentes instrumentos que actúan a través de las distintas frecuencias del sonido: cuencos de cuarzo, gong, cuencos tibetanos, instrumentos mayas, diapasones, hang drum, distintos tipos de tambores y campanas. Lo que hacen es ralentizar las ondas del cerebro. La persona siente este océano de vibraciones que la va llevando a un estado mental más relajado casi sin que se dé cuenta”, cuenta Ortega. Las sesiones duran una hora y sirven para mejorar el sueño, reducir el estrés y mejorar el estado de ánimo.
5) Nueva agenda de bienestar
La música también gana protagonismo en nuevas avenidas de la agenda de bienestar, como el uso creciente de micro dosis de psicodélicos que se está aprobando en varios países, como Estados Unidos y Europa. En el diseño de la experiencia (el “setting”) se habla de la música como un “segundo guía”. El neurocientífico Frederick Streeter Barret estudió las regiones neuronales específicas que se activan cuando se escucha música mientras se está sometido a los efectos de drogas psicodélicas. Según el neurocientífico, al estar acompañadas de las condiciones adecuadas, pueden ayudar al crecimiento emocional y a curarse de trastornos como la depresión y la ansiedad.
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