Es necesario volver a poner en valor el aprendizaje de memoria, que a nivel pedagógico supo tener muy mala prensa
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Ni podcasts súper-producidos, ni vivos de Instagram con influencers y divulgadores ni posgrados de ciencias cognitivas: lo más importante para ejercitar y desarrollar la memoria, una de las habilidades con peor fama y más subestimadas, ya aparece en un breve tratado, de autor desconocido, escrito en latín entre el año 86 y el 82 a.C. y titulado “Rhetorica ad Herennium”. El ensayo sobrevivió y llegó a la Edad Media, cuando comenzó a copiarse.
Allí se discuten los principales trucos y las técnicas básicas que hoy usan los “atletas mentales”, personas que se dedican sistemáticamente a entrenar y mejorar sus habilidades cognitivas para competir en concursos que tienen como categorías recordar lo más rápido posible varios mazos de cartas mezclados al azar o la mayor cantidad de decimales del número “Pi”.
Por ejemplo, en “Rhetorica” ya se hace referencia a la metodología del “palacio de la memoria”, que se basa en que los humanos somos bastante buenos para recordar lugares, con lo cual uno puede memorizar cientos o miles de datos si se los distribuye por el sitio donde vivimos y luego lo vamos recorriendo mentalmente. Y no tiene que ser un espacio habitable en particular: el campeón malayo de memorización Yip Swee Chooi utilizó un recorrido por su propio cuerpo para memorizar las 56 mil palabras (1.774 páginas) del Diccionario Oxford de Chino-inglés.
Estas y otras historias increíbles están contadas en un libro publicado hace ya más de diez años, en 2011, “Los desafíos de la memoria” (“Moonwalking with Einstein”), del periodista Joshua Foer. En su investigación apasionada sobre este submundo Foer entrevistó a los más estrafalarios atletas mentales, a neurocientíficos, a ajedrecistas; y por supuesto no falta la referencia inevitable al cuento de Borges “Funes el memorioso”. En el camino, Foer se entusiasmó y terminó compitiendo (¡y ganando!) las nacionales de los Estados Unidos de atletismo mental.
“La memoria tiene mala fama porque odiamos estudiar de esa manera en el colegio”, cuenta ahora a LA NACION el físico Andrés Rieznik, quien también es atleta mental y escribió un libro sobre el tema, “Atletismo Mental” (Sudamericana, 2016). “Yo tenía un profesor de Matemática que cuando un alumno le decía que no le gustaba estudiar de memoria le contestaba: ‘Uh, que mala suerte que tenés’, porque en una prueba no te conviene ponerte a derivar fórmulas, a deducirlas, te conviene mucho más recordarlas”, dice Rieznik, que también es divulgador científico, profesor de la Di Tella y miembro de Laboratorio de Neurociencias de esa universidad.
“Y esto vale para todo en la vida: confiamos más en las personas que tienen la información y no tienen que googlear todo el tiempo y tomamos mejores decisiones cuando tenemos los datos en la punta de la lengua”, apunta Rieznik, y cita a un análisis del psicólogo Daniel Kahneman, padre de la economía del comportamiento y Nobel en 2001, donde concluye que los mejores ajedrecistas no lo son por tener intuiciones mágicas sino porque fueron inconscientizando procesos con mucho esfuerzo que al principio hacían de memoria.
Para el ex rector del Colegio Nacional de Buenos Aires y profesor de Matemática Gustavo Zorzoli hay que volver a poner en valor el aprendizaje de memoria, que a nivel pedagógico supo tener muy mala prensa. Y que incluso parece ser más discutido en la época de las redes sociales: ¿Para qué queremos memorizar si existen Google, Wikipedia y tal vez en unos años implantes cerebrales?
“La memorización de largo plazo y de trabajo son fundamentales para el proceso de aprendizaje. Saber el resultado de 7x8=56 de memoria no sólo aplica a esa cuenta sino que permite luego con facilidad resolver otros cálculos que se basan en propiedades del sistema de numeración, como 70x8000 0 140 x 16, entre miles de posibilidades. Sin ese resultado de memoria sería imposible desplegar tan diversa variedad de estrategias”, cuenta Zorzoli.
Rieznik coincide, y cree que la clave está en enseñar a memorizar de manera disfrutable, divertida, pero de ninguna manera dejar de hacerlo. “La memoria es la piedra basal de nuestra identidad personal: somos lo que podemos recordar”, agrega.
¿Es inevitable que nuestra memoria se deteriore con el paso de los años? En el libro de Foer aparece muy citado el divulgador, atleta mental y experto en memoria Tony Buzan, quien falleció en 2019 a los 78 años. Buzan dice que “la gente asume que la declinación de la memoria es algo normal, inherente a los seres humanos, y por lo tanto un proceso natural. Pero hay un error lógico ahí, porque ‘normal’ no necesariamente es ‘natural’. La razón por la que declina la memoria en promedio es porque nos la pasamos haciendo anti-entrenamiento en este campo”.
Para Buzan, “lo que le hacemos a nuestro cerebro es el equivalente a querer entrenar a un atleta para los Juegos Olímpicos y sentarlo en un sofá a que mire TV durante horas, tome diez latas de cerveza por día, se fume 50 cigarrillos y haga ejercicio una vez al mes. Y luego nos preguntamos por qué le fue mal en la competencia, pero eso es lo que le estamos haciendo a nuestra memoria con el ritmo de vida promedio de la actualidad”.