Los filtros de belleza reflejan -y a menudo empeoran- los prejuicios y problemas de la sociedad y pueden ser un paso más en la obsesión cultural por perfeccionar la apariencia; sus efectos en la autopercepción
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Cuando me topé con mi primer “filtro de belleza” -tecnología diseñada para “mejorar” tu aspecto, ahora popular en Instagram, Snapchat y TikTok-, una de mis primeras reacciones fue que igualaba el terreno de juego, y no necesariamente en el mal sentido.
Antes de la pandemia, solía maquillarme un poco antes de salir. Me hacía sentir más atractiva y la diferencia de trato de la gente cuando me ponía un poco de máscara de pestañas no hacía sino reforzar esa percepción.
Pero entonces llegó el confinamiento, el trabajo desde casa y tuve un bebé. Encontrar el tiempo y la motivación para pintarme los labios parecía cosa del pasado.
Por eso, cuando vi por primera vez un filtro que hacía el trabajo por mí -o por mi presencia en internet, al menos- me quedé asombrada.
Y tuve que preguntarme: ¿realmente hay tanta diferencia entre pasar 15 minutos maquillándome por la mañana o poner un filtro a mi imagen en internet? ¿O se trataba de una forma ingeniosa de ahorrar tiempo?
A medida que los filtros de belleza se vuelven más sofisticados, surgen nuevos artículos que denuncian sus posibles efectos sobre todo tipo de cosas, desde nuestra autoestima hasta su poder para popularizar un determinado estándar de belleza.
Esta semana, el lanzamiento del filtro Bold Glamour de TikTok -que tiene un efecto sorprendentemente impecable- ha llevado a muchos usuarios a preguntarse si la tecnología ha ido demasiado lejos.
Puede convertir a cualquiera en una top model. Como reza un titular: “‘Esto es un problema’: un nuevo filtro de belleza hiperrealista de TikTok está asustando a la gente”.
Estas preocupaciones y críticas son válidas, pero a menudo pasan por alto un componente crucial. Como tantas otras cosas en la tecnología, los filtros de belleza no se crearon en una burbuja, separados de la sociedad, para luego infectarnos al resto.
Reflejan -y a menudo empeoran- los prejuicios y problemas que ya tenemos. Ese es, por supuesto, el problema.
Mucho antes de que apareciera el filtro Bold Glamour, nuestra sociedad tenía un fetiche con la belleza.
Y no se trata solo de atractivo físico: a las personas convencionalmente guapas se las considera de todo, desde más inteligentes hasta con mayores ingresos. (Aunque para las mujeres, en algunas situaciones, la belleza puede ser contraproducente).
Cánones de belleza real vs online
Lo cierto es que, ya sea con nuestra elección de ropa o corte de pelo, gafas o maquillaje, todos nos representamos a nosotros mismos de una determinada manera -y, por lo general, de una forma acorde con los cánones de belleza vigentes.
Aun cuando nos gusta pensar que tomamos estas decisiones basándonos en nuestras preferencias individuales, hace tiempo que sabemos que vienen determinadas por los estilos actuales.
Existen muchos estudios que lo demuestran.
Basta también con fijarse en el aspecto de la gente que nos rodea: incluso un rasgo tan inmutable como las cejas ha pasado de las formas delgadas de los años 90′ a las supergruesas de la década de 2010 (y ya está cambiando de nuevo).
Por supuesto, hay una diferencia entre seguir las tendencias de belleza de la vida real y aplicar filtros online. Los cosméticos pueden crear la ilusión de unos pómulos más cincelados; un filtro de belleza los cincela (virtualmente).
Pero en una época en la que los procedimientos cosméticos mínimamente invasivos y muy eficaces, como el bótox, son cada vez más populares, es posible decir que más de una persona que ves en la vida real ha tenido un poco más de “ayuda” de lo que cabría esperar.
A medida que nuestra capacidad para recortarnos años y recrear cánones de belleza en la vida real aumenta de manera exponencial, es lógico que observemos el mismo fenómeno en internet. No por ello es menos problemático.
De hecho, puede ser un círculo vicioso: los filtros de belleza no solo responden a los cánones existentes, sino que los cánones de belleza offline están cambiando en respuesta a los filtros.
Por ejemplo, las adolescentes que usan filtros son más propensas a plantearse la cirugía estética, y los cirujanos plásticos han observado un aumento de clientes que solicitan cirugía para parecerse más a sus filtros.
Esto es aún más preocupante si se tiene en cuenta que estos filtros tienden a tener un sesgo racial, basado en características estereotípicamente “blancas”.
Efectos sobre la autopercepción
Hablamos solo de filtros faciales. Pero hay muchas formas de retocar tu cuerpo en las redes sociales, incluso en video.
En cierto modo, no es nada nuevo. Los modelos y fotógrafos profesionales saben desde hace mucho tiempo que determinadas poses y ángulos pueden alargar las piernas y estrechar la cintura, y luego retocan las imágenes en la postedición con programas informáticos.
Las personas influyentes en las redes sociales también recurren a menudo a estas estrategias, como exponen algunos defensores como Dana Mercer Ricci.
Al hacer que cualquiera pueda recortarse la cintura o rellenarse los labios en un video o una foto en línea, se podría argumentar que estos filtros solo están haciendo más accesibles los trucos de la industria.
Aunque hay quien aplaude la mayor disponibilidad de la tecnología, también es cierto que estos filtros son demasiado nuevos para que sepamos cómo afectan a la autopercepción y a la salud mental a largo plazo.
Las investigaciones realizadas hasta ahora indican que pueden hacer que los usuarios se sientan peor consigo mismos, en parte debido a ver tantas imágenes de otras personas que están muy filtradas y son perfectas.
Incluso antes de que aparecieran los filtros de belleza más sofisticados, las personas que pasaban tiempo en las redes sociales viendo las vidas idealizadas de los demás tenían más probabilidades de sentirse mal psicológicamente.
Lo mismo ocurre cuando vemos nuestra propia imagen filtrada.
Las adolescentes, que suelen ser más vulnerables a interiorizar las imágenes que ven en los medios de comunicación, corren un riesgo especial.
Un estudio, por ejemplo, descubrió que cuando se mostraban selfies originales o retocados a chicas de entre 14 y 18 años, estas pensaban que las fotos retocadas tenían mejor aspecto. Aquellas a las que se les habían mostrado fotos retocadas estaban menos satisfechas con sus cuerpos.
Aunque el Bold Glamour de TikTok se está llevando la mayor parte de la prensa, hay otros filtros que son problemáticos de una manera diferente. Uno de los más inquietantes es el filtro Teen de TikTok, que hace que cualquiera parezca un adolescente.
Los expertos en seguridad infantil han expresado su preocupación. Este filtro, en específico, puede ser utilizado por adultos que adoptan poses sugerentes o visten ropa sexualmente seductora, por ejemplo, para hacer creer a los espectadores que son adolescentes.
Y pone de relieve -y también aumenta- un aspecto peligroso de la sociedad: la normalización de la sexualización de los niños.
Los filtros de belleza pueden ser un paso más en nuestra obsesión cultural por perfeccionar nuestra apariencia. Pero, a juzgar por la acogida que han tenido hasta ahora, podrían ir demasiado lejos.
Por Amanda Ruggeri.