Cuando el geriatra Lucas Corral atendió a la abuela de una amiga, revisó de rutina la medicación que venía tomando. "Casi entré en shock", recuerda el médico del Hospital Durand. La afiliada de PAMI usaba ¡25! medicamentos distintos, incluidos fármacos para el Alzheimer, antihipertensivos, un regulador de la frecuencia cardíaca, un ansiolítico, un antiácido, un antipsicótico, aspirina en bajas dosis y un aerosol para dilatar los bronquios. Después de tratar el cuadro agudo, los profesionales reevaluaron la pertinencia o utilidad de las indicaciones y suspendieron casi todo. "Se fue de alta con cinco medicamentos", evoca Corral.
Aunque puede ser considerado un caso extremo, la polifarmacia o consumo regular de más de cinco medicamentos está extendida entre los ancianos. Y un número creciente de médicos consideran que puede traer más perjuicios que beneficios. Un nuevo estudio en la Argentina reveló la magnitud del problema. Científicos de Rosario examinaron las recetas de 2231 mayores de 65 años que concurrieron a 10 farmacias comunitarias de esa ciudad a lo largo de siete meses. Constataron que el 42,3% tomaba mensualmente entre cinco y 15 remedios distintos. "Y eso sin contar los medicamentos de venta libre y suplementos", dice la farmacóloga María Eugenia Mamprin, investigadora del Conicet en la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas de la Universidad Nacional de esa ciudad.
A medida que aumenta la cantidad de prescripciones, sube la chance de que algunos sean innecesarios, inadecuados para la edad o interactúen entre sí y produzcan efectos adversos. En el mismo estudio, Mamprin y sus colegas revisaron los casi 57.000 medicamentos recetados y hallaron que siete de cada 10 pacientes tomaban al menos uno considerado "potencialmente inapropiado", de acuerdo con un reciente listado elaborado en la Argentina (IFAsPIAM), que identifica más de un centenar de fármacos que deberían evitarse o administrarse con precaución en adultos mayores.
La proporción de ancianos que toman medicamentos que quizás no deberían es "asombrosa", lamenta Mamprin. Y agrega: "Es más alta que en otros países de la región, como Brasil, y el doble de lo observado en Europa. Hay que tomar conciencia: se necesita un uso más racional de los medicamentos".
Uno de los factores principales que explica la escalada de medicamentos recetados es la desarticulación de los cuidados médicos: ante distintos signos y síntomas, los pacientes recurren a diferentes especialistas (cardiólogo, neumonólogo, reumatólogo, etcétera) que se concentran en un problema específico, agregan "soluciones" para cada uno de ellos y no revisan las indicaciones de sus colegas.
Razones múltiples
Los "médicos de cabecera" del PAMI, por su parte, a menudo se limitan a transcribir recetas previas, sin cuestionar la utilidad clínica de las drogas, desliza un geriatra que prefirió no ser nombrado. "La falta de tiempo favorece la inercia prescriptiva", sostiene Mariano Núñez, especialista en medicina interna, profesor de Farmacología en la UCES y director del Laboratorio de Farmacovigilancia del Instituto de Farmacología de la UBA.
Otra causa del fenómeno es la "medicalización de la sociedad", apunta Fernando Coppolillo, gerente de prestaciones médicas de Medifé. Una de las consecuencias sería el abuso de psicofármacos. "Situaciones del ciclo vital, como el duelo o el estrés, o emociones básicas, como el enojo, la tristeza y el miedo, se tratan farmacológicamente. Eso les quita a las personas una herramienta básica, que es la autosuperación para los desafíos de la vida", afirma.
Aunque parezca paradójico, la suma de pastillas puede terminar restando salud. Núñez asegura que, si un paciente toma siete medicamentos, hay un 80% de probabilidad de interacciones entre algunos de ellos. Y la cifra se eleva al 100% si toma ocho. "Es más fácil indicar un fármaco que retirarlo", dice.
Un ejemplo clásico es la combinación de analgésicos antiinflamatorios (como ibuprofeno o naproxeno) con antihipertensivos: los primeros suben la presión, por lo cual los médicos tienden a aumentar la dosis o cantidad de los segundos, en lugar de plantearse alternativas para el dolor sin efectos sobre la tensión arterial, como el paracetamol. Otra cascada típica de prescripciones se produce con ciertos antidepresivos o antipsicóticos que causan temblores, lo cual puede derivar en la indicación de medicación para el Parkinson.
Mamprin añade que la sumatoria indiscriminada de medicamentos crónicos eleva el riesgo de lesiones renales o hepáticas que afectan su eliminación, lo cual incrementa el potencial de interacciones y efectos adversos. También hay desenlaces inadvertidos: la caída y fractura de un anciano, por ejemplo, puede atribuirse al diurético que lo obligó a levantarse a orinar por la noche.
Según los estudios y diversos especialistas consultados, en el top siete de los medicamentos que toman en exceso los adultos mayores figuran las benzodiazepinas ansiolíticas, omeprazol, ciertos productos para la artrosis (como glucosamina), antidepresivos, antipsicóticos, antiinflamatorios y "estimulantes" de la memoria.
Para el médico clínico Esteban Cichelli, del Sanatorio Modelo de Caseros, es crucial que exista una relación médico-paciente de confianza para iniciar la "deprescripción" de los fármacos inapropiados. "La polifarmacia es un problema que vemos todos los días", destaca.ß
Hebe Zarlenga (83) llegó a tomar de rutina 11 medicamentos. Cuando el geriatra Lucas Corral reevaluó las prescripciones, ajustó dosis y concluyó que 5 de ellos eran innecesarios, incluido un ansiolítico, un diurético y un betabloqueante para el corazón. "Está muy bien", asegura el geriatra. Algunos pacientes polimedicados recurren a soluciones "heroicas". Durval Ledesma (67), con antecedentes de diabetes e insuficiencia cardíaca, fue operado del corazón y a partir de ahí adoptó una dieta naturista que le permitió bajar de diez a cinco medicamentos.