Este mes se cumplieron 100 años de la primera edición de la que fuera la obra clave de Sigmund Freud, La interpretación de los sueños . Con ese ensayo, publicado en los primeros días de noviembre de 1899, comenzó la exploración de la mente.
Como cuenta Erica Goode en una reseña aparecida en The New York Times, el libro tuvo un comienzo decepcionante: vendió sólo 600 copias en 8 años. Sin embargo, a un siglo de distancia, nuestra cultura está tan embebida en las ideas de su autor que la mayoría de nosotros aludimos a ellas incluso sin percibirlo.
El caso es que la ruta real al inconsciente , como llamó el científico vienés a los sueños, no sólo se transformó en la piedra de toque del psicoanálisis, sino que desencadenó el estudio de esas piruetas de la mente en las que nuestro cerebro se mantiene ocupado durante aproximadamente dos horas cada noche.
De allí en más, la ciencia arriesgó hipótesis -a veces, diametralmente opuestas- acerca de su función y propósito.
Los psicólogos cognitivos, por ejemplo, los ven no como una negociación entre nuestra mente racional y nuestras pasiones, sino como el producto de la actividad neuronal de la parte más primitiva del cerebro, que se desata cuando un baño de neuroquímicos nos sume en las etapas de sueño REM ( rapid eye movement ), caracterizadas por el rápido movimiento ocular.
Desde este punto de vista, los sueños no serían mensajes cifrados que permiten avizorar las oscuras profundidades de la mente, sino imágenes que sólo responden a la lógica del azar.
El especialista norteamericano Allan Hobson, autor de varios libros sobre el tema, sugiere que las emociones que aparecen en los sueños sirven como ensayo de los mecanismos básicos de la supervivencia.
El doctor Ramon Greenberg, de la Universidad de Harvard, afirma que los datos actuales llevan a pensar que su función es agregar "nueva información en los sistemas de la memoria ".
Sin embargo, nuevas investigaciones del doctor David Maurice, de la Universidad de Columbia, están llamando a la controversia. El especialista en fisiología ocular del Centro Médico Presbiteriano afirma, por el contrario, que la etapa REM puede no tener nada que ver con los sueños.
El afirma que el humor acuoso , ese líquido claro que se encuentra en el interior del ojo, circula desde el iris hacia la córnea para llevarle oxígeno. Para el investigador, cuando los párpados están cerrados y la circulación se hace más lenta, el rápido movimiento ocular serviría simplemente para evitar la sofocación de la córnea. Es posible, afirma Maurice, que el sueño REM haya evolucionado simplemente para proteger la córnea. Más allá de su veracidad -o no- hay algo que todas estas teorías dejan en claro, y es que las complejidades del cerebro son aún mayores que su capacidad para desentrañarlas.