Lucía Galán Bertrand, médica española e investigadora de educación, expone las principales dudas sobre la crianza en la primera infancia y acerca consejos para las familias en el ciclo “Aprendemos Juntos 2030″, la plataforma del BBVA que emite sus contenidos en forma exclusiva por LA NACION
- 8 minutos de lectura'
Cuando nace nuestro primer hijo, lo primero que se nos cruza por la mente como padres es «¿Lo haré bien?». ¿Hay respuesta para semejante pregunta tan gigante?
Lucía Galán Bertrand, es una reconocida pediatra, investigadora y escritora de España que durante la charla que realizó en Aprendemos Juntos 2030, la plataforma de contenidos inspiradores del BBVA, dio consejos a los padres primerizos y no tanto y respondió a este interrogante.
A lo largo de su carrera, se ha topado con miles de familias, y cree tener una sola respuesta para esa pregunta: la clave es ir desprendiéndonos de esa carga, de esa responsabilidad que, a veces, tenemos de ser padres perfectos.
Esto se aprende, como los años. No trasmitirle esa imagen de perfección a nuestros hijos es clave para que cuando ellos salgan a la vida puedan enfrentar desafíos y tolerar frustraciones. Los niños no necesitan padres perfectos, necesitan padres que estén con ellos incondicionalmente.
Depresión postparto
«Es el momento más feliz de nuestras vidas», piensan los padres primerizos con la llegada de un hijo. Pues no lo es al principio. Hasta que las piezas del “puzzle” empiezan otra vez a encajar, a veces pasan semanas o meses donde la madre y padre se sienten raros, miedosos, por momentos tristes, cansados, abrumados y culposos de sentirse así. Con el segundo hijo lo vives diferente, porque ya sabes a dónde vas porque ya has sentido todo aquello.
Nadie habla sobre el puerperio y la depresión postparto. Es responsabilidad de la sociedad explicarlo a los padres primerizos. Porque el hecho de sentirse reconocido, de saber que no eres el único, ya es un gran consuelo. Sabemos que no es lo más lindo de la maternidad y paternidad, pero que también forma parte de ésta.
La culpa
Los ritmos de vida actuales nos impiden pasar tiempo de calidad con nuestros hijos. Y ahí aflora el sentimiento de culpa. Sobre todo, en las mujeres, es un sentimiento que siempre arrastramos. Cuando nos miramos al espejo y sentimos culpa, nos vemos feas, oscuras, grises, gruñonas. Hay que preguntarse, ¿es la imagen que les regalo a mis hijos todas las mañanas cuando se levantan? Hay que convertir la culpa en ejemplo. ¿Qué quiere decir? Es inspirador que los hijos vean que tienen una mamá que le gusta su profesión, que viene contenta de trabajar, que habla bien de su trabajo. Es inspirador que los hijos nos recuerden dentro de unos años como una mamá que, además de ser mamá, tenía una profesión que le apasionaba. Porque, lo que necesitamos en esta vida son niños que se dediquen en un futuro a cosas que les apasionan, que les mueven. Ahí es donde realmente puedes ser bueno, cuando haces algo que realmente te gusta. Así que hago ese pequeño ejercicio personal antes de entrar por la puerta de casa y elegir pequeñas anécdotas que me han pasado a lo largo del día para contarles a mis hijos y transmitirles también esa pasión por lo que uno hace.
Autocuidado
¿Cómo vamos a pretender cuidar bien de nuestros hijos si nosotros como padres no estamos bien? Es que para darle lo mejor de mí a mi hijo necesito estar bien. El convertirte en madre y padre no hace que tengas que renunciar a todo lo demás que te rodeaba: tu profesión, tus amigos, tus hobbies. Los padres somos mucho más felices cuando tenemos todas esas “parcelas” cubiertas. Para sentirnos personas completas, necesito sentirme realizada como profesional, necesito estar en contacto con mis amigas, necesito tener una sólida relación amorosa que me entienda y me acompañe en este viaje.
Crianza compartida
Tener un hijo es una corresponsabilidad. El niño es tan del papá como de la mamá. Y las dificultades, cuando son compartidas, son mucho más fáciles de llevar. Y las alegrías, cuando las compartimos, saben mejor. Debe ser un trabajo de ambos y debemos también aprender a pedir ayuda unos a otros y delegar.
Los niños coleccionan momentos. Y de lo que se trata es de llenar sus mochilitas de esos momentos maravillosos e inolvidables a los que puedan recurrir cuando sean mayores. Si tienes la oportunidad de desayunar con tus hijos, aunque te tengas que levantar antes, no la pierdas, es el mejor regalo que les puedes dar a tus hijos. Esos ratitos que tenemos, vamos a aprovecharlos, vamos a llenar su mochilita de momentos inolvidables que luego, cuando eres adulto, bien que nos gusta y nos reconforta abrirla y verla.
Educación emocional
Nosotros como padres somos el ejemplo y debemos facilitarles las herramientas para que ellos puedan gestionar sus emociones. No hay emociones buenas, malas, positivas, negativas; son todas nuestras, todas nos pertenecen y todos vamos a pasar por ellas.
En la primera infancia, ¿qué podemos hacer cuando están gritando y parece que no controlan la situación? Primero, permanecer a su lado. «Tranquilo, mamá está aquí. No te preocupes, tranquilo. Ahora cuando estés tranquilo hablamos». Esperar a que el tono del llanto vaya bajando. En el momento en que el niño parece que se va relajando, lo primero que hace ese niño es buscar a mamá o a papá con el que haya tenido el conflicto, tienen esa necesidad. Y se levantan y vienen a buscarte. Ahí es cuando los tenemos que besar y abrazar: «Cariño, ¿qué te pasó». Ya está saliendo un poquito y te está explicando. Ahí es cuando les explicas: «No, amor, es que ahora mismo no podemos ir a comprar…”.
Cuatro mitos sobre la salud de los niños
- La fiebre. ¿Qué problema tenemos con la fiebre? ¿Por qué le tememos? La fiebre es un mecanismo de defensa de nuestro organismo. Cuando nuestro organismo detecta que entra un agente extraño, lo primero que hace es elevar la temperatura. ¿Y por qué eleva la temperatura? Porque, por un lado, a los gérmenes les gusta reproducirse a temperaturas bajitas, y nuestro organismo, que es muy listo, lo sabe. Entonces, sube la temperatura para ponérselo difícil al virus y que le cueste un poquito más reproducirse. Es decir, si sistemáticamente, cada cuatro horas, le estás dando un antitérmico a tu hijo… cada cuatro horas le bajas la temperatura y se lo pones facilísimo al virus para que se siga reproduciendo, y además no estimulas correctamente a su sistema inmunológico. Con lo cual, si el niño tiene 38 o 38.5 y está saltando en el sillón, no hay que tratar la fiebre. La fiebre ya le está ayudando a superar esa infección.
- Andar descalzos y desabrigados. Los virus no entran por los pies. Los virus y las infecciones respiratorias se contagian por el contacto estrecho de las gotitas de saliva que emitimos al hablar o a través del contacto muy cercano o compartir vasos, o cubiertos, o juguetes. La medida más eficaz para prevenir este tipo de enfermedades infecciosas en el invierno es el lavado frecuente de manos, tanto en nosotros como en los niños, y llevar una alimentación saludable y equilibrada que le ayude al niño a responder de forma natural a las infecciones a las que están expuestos.
- Alimentación saludable. No son buenos los extremos porque se genera mucho sentimiento de culpa en las familias. Alimentar a nuestros hijos de una forma saludable no es tan difícil. Como pediatras tenemos que concientizar a los padres, desde la primera visita del recién nacido, de alimentación infantil. Promoviendo la lactancia materna de forma exclusiva hasta los seis meses, dando unas pautas adecuadas y consensuadas con la familia en función del estilo de crianza que quieren llevar. El Plato de Harvard, lo podemos aplicar al bebé de seis meses y a la abuelita de 93 años. ¿Y en qué? Tenemos un plato, la mitad de la comida que le pongamos al niño o al adulto, tiene que ser fruta y/o verdura. Un cuarto tiene que ser proteína: carne, pescado, legumbres, huevo. Y otro cuarto tiene que ser una fuente de hidratos de carbono, de ser posible cereal integral: pan, pasta, arroz. Y para beber, agua.
- Vacunación. Las vacunas son uno de los avances médicos más importantes de la historia de la humanidad. Salvan entre dos y tres millones de vidas cada año y hay un consenso unánime de todas las organizaciones científicas nacionales e internacionales sobre la seguridad y la eficacia de las vacunas. La vinculación entre la vacuna de la triple viral y el autismo generó en la población un temor infundado. Ese supuesto estudio, resultó ser fraudulento y de hecho el médico que lo hizo le fue retirada su licencia para ejercer. Por lo tanto, hay que vacunar sí o sí.
Podés disfrutar de la charla completa que compartió la médica española e investigadora de educación en Aprendemos Juntos 2030, la plataforma del BBVA con contenidos útiles e inspiradores para mejorar la vida de millones de personas de todo el mundo que desde mayo se emiten en forma exclusiva por LA NACION.