Después de trabajar 15 años en relación de dependencia, se animó y apostó por lo que más le gusta: organizar viajes y bucear
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Unas vacaciones en Brasil, a los 27 años, cambiaron el destino de su vida: agotado con su rutina laboral, decidió emprender un viaje para desconectar. De espíritu curioso, se lanzó al mar a hacer lo que nunca hubiese imaginado: bucear. Hernán Guibert, contador, trabajaba para una empresa multinacional y ese primer contacto con el mundo submarino lo hizo recapacitar: ”Me volvió loco esta experiencia: descubri que abajo del algua había un mundo fascinante para conocer”, relata.
Al poco tiempo, este deporte se transformó en su actividad predilecta, y una oportunidad para recorrer el mundo explorando lugares inhóspitos y remotos calificados solo para buceadores expertos. Hoy baja hasta 40 metros y está certificado para ser ayudante de instructor de buceo.
Dar el paso
Pasó su infancia en un pueblito en el interior de Santa Fe, donde vivió junto a su familia hasta terminar la universidad. Con un objetivo en mente, llegó a Buenos Aires con el fin de apostar a una vida empresarial. Pero a medida que crecía en sus logros profesionales no se sentía del todo conforme con su vida: le faltaba algo.
Perseguir un sueño no siempre es fácil: reina el miedo y la incertidumbre de lo desconocido. Pero muchas veces, lo único que se necesita es coraje y tiempo y ese fue el caso de Hernán Guibert. Después de trabajar durante 15 años en la misma compañía y llegar a gerente, decidió abandonar su carrera corporativa para diseñar viajes y bucear.
“Volvía del trabajo agotado, sin energía. Todo esto me impactaba en mi vida personal con mis amigos y familia porque arrastraba ese estado de ánimo desgastado. De todas maneras no me animaba a hacer el cambio”, reconoce.
En paralelo, cada vez que podía aprovechaba para hacerse una escapada a alguna playa nueva para poder bucear. Al regresar seguía con la rutina de oficina.
De a poco y como si estuviera planeado, las puertas se le fueron abriendo: “Por mi experiencia en viajes, mis amigos y conocidos me pedían asesoramiento y recomendaciones cuando organizaban sus vacaciones. Con el tiempo y el boca en boca, este hobby cobró mayor dimensión hasta que un día vi la posibilidad de monetizar el servicio”, cuenta Guibert. Al principio lo combinaba con su trabajo en relación de dependencia pero al año, algunos cambios en la empresa le abrieron la oportunidad para dar el salto y dedicarse de lleno a organizar viajes y bucear.
Hoy, a sus 46 años, disfruta de hacer lo que le apasiona “sin horarios, sin cansancio, y con mucha pasión”, cuenta, Guibert. “No tengo una estructura fija de trabajo, a veces lo hago a la noche, otras durante el día. Ser mi propio jefe me permite ser flexible”, admite.
Su misión como diseñador de viajes es hacer feliz a la gente, ayudarlos a cumplir sus sueños al descubrir el mundo: “Viajar te hace sentir bien, crea momentos inolvidables y esa felicidad y bienestar se contagia en todo lo que uno hace”, reflexiona el buzo.
El buceo como estilo de vida
El cono de un volcán en Filipinas figura en la lista de los lugares más exóticos donde buceó. Le siguen los xenotes en México y algunos barcos hundidos de la Segunda Guerra Mundial en el Mar Rojo. Exploró también las profundidades del Lago Nahuel Huapí y nadó con tiburones en las Bahamas. “Para enfrentar cada uno de estos desafíos hay que certificarse y validarlo en el mar”, explica.
Explosión de colores, fauna silvestre, “ahí abajo es la naturaleza pura, un universo espectacular que te transmite una paz y tranquilidad difícil de explicar”, comenta y explica que la base del buceo es lograr serenidad, tratar de ser uno con el agua y fluir “porque así los animales perciben que no sos una amenaza y se te acercan más”.
Complementa esta actividad con la fotografía submarina, una tarea meticulosa y exigente que requiere de conocimientos previos y mucha práctica. “A través de mis fotos trato de que la gente se enamore de la flora y fauna submarina y que tomen conciencia de la necesidad de proteger la naturaleza y el océano. Por otro lado, los aliento a viajar porque estoy convencido de que las experiencias son lo más importante en nuestras vidas”, sostiene Guibert.
Anillo y boda submarina
Su pasión por el mundo submarino es tal que seis años atrás y a ocho metros de profundidad en las paradisíacas playas de las islas Maldivas, Hernán y su mujer dieron el sí. Fue durante un viaje de buceo en el que pasaron una semana a bordo de un barco junto a otros buceadores de todo el mundo. Cada uno se lookeó para la ocasión: el novio se puso un moño, la novia un tul y el instructor oficializó de cura. Cuando terminaron, los esperaba un banquete en la playa.
Hoy tienen un hijo que está por cumplir un año y que ya es fanático del agua: arrancó natación a los cuatro meses y “flasheó”, según cuenta el orgulloso papá.
En el agua, no solo encontró un estilo de vida sino también una pasión que comparte con su familia y que fue el impulso para romper barreras y perseguir sus sueños.
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