Las experiencias de Nadal y Naomi prueban que las pequeñas acciones impactarán positivamente en nuestras vidas
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Existe una tendencia generalizada a pensar que para generar un cambio en nuestras vidas necesariamente debemos atravesar un proceso de transformación radical. Todos hemos escuchado alguna vez algo así como “A partir de ese momento, mi vida cambió por completo” o “Ese día todo cambió”. Sin embargo, eso que llamamos “éxito” no ocurre repentinamente a partir de un acontecimiento puntual, sino que es el resultado de la incorporación de hábitos saludables que nos empoderan y nos acercan día a día a nuestra mejor versión.
En el deporte de elite, atletas como Naomi Osaka o Rafael Nadal nos demuestran la importancia del cuidado de su principal herramienta, su cuerpo. Para un deportista, el cuerpo es su empresa, sin su cuerpo, queda fuera de juego. Sus hábitos le permiten maximizar su potencial y sostener en el tiempo una alta performance, protegiéndolo de las eventuales contingencias que aparecen asociadas al deporte de alto rendimiento. Esto nos permite entender cómo luego de 15 años, Rafa Nadal se mantiene en la elite del tenis mundial. Nadal nos demuestra que, para un atleta, sus hábitos son su armadura.
El bienestar es un proceso continuo y transversal que se extiende a lo largo de toda nuestra vida, y su consecución depende en gran parte de nuestro grado de adherencia a la implementación sistemática de conductas saludables. A primera vista, fijar la atención en estrategias que contribuyan a nuestro bienestar puede ser visto como un gasto inmensurable de tiempo y energía. Sin embargo, cuando hablamos de bienestar, estamos frente a una de las inversiones más importantes que podemos hacer para alcanzar una vida más plena y feliz. Invertir tiempo y energía en ello genera lo que en términos financieros se conoce como “interés compuesto”. Así como comenzar a ahorrar a los 30 años es marcadamente más beneficioso que hacerlo a los 50, poner atención al cuidado del cuerpo y la mente desde temprana edad traerá numerosos beneficios para nuestra salud que en el largo plazo impactarán positivamente en nuestras vidas.
En su libro Hábitos Atómicos, James Clear sostiene que el cambio real proviene del resultado de una gran cantidad de pequeñas decisiones que debemos enfrentar todos los días, decisiones como subir las escaleras en vez de tomar el ascensor, optar por tomar un vaso de agua en vez de bebidas azucaradas que agregan calorías a nuestro cuerpo, o bien salir a caminar y dar un paseo al aire libre en vez de consumir información en las redes sociales. Las ganancias marginales en el día a día son las que terminan haciendo la diferencia. La suma de todas nuestras decisiones son las que en el largo plazo determinarán si nuestras conductas nos están acercando o alejando de lo que queremos ser. Un buen ejercicio es proponernos como meta diaria alcanzar un margen de mejora del 1% en cada una de nuestras conductas.
El principal desafío que nos imponen los hábitos es que muchas veces los resultados de pequeños cambios en nuestra conducta no se perciben inmediatamente, y en el caso de los hábitos de alta resistencia, existe un alto riesgo de abandonar la misión y volver a caer en nuestra antigua rutina. Para lograr vencer la resistencia asociada al cambio de hábitos y ejercer un mayor control sobre nuestras conductas, primero debemos tomar conciencia acerca de cómo trabajan los hábitos y que estrategias existen para incorporar hábitos saludables y eliminar aquellas conductas que atenten contra nuestro bienestar.
Construcción de Hábitos
De acuerdo a las investigaciones de Clear, existen cuatro fases o estadios por los que transita nuestra mente cuando creamos nuevos hábitos: señal, anhelo, respuesta y recompensa.
Para incorporar un nuevo hábito, primero debemos crear una señal que lo haga obvio, es decir, que esté al alcance de nuestros sentidos. En segundo lugar, para lograr que la conducta sea llevada a la acción debe existir anhelo, es decir, el hábito que buscamos incorporar debe resultar atractivo, debe despertar el deseo de hacerlo. En tercer lugar, la respuesta hace referencia a esa conducta puntual que queremos automatizar para crear un nuevo hábito, la cual necesariamente debe ser sencilla y alcanzable sin demandar mucho esfuerzo físico y/o mental, nos debe resultar fácil de hacer.
Finalmente, para garantizar la repetición de esa conducta en el futuro, hace falta conmemorar a la acción con una recompensa que nos genere satisfacción. Las recompensas son la meta final de todo hábito. Nuestro cerebro actúa como detector de recompensas y conforme pasa la vida, naturalmente tendemos a repetir aquellas experiencias satisfactorias que han generado placer.
Ejemplos como Rafa, Naomi y tantos otros casos de éxito en el deporte de elite nos demuestran que, en cada momento tenemos la oportunidad de sacar provecho de nuestro potencial a través de pequeñas acciones que impactarán positivamente en nuestras vidas.
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