Reconocido como eminencia por sus pares, el músico deleitó al público con su performance y su historia de vida en el evento Bienestar y Salud de LA NACION
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‘Aspiren a un punto elevado, que al cabo del tiempo se convierte en realidad’ es la frase que Alejandro Beraldi, violinista integrante de la Orquesta Estable del Teatro Colón, acuñó como lema de vida desde los 15 años. ¿Quién le habría dicho a ese adolescente que, a los 62 años, sería un músico consagrado con una extensa (y envidiable) carrera reconocido por sus pares como eminencia?.
A modo de sorpresa y para deleite del público, Beraldi fue el encargado de poner el broche de oro en la culminación del evento Bienestar y Salud – Capítulo 4 de LA NACION. Con motivo de reflejar la fuerte conexión de la música con los sentimientos y el placer, el violinista tocó un intermezzo sinfónico de la ópera Thaïs del compositor francés Jules Massenet y el 2º movimiento del concierto en invierno de Las cuatro estaciones de Antonio Vivaldi.
“Con cuatro años empecé a estudiar música sin saber de qué se trataba”, le contó en exclusivo a LA NACION. Los años pasaron, sus habilidades se desarrollaron y los cursos de música finalizados fueron cada vez más, pero había algo que persistía y era su deseo por sumergirse integramente en lo melódico. A los 10 años reconocía tener una fuerte inclinación hacia aquel instrumento de cuerda que hoy rige su vida. Al cabo de un tiempo adquiriría uno propio y sería incentivado por su familia a tomar clases en un curso de iniciación al violín.
Una vez finalizada la etapa escolar y frente al dilema de cuál sería su vocación, decidió que se dedicaría de lleno a ser violinista. “Si bien vengo de una familia en la que mis abuelos eran pintores y entienden del mundo del arte, mis papás vienen de la rama de las ciencias por lo que no era fácil obtener el visto bueno”, reveló. Así, gestó una mentalidad diligente que lo instaba a ‘jugársela’ completamente por lo que lo apasionaba. Ni grises ni acciones a medias, desde ese entonces Beraldi dedicaría el resto de su vida a instruirse con los mejores maestros, estudiar en las mejores academias y practicar incansablemente para convertirse en uno de los mejores de su categoría y, a la par, demostrarle a su familia que la decisión que tomó era la correcta.
Empezó a dividir su tiempo entre el estudio y la docencia; daba clases de música en escuelas, pero abarcar un tema tan complejo con adolescentes desinteresados que no sintieran su misma pasión no le era fructífero. Se alejó de ese rol por unos años pensando que jamás volvería a hacerlo hasta que se recibió como violinista en el conservatorio y creó una orquesta juvenil que dirigiría y a la que enseñaría nuevamente.
“Yo sabía que para tocar había que estudiar, no me arrepiento para nada de mis decisiones. Disfruto de todo lo que hago y hoy me encanta la docencia”, reconoció. Aunque advirtió sobre lo hostil que puede ser en ocasiones el ambiente de la música. “Es muy competitivo, hoy es un mundo en el que nos conocemos entre todos y nos enteramos de todo”, dijo.
Hace 35 años que forma parte de la Orquesta Estable del Teatro Colón y reconoció no poder caer en la cuenta de varias de las cosas que vivió gracias a dicha institución. Algunas de las experiencias que rememora son: tocar con grandes maestros como Plácido Domingo y salir en giras internacionales representando al país. Sin embargo, según él lo más especial que logra con la música es la función social, que se le acerque el público luego de una obra y le agradezcan por su labor o que pueda evocar sentimientos en los oyentes.
“Es un recordatorio de por qué elegí hacer esto y de que no me equivoqué”, afirmó.
Casado con una pianista y con cuatro hijos –según él cinco tieniendo en cuenta su orquesta juvenil– el gen de la música perdura en la familia Beraldi de la cuál uno de los hijos también es violinista de oficio. “Ese movimiento del arco y las cuerdas para mí es una cosa de locos y más aún cuando tengo la oportunidad de recrear grandes obras con mi hijo”, dijo.
“A mis hijos les inculqué mi misma mentalidad. Ellos saben que tienen que agotar todos los recursos por lo que les apasiona, no importa si eso implica comer fideos todos los días”, explicó respecto de su rol como papá.
Ya pasada la barrera de los 60 años y avecinándose la edad jubilatoria Beraldi no está listo aún para retirarse de los escenarios ni de las aulas. “Aunque tengo mis vaivenes con la profesión, me encanta lo que hago”, concluyó.
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