En el transcurso de las ultimas dos décadas, la prevalencia de obesidad en el mundo se incrementó dramáticamente. Entre 1976 y 1980, 24,1% y 26,5% de hombres y mujeres, respectivamente, fueron reportados como obesos o con sobrepeso; entre 1988 y 1991, estos porcentajes se incrementaba 31,7% y 34,9 por ciento.
A partir de los noventa, la suba se hizo aun más notable, y la década del 2000-2010 se presenta aún más intensamente dramática: ya hay un mundo gordo, ya llegamos a 72% de sobrepeso y obesidad en más de 3 países. Una media mundial de más del 40% (57% en la Argentina).
Esta elevación de los porcentajes de obesidad que sigue una suave curva ascendente hasta los setenta, trepa geométricamente en 20 años sin respetar si quiera países subdesarrollados en donde los índices de desnutrición se igualan increíblemente con al obesidad (Indice de Masa Corporal > 30%) y el sobrepeso (IMC > 25,5%). Esto nos da un índice del mal-nutrición de más del 80%. Ya son 22.000.000 en la Argentina que se fueron del riesgo saludable.
Más de 100.000.000 de adultos en los EE.UU. ya tiene sobrepeso u obesidad. Se espera y se teme que en 20 años un 70% de la población será obesa, y ya hay estudios que aseguran que de no mediar significativos avances en investigación que generen algún elemento de antiobesidad, el 100% de la población estará enferma de obesidad.
Mala información + sobreinformación = mala praxis
En la década de la investigación, de la globalización, de los métodos terapéuticos, de Internet, de una mayor conciencia de la gravedad del sobrepeso y la obesidad, curiosamente se genera un avance desmedido de la enfermedad. Ni remotamente un freno o un retroceso, como cabria esperar.
Lo dicho hasta ahora, sumado a ciertas conclusiones del congreso anual de la NASO (Asociación Norteamericana para el estudio de la Obesidad), nos plantea una dinámica verdad: en su afán por descubrir la forma de detener el avance de la obesidad, en el mundo médico se equivocó.
Se equivocó en utilizar conceptos academicistas no practicables, se equivocó en producir médicamente en forma casi desesperada, supuestamente inocuos, todos con efectos secundarios negativos, algunos retirados del mercado, otros usados inescrupulosamente en forma oculta o disimulada.
Se apura en indicar frívola e indiscriminadamente sobre todo en nuestro país, cirugías de estomago de altísimo riesgo y consecuencia. En todo caso y luego de agotar todos los métodos no cruentos con especialistas idóneos, estas son aplicables a pacientes resistentes con un índice de masa corporal mayor a 40% y enfermedades asociadas graves o necesidad de alguna intervención médica vital que requiera un mejor estado general, y aun así es dudoso su resultado.
Se equivoca cuando comunica solamente que "las calorías no importan", cuando hace la apología de las harinas, muy sanas pero presentes en todos los alimentos engordantes, y según muchos autores altamente adictivas, cuando decretar a las grasas como las responsables de la obesidad y bendice los hidratos de carbono incluyendo el pan. Los hidratos de carbono presentes en las comidas que yo llamo adictivas afectivas (pan, pastas, galletitas, masas) son los nutrientes mas comunes de nuestra alimentación.
Hace 20 años, había menos gordos y un cierto consenso en cuidarse de estos alimentos, hoy entronizados como "sanos" a medida que aumentaba la obesidad.
A modo de resumen
"El principal problema no es la comida sino el vínculo con ella." Las harinas y otros hidratos de carbono, son altamente adictivos para la gente con desordenes del control alimentario.
"Los hidratos de carbono complejos no producen suficiente saciedad por sí solos en los pacientes obesos." La sobre información respecto a dietas de sanos componentes (aceites de oliva, fideos, quesos magros, etcétera), generan gordos "sanos" si no se enfatiza en la cantidad o porción.
"Es difícil lograr el control con alimentos sin grasas." Es imposible, aunque responda a ideas científicas que un obeso pueda enfrentarse sin fallas al hecho de comer 6 o 7 veces por día. Si se piensa en una cuasi adicción, qué sentido tiene seguir colocando el objeto comida delante del que ya sabemos que no puede con ella.
Los productos "diet" y "light" son ingeridos con el "aval" de los expertos. Por lo tanto "puedo comer cuanto quiero"…
Mayor variedad, gusto, disponibilidad, aroma y presentación hacen las dietas no aburridas, pero si engordantes. Una dieta que afianza la salud y no el adelgazamiento es paradójica. Una alimentación "saludable" que incorpora nutrientes "sanos" en excesiva cantidad produce indefectiblemente grasa que enferma.
No es lo mismo informar sobre pautas de alimentación sana a una población sin obesidad que a personas obesas que padecen problemas de conducta y falta de límites y/o saciedad. Cuanto más se come más se sigue comiendo. El problema no es saber qué comer sino cuánto, cuándo y cómo parar. Lo que engorda no es la calidad sino la cantidad. Por supuesto que la calidad hipercalórica más cantidad excesiva es mucho peor.
El control del peso diario, aunque genere un ritual o una obsesión, es una manera concreta de evitar la ambigüedad del: "Me siento mejor" o "me veo más flaco".
A modo de conclusión
La mayoría de los pacientes está intoxicado de harinas. La mayoría de los pacientes engorda haciendo dieta. La mayoría de los pacientes camina sin quemar grasas. La mayoría de los pacientes va al médico sin creerle, sólo para calmarse. La mayoría de los gordos va a un grupo sólo para descubrir su obesidad, no para "ejecutar" el adelgazamiento.
El auge y el resurgimiento en Estados Unidos hoy de las dietas "populares" –Atkins, South Beach, Scarsdale–, y de todo lo relacionado a la adicción a los hidratos de carbono, indica que algo no anda. El propio obeso busca magia y rapidez no por neurótico sino por falta de respuesta de la ciencia médica.
Por lo tanto mi sugerencia es: comer poco (suficientemente poco como para no tener hambre). Observar a los flacos y no a los gordos. No tratar de entender a la obesidad: eliminarla.
Primero bajar de peso para después cambiar. Es bueno modificar hábitos, pero mientras esto se hace y para poder sostenerlos hay que acoplarse al no, que es el límite y el control. El control de la cantidad en el plato y el límite en la periodicidad llevará al límite corporal y al adelgazamiento, aún sin germen de trigo, salvado, de avena o levadura de cerveza.