El “solo travel”, una tendencia que gana adeptos e implica superar límites y enfrentar miedos; los casos en primera persona
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“Lo que más me aporta es el intercambio social y cultural, ver cómo vive el otro, conocer sus costumbres, probar cosas nuevas. A nivel espiritual, el impacto también es muy grande, sobre todo en cuanto a crecimiento interior. Estar solo en otro lugar permite mirarse con perspectiva, a veces también me ayuda a encontrar la solución o visualizar distintas posturas con respecto a un problema”, reflexiona Marcela Crespo, la mujer de 60 años, dedicada a la industria del turismo que disfruta de la pasión que la lleva a recorrer el mundo de punta a punta, a veces sola, otras veces como guía.
Algunos van en búsqueda de un espacio de conexión personal, otros lo ven como una buena oportunidad para desafiarse, también están los que no consiguen compañero. Las razones abundan cuando se trata de emprender un viaje en solitario. Una tendencia en alza conocida como solo travel, que suma adeptos e incentiva a los viajeros a lanzarse a lo desconocido para vivir una experiencia transformadora, y que, en algunos casos, marca un antes y un después en su vida.
Un informe de Booking.com realizado a 4000 personas de entre 18 y 60 años, reveló que seis de cada diez argentinos realizaron alguna vez un viaje internacional sin compañía, el 57% corresponde a mujeres y el 66% a hombres.
Viajar solo implica animarse, superar miedos y salir de lo cómodo y conocido. Marianela Ducca, psicóloga cognitiva conductual explica que estas vivencias permiten desafiar las creencias limitantes que pueden llegar a tener las personas: “¿podré? ¿No podré? ¿Cómo lo voy a hacer?”, dice la especialista.
¿Cuáles son los miedos?
Tomar la iniciativa y organizar un viaje en solitario, para muchos, no es una decisión fácil. “Estar solo, al principio asusta, te replanteás todo: ´¿estará bien lo que estoy haciendo?´, o ´¿y si me pasa algo?´, pero cuando pasás el primer día, todos esos miedos se van”, comenta Iván de Martino, de 26, quien al menos una vez por año organiza una escapada por su cuenta con la excusa de conocer gente y volverse a conectar consigo mismo. Un camino de ida que descubrió a los 20 cuando se fue un mes y medio a recorrer California y quedó fascinado con dicha aventura.
Entre los obstáculos, quienes vivieron la experiencia, aseguran que uno de los miedos frecuentes es llegar a un destino desconocido, donde se habla otro idioma y nadie te entiende, suele asustar e incluso, a veces, paralizar.
Sin embargo, viajar solo desafía a todos aquellos que quieren o necesitan superarse. Y en este sentido, Ducca comenta que permite fortalecer la confianza y el crecimiento personal porque uno se da cuenta de todo lo que puede hacer por sus propios medios.
¿En qué consiste el trabajo interno?
Lo cierto es que cada uno lo vive de manera distinta, a su propio ritmo y guiándose por sus propios gustos y necesidades. De todas maneras, si hay algo que caracteriza a este tipo de experiencias es que potencia las habilidades interpersonales fomentando a las personas a abrirse a otras, a que conozcan y se inserten 100 por ciento en la cultura local que están visitando. Además, brinda libertad e independencia para hacer lo que se quiere sin depender de nadie más que de uno mismo y, genera un espacio para el autoconocimiento y la conexión personal.
Sandra Licovetzky, otra agente de turismo de 60 años, lo vive como una excusa ideal para salir de su zona de confort y en esta índole cuenta que lo que más le incomoda es cenar sola, por eso, hubo veces que se compró un sándwich y se lo llevó a la habitación del hotel. Hasta que, en uno de sus últimos viajes a Punta Cana, decidió hacerle frente a esta traba y sentarse en el comedor. “El primer día fue raro, no me hallaba, pero con el tiempo empecé a conocer gente y nunca más cené sola”, comenta.
En esta línea, De Martino también cuenta que entre sus tácticas está la de hospedarse en hostels, una estrategia clave para relacionarse y que además le mostró una faceta que desconocía de sí mismo: su facilidad para hablar con otros.
“Te abre la cabeza”
Hace pocos meses, Macarena Cisternas, una arquitecta de 29 años, viajó a Santiago de Compostela, un destino que tenía pendiente con el objetivo de hacer turismo e introspección. Como no consiguió compañía, se asesoró por su cuenta y arrancó la caminata. En total hizo 80 kilómetros en tres días. “Sentí de todo, es muy fuerte, como lo único que tenés que hacer es caminar, se te vienen todos los pensamientos a la cabeza”, dice la joven.
Pensar, procesar, preguntarse, mirarse desde otro lugar, y la lista sigue. Todos los consultados coinciden en que desde el primer instante uno se abre naturalmente y no solo a personas sino también a vivencias, a programas, a experiencias.
Según Ducca, se trata de una situación que lleva a los individuos a ser flexibles, a nutrirse, a potenciar su curiosidad y las ganas de ir por más, y resalta la importancia de dejar de lado los prejuicios y el “qué dirán” sobre no estar acompañado.
En primera persona
En marzo, Camila Hess, una productora de videos de 23 años, tomó coraje y se fue sola a Europa. El bichito por irse de aventura le picó después de ver un video en TikTok de una usuaria que mostraba sus voluntariados en distintas ciudades y pueblos alrededor del mundo. El concepto le encantó y decidida a replicar lo mismo, le contó la idea a una amiga que se sumó al plan, pero que después cuando estaban en plena organización se tuvo que dar de baja por razones personales. Fue en ese momento que Hess pensó en cancelar sus planes porque le aterraba irse sola. Sin embargo, su familia la convenció, así que juntó fuerzas y partió.
El primer destino fue Salerno en Italia donde estuvo dos semanas trabajando en un hostel manejando las redes sociales: sacaba fotos, armaba videos y los compartía con todos los seguidores. “Llegué muerta de miedo y llena de dudas, me temblaban las manos, no conocía a nadie ni manejaba el idioma. Pero esa noche conocí a un grupo de personas que terminaron generando un antes y un después en el viaje. A partir de ahí, nunca más estuve sola”, cuenta la joven.
Cuando terminó esta práctica y feliz por lo que había vivido, pensó en que sería bueno quedarse a seguir sumando experiencia, por eso cambió de rumbo y se fue para la zona de Asturias en España con la misma finalidad: manejar el contenido de otro hostel. Actualmente está en Costa da Caparica, Portugal y si bien no sabe cuál será su próximo destino, le gustaría quedarse un tiempo más.
“Todo lo bueno está del otro lado del miedo”, dice Hess, quien a medida que pasaba el tiempo pudo darse cuenta que era capaz de resolver por ella misma todo lo que se le presentaba. Y entre sus aprendizajes destaca que le moldeó la personalidad, le aportó madurez, le dio independencia y hasta empezó a ser ordenada con sus cosas.
Un final transformador
Cuando se termina uno de estos viajes, se genera un nivel de recompensa y felicidad enorme que tienen que ver con la superación personal. En esta línea, Ducca explica que uno vuelve sintiéndose realizado, motivado y seguro para encarar su vida nuevamente.
Sin embargo, también existen algunos puntos negativos que tienen que ver con la ausencia de compartir algo, un aspecto de la cotidianidad que se da por sentado hasta ese momento. “Comentar, debatir, hacer puesta en común, la facilidad de preguntar lo que no sabés, de consultar, eso falta y a veces se extraña”, dice Licovetzky. En este aspecto, la tecnología es una aliada perfecta para quienes buscan sentir cercanía con sus afectos.
“Recomiendo hacer un viaje solos, sea corto, largo, cerca o lejos al menos una vez en la vida porque la experiencia que se vive te transforma. Hay que animarse, salir de la zona de confort”, aconseja Ducca.
Las ventajas de viajar sin compañía
- Son grandes momentos de autoconocimiento, introspección y conexión personal. Permiten conectarse con uno mismo, escucharse y expandir la consciencia.
- Brinda libertad e independencia , ya que no hay que cumplir horarios ni compromisos con otros.
- Incentiva a superar miedos, límites y barreras personales. Estar solo frente a un mundo desconocido, permite desarrollar el crecimiento personal y fortalece la confianza con uno mismo, ya que la persona se da cuenta de todo lo que es capaz de hacer y resolver de manera individual.
- Potencia las habilidades interpersonales fomentando que los individuos se abran a otros, para conocer, preguntar e incluso sentirse acompañados.