Convirtió una costumbre entre conocidos en un emprendimiento “circular” donde la gente hace cuadras y cuadras de cola para comprar
- 9 minutos de lectura'
“¡Ahora sí! Hola a todos, bienvenidos a quienes sean nuevos a un mundo del que no van a poder salir. Les voy a contar cómo es la metodología de las tandas de ropa: es online mediante las historias de Instagram y para los interesados en venir al showroom, pronto voy a habilitar links de inscripción para que se puedan anotar y venir”, con estas palabras Sofía Martinelli da apertura a una nueva “tanda de ropa online” de su emprendimiento, llamado Sophie’s Closet.
Para esta ocasión, la joven de 25 años anunciaba en sus historias de Instagram la venta del armario de Dominique Faena, influencer y conductora del programa de streaming Entre Nosotros. Faena es junto a Lola Latorre, Mila Pirán, Delfina Kauffman, Toia Kastner, otra de las “jóvenes del momento” que se destacan en el rubro de la moda y venden sus prendas en Sophie’s Closet.
Martinelli llega a acumular casi 100 mil seguidores en las cuentas de su emprendimiento en Tik Tok e Instagram, a la vez, sus mayores canales de difusión y contacto con clientes. Comenzó hace relativamente poco tiempo, con un objetivo simple: vender la ropa que ya no usaba. No tenía como meta salvar el planeta, consagrarse como uno de los emprendimientos de moda circular más conocidos del país, ni tampoco sacar demasiada ganancia.
“Me recibí de psicóloga a fin de 2021 y me di cuenta de que no sabía bien exactamente qué quería hacer con mi carrera. Me fui de vacaciones y a la vuelta me percaté que tenía mucha ropa que nunca usaba, hice una limpieza de vestidor y me armé un Instagram con el nombre ‘Sophie´s Closet’”, cuenta respecto del origen de su emprendimiento sustentable.
El primer día de venta sumó más de 400 seguidores en la cuenta y, según relata, de las 50 prendas que mostró, vendió 49 en un lapso de horas. Pensó que podía ser una metodología útil para aprovechar y “circular” la ropa de sus conocidos. La siguiente tanda fue la de su mamá, después de amigas y primas. Los seguidores de la cuenta aumentaron exponencialmente, comenzaron a pedir más tandas y más fechas en las que se lanzaran las ventas. Cada vez la contactaba más gente, desde clientes hasta amigos de sus amigos o de su familia, quienes le consultaban cómo hacer para que ella les pudiera vender su indumentaria. Llegó un momento en el que su casa estaba repleta de la ropa de terceros, “se hizo insostenible, estaba a un nivel que de verdad no se podía caminar por la casa. Entonces, con el apoyo de mi familia decidí hacer una feria en mi casa”, relata.
Avisó por redes sociales y el día de la feria acumuló casi dos cuadras de fila para ingresar al hogar familiar. “Al principio tomé esto como un hobby hasta que me di cuenta de que si no daba mi 100% al emprendimiento era imposible que funcione”, dice Martinelli. Según relata desde ese entonces su vida se transformó, aprendió a manejar un modelo de negocio complejo que le requería una disposición full time. “Tuve que dejar un poco de lado mi vida social porque un emprendimiento es así de demandante. Los que emprenden saben que es una responsabilidad tremenda, es como tener literalmente un hijo”, añade.
Emprender desde cero y librando el futuro al azar
“Pensaba en los posibles obstáculos y la verdad es que tengo una mentalidad de dejar que todo fluya. No me planteo tantos objetivos ni obstáculos desde el principio, voy viendo qué es lo que necesita el negocio”, cuenta. Para Martinelli proyectar trabajo u obstáculos imaginarios es un sinsentido, ella asegura que las adversidades se controlan y se enfrentan una vez que se presentan.
“Cada seis meses tengo una crisis existencial en la que me planteo dejarlo todo. Cuando uno emprende se acostumbra a los desafíos, pero en esos momento me tomo unos días para reflexionar y motivarme nuevamente”, dice la joven. “En Argentina es todo muy difícil y si no tuviera pasión por lo que hago no hubiese aguantado ni una semana con este negocio”, agrega.
¿Una de sus mayores motivaciones? El hacer algo que le gusta desde toda la vida: la moda. Un gusto personal que impacta en sus decisiones y que incluso, tiene que ver con la historia familiar. “Sin querer encontré esta arista de la moda circular que me fascina”, asegura. Ella lo cataloga como un “win-win” en el que ganan todos: los que venden la ropa, los que la compran a un precio inigualable y también, el planeta porque no se fabrica ni contamina, sino que se reutiliza/circula aquello que ya existe.
El éxito de Sophie’s Closet revela la fuerte tendencia juvenil a consumir responsablemente. La Organización de Naciones Unidas (ONU) devela que fabricar un par de pantalones consume 7.500 litros de agua, el equivalente a lo que una persona bebe en siete años. En adición, se estima que un 20% del gasto mundial de este recurso se vincula con el teñido y tratamiento de prendas. Según las estadísticas, la cadena de suministro de la industria textil es considerada como la tercera más contaminante del mundo, por detrás de la alimentación y la construcción.
Aunque la joven sostiene que esta tendencia tiene pisada en el éxito del emprendimiento; asegura que el punto fundamental de la popularidad radica en los bajos precios a los que vende las prendas. “Hoy en día mi forma de comunicar no es tanto ‘chicas, salvemos al planeta’ sino que hago énfasis en que la ropa está imposible en el shopping y si uno quiere renovar el vestidor y viene acá, lo hace por un mango”, destaca.
En un momento económico, político y social complejo en el que los precios están “por las nubes” se vuelve aún más difícil comunicar y vender un valor agregado a la gente. “Considero que la pasión que le pongo a lo que hago trasciende la pantalla y es lo que hace que los clientes se conecten con todo lo que pongo y apoyen el negocio. Se armó una comunidad y el emprendimiento tiene un público súper fidelizado con el que dialogamos diariamente”, resalta.
Respecto del momento bisagra en el que tomó dimensión sobre el impacto que tiene, Sofi –como le dicen sus amigos– responde que fue cuando en una feria multimarca de la que participó armaron un formulario para que la gente se anotara y especificara a qué emprendimiento asistían; el 90% eligió visitar únicamente la sección de Sophie’s Closet. “El día de la feria cuando vi que había una fila de cuatro cuadras no lo podía creer, más tarde cuando llegué a mi casa me largué a llorar porque dimensioné todo lo que estaba pasando. Fue una locura”, revela.
Quienes desconocen el funcionamiento de la industria de la moda sostenible suelen creer que apostar al medio ambiente implica adquirir textiles en condiciones deplorables o incómodas, pero esto suele ser falso en la mayoría de los casos. A día de hoy desde grandes marcas hasta las ferias de ropa de segunda mano presentan diariamente nuevos textiles ecológicos que no tienen nada que envidiarle a los cueros o telas fabricadas industrialmente y que también aseguran una experiencia de compra satisfactoria con prendas en condiciones óptimas: algunas sin uso, con etiquetas o sin y las que han sido utilizadas previamente pasan un “testeo de calidad” en el que se asegura que estén en buenas condiciones de venta. En el caso del emprendimiento de Martinelli, ella garantiza que no se acepta ropa manchada, rota, desteñida ni con signos de desgaste. “Hacemos una curaduría de las prendas, todas están en súper buen estado por lo que llevarlas es como si se estuviera comprando la versión original en el shopping, pero por un cuarto del precio”, sostiene.
El emprendimiento que nació de una simple necesidad como hacer una “limpieza de ropa” y cuyo éxito se gestó con el incesable trabajo de una sola persona, hoy en día se convirtió en una pyme, cuenta con espacio físico, una clientela fidelizada y un equipo de trabajo de entre cinco y siete personas. La misma historia que construyó Martinelli se replica en miles y miles de jóvenes alrededor del mundo que buscan sumarse al consumo responsable y, en el trajín, obtener ingresos.
Un éxito sin precedentes
“En medio de la inflación más alta en una generación, el aumento de las tensiones geopolíticas, las crisis climáticas y la caída de la confianza de los consumidores en anticipación de una recesión económica, la economía global se encuentra en un estado volátil por lo que las marcas necesitarán una planificación cuidadosa para sortear la incertidumbre y los riesgos de recesión que se avecinan”, figura en un informe publicado por la consultora McKinsey & Company
‘Sostenibilidad ambiental, consumo responsable, green friendly y stooping’, son solo algunas de las etiquetas relacionadas a la tendencia ecológica que se han difundido entre el gran público y exponen el deseo de las nuevas generaciones de consumir de una manera opuesta a la de sus antepasados.
Ejemplo del fenómeno es la práctica del stooping –tendencia de restaurar y recuperar muebles de las calles en grandes ciudades–. Nueva York es la cúspide de esta práctica, allí es totalmente común estar caminando por una avenida y encontrarse con un grupo de personas que, con teléfono en mano, buscan dar con las coordenadas correctas en su “búsqueda del tesoro”. Desde muebles sin usar a elementos de edición limitada y mobiliario de valor incalculable; los neoyorquinos carecen de ataduras a lo material y sabiendo sobre el fenómeno sustentable que ocurre, dejan todo aquello que no desean para que quienes lo deseen, se lo lleven gratuitamente.
Una mujer, Denise Gordon, de 68 años, reveló al New York Times que una vez encontró un sillón Eames de cuero que a día de hoy está tasado en 2.000 dólares.
En consecuencia al fenómeno, surgieron en las redes sociales cuentas que dan aviso de las locaciones en las que se pueden encontrar estos tesoros. Un caso es el de la cuenta Stooping NYC, que con casi 500 mil seguidores, alerta sobre los nuevos avistajes de mobiliarios en la Gran Manzana.
Conciencia, consumo responsable y empatía, algunas de las virtudes que se le pueden adjudicar a estas generaciones que pretenden colaborar con el planeta, con los demás y con sí mismos.