La empresa de La Matanza inicialmente invirtió $10 millones para fabricar el producto y $60 millones más en maquinaria e infraestructura; una historia de iniciativa y buenos acuerdos
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Un barbijo, una historia. Apenas rosado, con dos elásticos a los costados, el barbijo conocido popularmente como “el del Conicet” suele verse con frecuencia en las calles. De marca Atom-Protect, fue gestado a través de un convenio de colaboración con la empresa Kovi SRL -que dirigen Alan Gontmaher y Ángeles Espeche-, científicos de la Universidad de Buenos Aires (UBA), del Conicet y de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam). El primer modelo cuenta con tres capas de protección; y en marzo salió una nueva versión con cuatro capas protectoras.
El grupo de desarrolladores e investigadores está encabezado por Silvia Goyanes, Roberto Candal, Griselda Polla y Ana María Llois, del Conicet, la UBA y la Unsam.
En marzo del 2020, cuando se desató la pandemia, Gontmaher y Ángeles Espeche regresaron de una exposición de innovaciones para la industria textil en Italia. En ese entonces querían fabricar un producto innovador: toallas y toallones con telas capaces de inactivar hongos y bacterias para evitar el desagradable olor a humedad poslavado, pero poco tiempo después terminaron con una iniciativa que les cambió la vida.
La empresa pyme que normalmente fabrica manteles, cortinas y repasadores decidió darle otro rumbo a su negocio y se abocaron de lleno a producir barbijos de uso social, aplicando lo que habían aprendido durante la exposición. Así surgió la idea de emplear la nanotecnología sanitizante en los barbijos revolucionaros, cuya técnica es única en el mundo. Con el método que fue perfeccionado por el Conicet se detecta la humedad en las toallas y toallones que generan hongos y pudieron emplearla en los barbijos.
¿Por qué se lo llama “el barbijo del Conicet”?
El “superbarbijo” fue gestado a través de un convenio de colaboración entre la empresa Kovi SRL -que dirigen Espeche y Gontmaher- y científicos de la Universidad de Buenos Aires (UBA), del Conicet y de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam). “Yo aporté el conocimiento textil y la intención que se buscaba en el desarrollo; y el Conicet, la UBA y la Unsam el conocimiento científico, el ajuste de fórmulas y la formulación”, dijo Gontmaher a LA NACION.
La pyme de Lomas del Mirador, en La Matanza, tiene la licencia exclusiva para fabricar y comercializar los productos; originalmente hicieron una inversión de $10 millones y, luego, otros $60 millones más en maquinarias e infraestructura.
El primer contacto de la empresa textil con los científicos fue a través de una persona que trabaja en Kovi y que conocía a un investigador de la UBA. A partir de ahí se produjo una rápida interacción entre las distintas partes comprometidas con el proyecto. “Enseguida hablé con Goyanes y Llois, del Laboratorio de Polímeros y Materiales del Instituto de Física de Buenos Aires de la UBA, investigadoras del Conicet”, señaló.
Ellas se contactaron con científicos del Instituto de Investigación e Ingeniería Ambiental de la Unsam, Griselda Polla y Roberto Candal: a los 45 días estaba lista la fórmula que íbamos a usar. “Un trabajo en tiempo récord”, puntualizó Gontmaher.
El empresario señaló que toda su vida se dedicó al rubro textil, al igual que su familia, vinculada con la comercialización de telares. “Empecé a fabricar telas, tenía telares; comencé a estampar, a hacer tintorería, la parte de teñidos, y hoy, 27 años después, tenemos producción vertical: desde la fibra del campo hasta el producto final terminado. Hilandería, tejeduría, tintorería, corte y confección, distribución y comercialización. Hacemos todo. La nuestra es una empresa familiar: somos mi mujer y yo. Estamos juntos hace 10 años y ella se integró plenamente a la fábrica. Es la socia gerente de la empresa, que está a su nombre. Es una pyme conducida por una mujer”, aseguró, en referencia a Ángeles.
N97, el nuevo “superbarbijo”
Recientemente, se lanzó el nuevo barbijo Atom Protect N97 Plus (FFP2) con su flamante diseño: es más eficaz que los anteriores de los mismos fabricantes, aunque no es lavable. El producto está certificado por Nelson Labs -un proveedor líder en pruebas de laboratorio de Estados Unidos- en un 97,1% para polvos a partir de 0,1 µm (micrómetros) y en un 99,9% para aerosoles acuosos de cloruro de sodio (esta última medición realizada por el equipo argentino).