A los pies de los majestuosos Alpes, especialistas e investigadores del centro médico La Prairie trabajan con revolucionarias técnicas para frenar el envejecimiento; los huéspedes disfrutan de paisajes privilegiados, platos sofisticados y una atención personalizada de primer nivel
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MONTREUX, Suiza.– Desde hace más de 90 años, un aura de glamour y misterio envuelve a un exclusivo complejo médico a orillas del lago Lemán, a los pies de los majestuosos Alpes y a 90 kilómetros de Ginebra. Allí, la lucha por frenar el impacto del paso del tiempo se ha convertido en una obsesión: un ejército de 55 especialistas y decenas de investigadores de diversos campos se dedican a desentrañar los enigmas de la vida y la longevidad. Se trata de la clínica La Prairie, que se ha convertido en una marca reconocida a nivel global: un oasis de bienestar y salud donde el tiempo realmente parece detenerse.
Lujo nada ostentoso, la más avanzada tecnología y un trato “a la medida de cada paciente” son palpables apenas uno cruza las puertas del complejo y se sumerge en un clima de sofisticación e innovación científica, pero también de privacidad.
Todo está cronometrado a la perfección y uno puede pasar varios días casi sin ver a los otros huéspedes que circulan discretamente por el complejo para cumplir con sus tratamientos y consultas. Una capacidad máxima de algo más de 50 personas repartidas en 38 habitaciones y suites son garantía del trato personalizado, que se suma a la excelencia en cada una de las citas, con la característica puntualidad suiza.
El infaltable y melódico “Bonjour Madame” o “Bonjour Monsieur” acompaña a los huéspedes que, vestidos con batas blancas, ropa de gimnasia o casual, surcan los pasillos y los túneles que unen los edificios del complejo, donde una larga “galería de la fama”, con algunas imágenes de celebridades de todo el mundo, da fe de que uno está bien rodeado: Marlene Dietrich, Charlie Chaplin, Winston Churchill, Carla Bruni, Richard Burton… La lista real de los visitantes a La Prairie es interminable e incluye a estrellas como Angelina Jolie y George Clooney, representantes de la realeza (más reservados) y también a argentinos como Mirtha Legrand, Susana Giménez, Diego Maradona y Carlos Tevez, entre otros. Sin duda, hay que reconocer que se trata de un privilegio para pocos: acceder a la fuente de la juventud eterna no es para cualquiera. Los programas, que por lo general son de una semana, arrancan desde los 28.000 dólares.
Tratamientos y terapias de avanzada
“Siempre digo que el declive a nivel tejido y hormonas empieza a los 30 años: es importante intervenir temprano para frenar el envejecimiento y trabajar en la prevención”, afirma Adrian Heini, director médico de La Prairie y referente en terapias de revitalización celular. Sostiene que el concepto de longevidad está hoy “de moda”, pero que de lo que realmente se trata es de tener la mejor calidad de vida durante el mayor tiempo posible: “No es solo alargar la vida, sino alargar los años con calidad”.
Aunque a primera vista parece oculto detrás del abundante verde, en los últimos años el complejo se amplió y en la actualidad abarca 23.000 metros cuadrados, con siete edificios conectados por una red de túneles. En todos los ambientes hay obras de arte, esculturas y pantallas que reproducen paisajes relajantes en loop. El impactante y moderno centro médico, con unas 50 especialidades, fue inaugurado en 1991 e incluye hasta dos salas de operaciones.
La “estrella” o nave insignia de la clínica es el programa de revitalización, un tratamiento de una semana que combina medicina avanzada, nutrición, actividad física y terapias de bienestar. Incluye el legendario extracto CLP, diseñado para aumentar la vitalidad, reforzar el sistema inmunológico y combatir los efectos del paso del tiempo, que se aplica exclusivamente en la clínica de Montreux. Pero hay muchos más: desde el master detox, el rebalancing o el más reciente e innovador brain potential. Además, los expertos desarrollaron cuatro suplementos alimenticios antiage, que combinan 17 vitaminas: una caja con el tratamiento para dos meses cuesta aproximadamente 700 dólares.
El revolucionario tratamiento brain potential, lanzado este año, utiliza terapias génicas y neurociencia avanzada para mejorar las funciones cognitivas y combatir el deterioro mental asociado con la edad. “Desde la pandemia, hay una demanda creciente para estar cognitivamente joven, ya que el Covid en muchos casos ha afectado la concentración”, explica Heini. “Es un tratamiento intenso, que incluye una resonancia magnética muy avanzada y un análisis particular con inteligencia artificial. Pero la clave es que podemos dar tranquilidad y mostrar que hay arreglo”, agrega.
En todos los programas, tras una exhaustiva batería de análisis, cada paciente recibe su tratamiento, que puede contemplar desde tests genéticos o epigenéticos hasta inyecciones de células madre. La rutina varía de persona a persona: temprano a la mañana, afuera de su habitación, los huéspedes encuentran colgado en su puerta el plan del día, con indicaciones sobre el dress code y el responsable del tratamiento en cada uno de los turnos.
Pasar por algunas de las más de 50 tipos de terapias puede llevar a uno a creer que está protagonizando una película de ciencia ficción. Entre las experiencias más asombrosas se encuentran las sesiones de crioterapia en una cámara metálica similar a una cabina telefónica bajo una temperatura extrema, de 110°C, con solo la cabeza afuera; un verdadero shock de tres minutos eternos que, afirman, ayuda a incentivar la regeneración celular. También se destaca la infraterapia para eliminar toxinas en la que uno está durante 40 minutos recostado en el vital dome, cápsula en la que el calor emana suavemente -y no tanto- para liberar toxinas y energizar el cuerpo. La sorprendente terapia de sonido, en tanto, se realiza en una cabina con el innovador audiovitality, que regula la vitalidad del cuerpo y estimula la capacidad de regenerarse.
El listado de los estudios de diagnóstico también es largo. El dispositivo oligoscan, por ejemplo, mide el nivel de metales pesados y minerales en el cuerpo, con apenas apoyar un lector en la mano. La prueba Tanita, una suerte de balanza que produce un escaneo corporal, proporciona un análisis completo en apenas 15 segundos y mide la grasa del cuerpo, la masa muscular y (para alivio o depresión de algunos) la edad metabólica.
Gimnasio con aparatos de última generación, pileta cubierta con gigantescos ventanales con vista al lago y las montañas, spa completo y masajes relajantes o tailandeses: todo se combina para proporcionar una experiencia transformadora, en la que el objetivo final no es solo vivir una vida más larga, sino incorporar hábitos más saludables, orientados por los cuatro pilares de la filosofía de La Prairie y su secreto de la longevidad: atención médica, bienestar, nutrición y movimiento.
Todo eso, sin mencionar las reveladoras clases para “aprender” a respirar con Phil Simha: “No se puede pensar en la longevidad sin una respiración consciente, que permita regenerar las células”, explica.
Un paraíso de bienestar al que los huéspedes quieren volver
El mimo está en cada uno de los detalles. En la mesa de luz, por ejemplo, los huéspedes tienen a su disposición un menú con el listado de almohadas para elegir: la rejuvenecedora, la ergonómica, la calmante o incluso la biológica vegetal.
La mayoría de los pacientes que llegan a este spa médico en la actualidad oscilan entre los 45 y los 50 años, con igual proporción de hombres y mujeres. Pero Heini admite que hay un interés creciente de los jóvenes. “Mucha gente en plena actividad profesional empieza a preocuparse más y más por la salud y la longevidad: hay más conciencia”, dice.
Willie Carballo, representante en América Latina y México de la marca La Prairie desde 1979 y eminencia en materia de wellness, cuenta que durante años los argentinos estaban primeros en el ranking de visitantes de la región, y aún hoy están en el top 3.
“No se trata solo de alargar la vida, sino de mejorarla”, afirma Carballo, y asegura que hay una “reincidencia” del 70%. “El mejor vendedor de La Prairie es el que va y vuelve”, sentencia. “En promedio, los clientes regresan cada dos o tres años, pero hay muchos que vienen todos los años”, señala.
Uno de los pilares de la lucha por frenar el paso del tiempo es, sin duda, la nutrición. En La Prairie, el restaurante Seeds, a cargo del chef David Allesandria, se lleva las palmas (los consejos para una dieta antiinflamatoria y antioxidante de la nutricionista Oliwia Jastrezebska son invaluables, al igual que sus reflexiones sobre el ayuno intermitente).
La alimentación está basada en plantas, semillas y raíces, y los platos, lejos de resultar aburridos, son una verdadera obra de arte. Con una vista idílica a las montañas y el lago, el restaurante ofrece un menú sofisticado (el Tandoori Tofu es imperdible), pero también desafiante: nada de azúcar, lácteos, gluten, sal, gaseosas ni alcohol y café solo a demanda. Cada comida empieza con un vaso de agua hidrogenada vital que, según explican, sirve de antioxidante.
Con el peso de sus 90 años de historia, La Prairie se ha convertido en un faro y un emblema en un mundo en el que, desde la pandemia, se ha disparado el interés por la salud, la longevidad y el bienestar. Tiene sentido: en los últimos 70 años, según algunos cálculos, la expectativa de vida en promedio creció 55%, de 47 a 73 años. Para 2050, se espera que el número de personas de más de 60 se duplique. Pero, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), este aumento no ha sido acompañado por una mejor calidad de vida. Es decir, nos volvemos más viejos, pero no vivimos mejor. Detrás de este fenómeno, hay una industria en creciente ebullición: se estima que moverá globalmente 610.000 millones de dólares en 2025.
“Aquí trabajamos en la prevención primaria, desde lo estético hasta lo médico, es decir, en las posibilidades de cambiar el futuro enfocándonos en las condiciones prepatológicas para evitar la aparición de enfermedades”, indica el doctor Giovanni Simula en su consultorio del centro médico. Un verdadero paraíso para los hipocondríacos.
Los orígenes de la clínica se remontan a 1931, cuando el profesor Paul Niehans comenzó su investigación pionera en terapias de rejuvenecimiento celular. Pero su verdadero salto a la escena global se produjo en 1953, cuando el papa Pío XII se sometió al tratamiento celular y, según alegan, logró salvar milagrosamente su vida. Desde entonces, la clínica ha perfeccionado sus tratamientos y se ha convertido en un lugar de culto y peregrinaje para miles de personas de todo el mundo.
Claro que no cualquiera puede acceder a este exclusivo reducto. Y ni siquiera los que tienen el privilegio de visitarlo en busca del elixir de la juventud escapan al verdadero desafío: mantener buenos hábitos, que fortalezcan la inmunidad. “La verdadera longevidad se resume en cosas simples: el estilo de vida, tener una rutina de ejercicios, nutrición equilibrada y suficientes horas de sueño”, concluye Heini. Eso sí está al alcance de todos.